Dos goles y poco más fue lo que tuvo el primer tiempo, aunque dos goles ya sea mucho. El caso es que antes de ellos, entre ellos, y después de ellos poco y nada hubo, más allá de algunos chispazos colectivos. Pero fueron eso: excepciones.

El primer gol nació por un error del local, generado por Tabaré Viudez cuando quiso empezar de cero una jugada que a esa altura andaba por la mitad de la cancha. Mandó la pelota hacia su arco sin advertir que le faltó fuerza, que el mismo viento que al atacar le aceleraba el balón, al tirarlo hacia atrás se lo frenaba; el pase sorprendió a Conde, y Martín Alaniz -que estaba expectante a mitad de camino- llegó a punteársela al golero un par de metros afuera del área grande, muy cerca de donde nace la medialuna. Y no fue que Conde lo haya talado intencionalmente a Alaniz, sino que se quedó sin pelota porque el delantero llegó antes y lo dejó con el pie extendido. Pudo haber sido expulsión para el arquero, pero el árbitro Christian Ferreyra optó por la amarilla. Es que, si bien el arco quedó desnudo, Alaniz no había llegado con la pelota controlada y, además, al punteársela a Conde hacia un costado, la abrió respecto a la trayectoria que le había dado Viudez. En sí, estas no son otras que las explicaciones de por qué Conde no fue expulsado. Pero las explicaciones del gol nacen y mueren todas en la pegada de Líber Quiñones, que la puso en el ángulo derecho del golero tricolor.

Iban 20 minutos y Racing insistía con las formas que mostró desde el comienzo, con un equipo compacto, por momentos un solo bloque que -más allá de las posiciones más defensivas u ofensivas de los volantes- terminaba a veces en una línea final de cinco o hasta seis hombres. La diferencia a favor le duró poco más de cinco minutos. Una pelota quieta se volvió centro casi frontal. Martín Ligüera puso un balón con vueltas en el área chica, y en la estampida colectiva que venía desde los primeros metros de la grande, Santiago Romero la empujó para igualar. Después, como antes, poco más. Algunos chispazos colectivos tricolores entre Ligüera, Viudez, Aguirre y a veces Ramírez, pero fueron muy pocos.

Escribir la remontada

En el segundo tiempo Nacional salió encendido, pero un centro largo (muy largo) de Jesús Tindade le mojó la mecha al tricolor cuando se le coló a Conde por el segundo palo. Y a remarla ambos: Nacional a remar por el empate, y Racing a remar por no desviarse del rumbo tomado. Pero se desvió. Un desvío individual frenó el bote colectivo. Cuando Lasarte mandó a Hugo Silveira y Sebastián Rodríguez a la cancha y la pelota iba a ser metida al área de Nacional en un córner, sin que ello ocurriera aún, Cayetano derribó a Fucile de un codazo. Terminó así con el debate de si en una jugada previa al segundo gol cervecero tenía que haber sido expulsado por una plancha en una pelota dividida.

Con más espacios en la cancha, Nacional empezó a engranar hasta acorralar a Racing en su campo. Ney Morales probó sacar a Alaniz para que Ernesto Dudok repoblara el mediocampo, y, aunque lo logró, también le dio oxígeno al fondo tricolor, que tenía a Quiñones como única presión fija. De ahí en más, Nacional se pareció al ejército tipográfico de una máquina de escribir que asedia al rodillo, yendo una y otra vez hasta escribir la remontada en un párrafo final habitado por palabras tales como triangulación, búsqueda de espacios, precisión, articulación, desprendimientos, desbordes, centros y cabezazo.

El gol del empate lo hizo Ligüera después de que Viudez hiciera una linda maniobra yendo desde la punta al medio. El hábil delantero metió una cruzada hacia el punto penal y allí, esforzado y preciso, Ligüera anticipó a un rival y celebró el empate.

El gol del triunfo fue un cabezazo de Silveira luego de un preciso centro del capitán Diego Polenta, cuando quedaban cinco minutos y el asedio al arco de Diego Melián era insostenible. Otra vez, como ante Juventud, Danubio y Plaza, Nacional encontró en el tramo final del partido la forma de dejar moderando el motor y acelerar después hasta el triunfo. Son cuatro partidos de cuatro, y aunque por partidos jugados no es posible la punta, sabe que por ahora es perfecto y que perfectamente puede estar allí.