En la última misa de navidad el Cardenal Sturla llamó a los católicos a no quedarse con el “balde laicista impuesto hace 100 años”.-

Esta manifestación nos lleva a concluir que existe un claro embate de algunos sectores religiosos contra nuestro Estado laico y que esto en definitiva atenta contra nuestra forma de convivencia con la religión e identidad nacional.-

¿Es cierto que nuestra forma de laicidad fue impuesta? Y la respuesta a esta pregunta nos la dan los hechos, que forman parte de nuestra historia y nos dicen exactamente lo contrario, no solo no se nos impuso tal balde, sino que en todo caso, poco a poco nos fuimos sacando otro, el de los dogmas religiosos que ciertas jerarquías religiosas quisieron imponer.-

Pasando por el episodio del Dr. Enrique Jacobson, que ante el empecinamiento de las autoridades eclesiásticas, con Monseñor Vera a la cabeza, de no permitir su entierro por ser masón en los cementerios que administraba la Iglesia Católica, determinó que el Presidente Berro dictase el 18 de abril de 1861 el Decreto que secularizó los cementerios. Este fue, quizás, el inicio de un proceso que determinó la aprobación del Código Civil que estableció que el único matrimonio válido es el civil. La reforma Valeriana y la creación de la Escuela Laica Gratuita y Obligatoria, las leyes de divorcio en 1907, el divorcio por sola voluntad de la mujer en 1913. Asimismo, en 1908 se dejó de aplicar el juramento de los legisladores sobre la Biblia, la supresión del vicariato castrense y de los honores militares en las ceremonias religiosas, hasta culminar con la Constitución que entró a regir en el año 1918, que separó la Iglesia del Estado y más cercano en el tiempo, con los avances legislativos en materia de derechos sexuales y reproductivos y la legislación en materia de discriminación de género y matrimonio igualitario.-

A esto se suman las olas migratorias que trajeron nuevas gentes con sus costumbre y religiones, anglicanos, metodistas, valdenses, luteranos, judíos etc. que determinaron que, personas bien diferentes en tradiciones y religiones pudieran convivir pacíficamente-

Por lo tanto, la secularización no fue un hecho espontaneo, creación de algún alma perversa, sino que fue un proceso que se prolongó por muchos años e involucró a nuestro pueblo y que incluso en comparación con otros procesos fue mucho más moderado. Por ejemplo, cuando en México se promulgó la Constitución de 1857 se secularizaron los bienes del clero y se nacionalizaron los bienes de la Iglesia, muy diferente a lo consagrado por nuestro constituyente de 1917 en donde, no sólo “reconoce a la Iglesia Católica el dominio de todos los templos que hayan sido total o parcialmente construidos con fondos del Erario Nacional” con excepción de las capillas destinadas al servicio de asilos, hospitales, cárceles u otros establecimientos públicos, sino que declara exentos de toda clase de impuestos a los templos consagrados al culto de las diversas religiones.-

Es más, podríamos decir que a la fecha la Iglesia Católica goza de un privilegio que otras congregaciones religiosas no tienen, pues el articulo 21 del Código Civil considera personas jurídicas y por consiguiente capaces de derechos y obligaciones civiles, el Estado, el Fisco, el Municipio, la Iglesia y las corporaciones, establecimientos y asociaciones reconocidas por la autoridad pública, lo que implica que las demás iglesias y organizaciones religiosas deberán solicitar el reconocimiento del Estado, cosa que la Iglesia Católica no necesita.-

Todo esto nos lleva claramente a determinar que no sólo no se impuso nuestro Estado laico, sino que se generó en base a un consenso de hecho que ha durado más de cien años, en donde el pueblo oriental se manifestó en varias instancias, ratificando la actual redacción del artículo quinto de la Constitución en sendos plebiscitos de 1934 a la fecha.-

Cabe preguntarnos si estos dichos de Sturla son aislados o una mera opinión personal de Monseñor y para ello debemos recordar lo que históricamente ha pasado en la historia de la Iglesia, que groseramente podemos describir en un proceso en donde el cristianismo pasó de ser una religión perseguida en los primeros tres siglos de nuestra era, a ser la religión oficial del Imperio Romano, en lo que se dio en llamar el pacto Constantiniano y que luego en la Edad Media marcó la forma de relacionamiento entre el poder político y la Iglesia. El poder temporal representado por la espada y el espiritual representado por la cruz, en una relación en donde muchas veces los príncipes imponían su voluntad sobre la Iglesia y en otras ésta se imponía por sobre la de los monarcas, proceso que varió con la creación del Estado moderno, en donde uno se apoya en el otro, el Estado necesita de la Iglesia y la Iglesia del Estado, incluso sosteniendo éste a aquella. Proceso del que luego participan, en mayor o menor medida, las Iglesias posteriores a la reforma protestante.-

Durante mucho tiempo la Iglesia recibió la ayuda y patrocinio de los Estados, incluso hoy en día en Perú y en Argentina el Estado subvenciona a la Iglesia Católica pagando sueldos y jubilaciones a obispos y sacerdotes, a pesar de que formalmente son Estados Laicos.-

Ahora bien, en estos últimos tiempos se ha dado un intento por rediscutir el pacto laicista que tiene nuestro país, y que forma parte de nuestra identidad nacional, cuestionando con el dudoso argumento de que el “laicismo” atenta contra la libertad religiosa, pero resulta que, quienes cuestionan nuestro Estado laico olvidan que, gracias a esto, nos hemos transformado en uno de los países más tolerantes del mundo en materia religiosa, en donde conviven católicos con protestantes, judíos, umbandistas, musulmanes, ateos, respeto que no sólo se encuentra vivo en nuestras leyes, sino que está inserto en la médula de nuestro pueblo.-

Ante esta realidad evidente e incuestionable, ¿cómo se puede afirmar que nuestra forma de convivencia en un Estado laico puede tener algún elemento negativo? y es creando una falsa dicotomía entre laicidad y laicismo.-

El filosofo francés Henri Peña Ruiz define laicidad y laicismo con estas sencillas palabras: “La laicidad es la libertad absoluta de actuar, de obrar y de pensar. Soy libre de definirme en mi ser y no sólo en mi actuar y esa libertad estriba en mi libertad de conciencia, que los estoicos ya decían que era una ciudadela que no se puede tomar al asalto, la misma libertad de conciencia es el principio central del laicismo.”

“La definición de laicismo sería como la etimología del griego laos: unidad del pueblo; sería la teoría que debe de descansar en tres principios fundamentales. Primero; la libertad total de conciencia que no se puede confundir con la libertad religiosa, que es un caso particular de la libertad de conciencia; en segundo lugar la igualdad de derechos de los ateos, agnósticos, creyentes; la igualdad debe ser estricta; por último, promoción con la ley común de lo que son principios universales y comunes a todos.”

Como vemos no existe contradicción alguna entre el concepto de laicidad y laicismo, uno es la libertad que tienen los habitantes de la República en creer o no creer en la existencia de alguna divinidad y el laicismo es el ejercicio de ese derecho, en donde el Estado se vuelve el mayor garante, guardando imparcialidad respecto a las diferentes religiones.

Pero ¿por qué este interés de la Iglesia Católica y de algunos grupos Evangélicos conservadores por reconsiderar nuestra convivencia en un Estado Laico?

Los intereses son varios, por un lado una Iglesia Católica preocupada por la constante sangría de sus feligreses y el crecimiento de las iglesias neo pentecostales y por otra parte una alianza en común de ambos grupos por cuestionar la nueva legislación en materia de derechos sexuales y reproductivos y la consagración de leyes que reconocen los derechos de los grupos LGTB, o como ellos dicen, con la imposición de una supuesta “ideología de género” por parte del Estado, conceptos que merecen un capítulo aparte.-

Lo primero, es un problema de la Iglesia Católica que deberá resolver por sus medios, en donde el Estado uruguayo no debe involucrarse, pues tanto la Iglesia Católica como todas las otras religiones, tienen garantizado el libre ejercicio de sus derechos, obviamente en los ámbitos que le corresponden como son sus comunidades o en cada familia y por cierto respetando el derecho de quienes no adhieran a ninguna religión.-

El otro tema es querer imponer la agenda de derechos o mejor dicho la de los no derechos, en donde se pretende que el Estado no reconozca determinados derechos por ser estos contrarios a determinada doctrina religiosa o como se dijo alguna vez por algún grupo evangélico en donde la ley de Dios estaría por sobre la Constitución.-

Basta escuchar lo dicho por el Pastor Márquez que llegó a plantear que un “lobbie gay” pretende promover la pedofilia y la zoofilia, y que esto se deriva de lo que estos grupos denominan “ideología de género”.

No podemos olvidar lo que dijo en su momento Monseñor Cotugno cuando se estaba votando la ley de matrimonio igualitario, en su homilía de Semana Santa del año 2013: “Si eres un católico diputado o un católico senador, tú tienes que actuar en conciencia de acuerdo a este testimonio de Cristo resucitado. Y no alcanza tu conciencia, tu conciencia tiene que ser una conciencia recta, es decir, una conciencia que se mueve de acuerdo a los valores evangélicos, y éstos te los comunica la misma Iglesia a través de aquellos que son los testigos cualificados: el Papa, obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles”

En buen romance quienes son elegidos por el pueblo y son católicos no deben obedecer el mandato de sus representados, sino que el del obispo, en este caso Cotugno y si bien debemos distinguir los estilos entre este y el actual Cardenal Sturla, dudamos que sobre estos aspectos doctrinarios difieran mucho.-

No es muy diferente de lo que se dijo por algunos representantes evangélicos cuando decían que la ley de Dios está por sobre incluso de la Constitución, máxime cuando son los pastores quienes al final terminan influenciando en sus congregaciones y terminan siendo sus opiniones las que se imponen, lo que determina que de la democracia pasaríamos a una especie de sacerdocracia.-

En definitiva, nadie nos impuso ningún balde laicista, sino mas bien que el pueblo oriental desde ya hace mucho tiempo definió, como parte de su identidad, esta forma de convivencia, y que los embates contra nuestro forma de Estado laico son, por una parte un intento para que el Estado salga al rescate de la Iglesia y por otra parte que los sectores religiosos terminen definiendo incluso nuestra vida, y no necesitamos ir muy lejos en el tiempo para ver cómo termina funcionando esto, veamos lo que sucede en El Salvador y Nicaragua, en donde la influencia de la Iglesia determinó que se aprobara una ley en donde se penaliza todo tipo de interrupción del embarazo, incluso en caso de peligro de vida de la madre, hasta se penaliza la interrupción de un embarazo ectópico, lo que causa la muerte de la mujer o gravísimas lesiones y posible pérdida de su fertilidad, o en el caso de Rusia en donde la Iglesia Ortodoxa influyó grandemente en la sociedad y la Duma para que se votaran leyes discriminatorias contra los homosexuales y ahora despenalizaron la violencia doméstica en aras de conservar la “verdadera familia” .-

Sin olvidarnos de como un Juez de la República terminó imponiendo sus convicciones personales por sobre la actual ley que regula la Interrupción Voluntaria del Embarazo, forzando a una mujer a mantener el mismo, pues es claro que desde un inicio cuando le designa un defensor de oficio al embrión, todo está a contrapelo de nuestro régimen jurídico. Se realizó así una interpretación antojadiza del articulo 4,1 del Pacto de San José de Costa Rica, contraria a la Jurisprudencia de la Corte Interamericana de DDHH en reciente fallo de diciembre del 2012 y de la Comisión Interamericana de DDHH en pronunciamiento del año 1981 que se pronunció a favor de Estados Unidos cuando su Suprema Corte legalizó el aborto.-

Más que habernos impuesto un balde laicista hace unos cien años, el pueblo uruguayo lentamente se sacó otro, uno que no permite ver que otras personas tienen derecho a creer en otros dioses o en ninguno, uno que no nos hace ver al otro como un igual, más allá de lo que crea o no crea, uno que llevó a muchos pueblos a generar intolerancia y que desconoce el derecho de los otros de vivir libremente de acuerdo a su conciencia y con respeto a los otros, ese balde hace tiempo que nuestro pueblo se lo sacó de su cabeza.-