Con una renovada y nutrida edición, el sábado finalizó el 35º Festival Internacional de Cinemateca y, como ya es habitual, durante el cierre se dieron a conocer los ganadores de las distintas categorías. Dentro de la competencia oficial, en largometrajes internacionales la elegida fue la polémica La región salvaje, del mexicano Amat Escalante, una historia de amor y desamor que ha agitado todos los festivales por los que circuló (por ejemplo, entre abucheos y aplausos, Escalante se quedó con el galardón al mejor director en el Festival de Venecia), sobre todo a partir de su monstruo con tentáculos que da orgasmos a los personajes. En su momento, el director del mencionado Festival de Venecia, Alberto Barbera, comentó que el film contaba con “una serie de puntos fantásticos y verdaderamente impredecibles”. Si el anterior trabajo de Escalante -Heli, por el que ganó el premio al mejor director en Cannes en 2013- había generado duras polémicas debido a una cruda secuencia de tortura, aquí, más allá de las feroces trincheras a ambos lados del pulpo, se evidencian aspectos de la sociedad mexicana como el machismo, la violencia doméstica, la homofobia, la hipocresía y el abuso de poder. Así, este cineasta que adquirió notoriedad por el padrinazgo de Carlos Reygadas, ataca a la violencia contra las mujeres y los homosexuales, y lo hace por medio de escenas sexuales explícitas, fusionando realidad, fantasía y efectos especiales. Según dijo el año pasado, incorporó “elementos que representan la situación del país”, pero buscando “otro ángulo de la realidad, porque estaba cansado de ella”. En el mismo rubro recibió una mención La idea de un lago, el segundo largo de la cordobesa Milagros Mumenthaler, construido a partir de la memoria, la ausencia y la figura de un padre desaparecido.

En la categoría de largometrajes iberoamericanos, el premio fue compartido entre la primera película de la documentalista Marília Rocha, La ciudad donde envejezco, sobre dos jóvenes amigas de la infancia que emigran, una tras la otra, desde Portugal a Bello Horizonte; y Un secreto en la caja, de Javier Izquierdo, sobre el mítico escritor ecuatoriano Marcelo Chiriboga, personaje de ficción creado por José Donoso y Carlos Fuentes para “salvar del anonimato” a la literatura ecuatoriana dentro del boom. Así, la figura de Chiriboga “termina siendo una excusa para explorar, desde el humor y la ironía, varios temas que se relacionan con nuestra identidad [la de Ecuador] como país: nuestro pasado bélico, la indiferencia hacia la literatura local, los complejos y conflictos del ideario nacional, el exilio y la literatura”, anuncia el dossier. Sólo recibió una mención la celebradísima Cuatreros, de Albertina Carri (Los rubios, 2003), en la que, como anunció el crítico Guilherme de Alencar Pinto, la directora retoma una investigación de su padre, Roberto Carri (desaparecido en 1977) sobre el bandolero chaqueño Isidro Velázquez, y para ello despliega citas, pensamientos y un collage de imágenes de archivo, que combinan ficción, testimonio documental y periodismo, entre otros formatos. En palabras de nuestro crítico, “política y radical, inventiva, plena de energía, cuestionadora, originalísima y de una riqueza inagotable, es muy difícil que la suerte me llegue a deparar en el corto plazo otra película tan estimulante como esta”.

Entre las obras de nuevos realizadores, la elegida fue Alba, la ópera prima de Ana Cristina Barragán que había triunfado antes en una quincena de festivales alrededor del mundo, explorando la preadolescencia de una niña mediante un provocador viaje al pasado y a la edad en que comenzamos a forjar nuestra identidad. En cine de derechos humanos la ganadora fue El pacto de Adriana, de la chilena Lissette Orozco, “por el abordaje de una temática vinculada al pasado reciente de Chile desde una perspectiva familiar”. En cortometrajes internacionales se impuso Raisa, de Pawel Cuzuioc, y entre los uruguayos, A sus ojos, de Vanesa Guala.

En paralelo

Para el jurado de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay, los elegidos fueron Pendular, de Julia Murat, sobre una pareja de artistas vinculada con el arte contemporáneo que vive y trabaja en una fábrica abandonada, y que refleja en sus procesos artísticos los límites, las obsesiones y las contradicciones de su relación; y la coproducción brasileño-uruguaya Mulher do pai, de Cristiane Oliveira. Por su parte, el premio del público -sólo adjudicado en la competencia internacional- fue para Mister Universo, de Tizza Covi y Rainer Frimmel (los mismos directores de La pivellina, 2011), una historia sobre una comunidad de artistas circenses “excéntricos y entrañables”: se trata de un proyecto que surgió después de que sus directores participaran en el mundo del circo durante casi dos décadas, compartiendo la cotidianidad de los espectáculos, las carpas, los animales y los campamentos de este mundo marginal. Mister Universo es un retrato de la vida circense a partir de artistas reales que interpretan a sus propios personajes.