El fin del pleno empleo, la informalidad y las consecuencias sociales y económicas de los gobiernos neoliberales en Latinoamérica instalan en las sociedades el debate en torno a la puesta en práctica de la Renta Básica Universal (RBU) como herramienta de política pública. Por eso, los expertos y docentes en derecho financiero Héctor López González y Andrés Blanco, el politólogo José Miguel Busquets, el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Rodrigo Arim, y el filósofo Ricardo Marquisio debatieron ayer en la Universidad de la República si la RBU debería constituir un derecho de los ciudadanos o si es una utopía.

Beneficio al ser humano

López sostuvo que la RBU implica conseguir algo por nada, por lo que constituye un subsidio o prestación monetaria que no implica ninguna contraprestación. La RBU es entonces un ingreso que recibe cada ciudadano por el simple hecho de ser persona.

Otras de las características de la RBU es que el beneficio se presenta en dinero y no en especies, que tiene una frecuencia en el tiempo, generalmente mensual, y que presenta el principio de suficiencia: el monto debe cubrir necesidades básicas, está exento de carga tributaria y sustituye otro tipo de prestaciones condicionales de inferior cuantía. En ese sentido, las aristas más sobresalientes de este tipo de beneficios son la universalidad, la incondicionalidad y la individualidad.

López también dijo que la RBU persigue como fines primordiales el derecho de ciudadanía, la erradicación de la pobreza y la desaparición de los gastos administrativos que se generan para investigar situaciones de vulnerabilidad. Además actúa como un factor de distribución de la riqueza, tomando en cuenta que 99% de la población está al servicio del restante 1%, y que este último puñado de personas posee más riqueza que todo el resto. También resaltó que proporciona vida digna, igualdad y libertad real, y destacó que no tiene un rol estigmatizante, evita el clientelismo, constituye un piso y no un techo, y atempera el poder disciplinario de la desocupación. El especialista en derecho financiero manifestó que la RBU surgió como respuesta al fin del pleno empleo y a la automatización de la producción, y que mejora las condiciones en la negociación colectiva y resulta un paliativo a la inequidad de género.

Fin del pleno empleo y de las esposas permanentes

Por su parte, Arim sostuvo que para definir si la RBU es una buena o mala idea hay que preguntarse qué se gana y qué se pierde con ella. “Creo que es una idea relativamente vieja que hay buenas razones para recuperar, y que es importante ubicarla en el centro de las políticas públicas en países de renta media y alta”, subrayó.

Agregó que es una iniciativa que no proviene de la izquierda ni de la derecha, sino de todo el espectro político. La RBU, sostuvo, es parte de una discusión que aparece y desaparece, pero desde hace unos 30 años cobró una preponderancia relevante, añadió.

Arim destacó que, en el contexto actual, la propuesta de la RBU está rodeada de tres grandes cambios que a nivel de las sociedades se vienen registrando en las últimas décadas, especialmente en el mundo de la posguerra, y que se convierten en razones para debatir el tema de la RBU. Dos razones tienen que ver con lo económico, y una con la realidad demográfica. Por un lado, Arim aseguró que la noción del pleno empleo está cuestionada por lo menos desde la década de 1970, y la idea de que todos los individuos que deseen trabajar lo van a poder hacer se encuentra en entredicho. Existe otra razón, que también data de la época de la posguerra, según la cual la premisa más fuerte era que todos desarrollaban su ciclo laboral en una sola empresa. Pero en la actualidad el cambio llegó para quedarse en el mundo del trabajo, máxime teniendo en cuenta el avance del factor tecnológico. Esta realidad disruptiva implica que todos los seres humanos son susceptibles a necesitar apoyo económico en uno o varios momentos de su vida.

Finalmente, mencionó el cambio demográfico en los arreglos familiares: así como ahora la gente cambia de empleo con mayor frecuencia, las familias cambian su composición con similar velocidad. Esto deja atrás las viejas estructuras de los modelos de seguridad social, diseñados para “esposas permanentes”.

Arim afirmó que la RBU es una buena herramienta para hacer una redistribución productiva en un contexto de cambio tecnológico, e implica mejorar la libertad y la capacidad de elegir de personas que, por diferentes razones, quedaron fuera de la reconversión que produjo el avance tecnológico.

Gasto público y conceptos cuestionados

Blanco, por su parte, sostuvo que la discusión sobre la RBU arroja conceptos que son cuestionados y relativizados. Entre ellos, la idea de que el gasto público actúa como una herramienta para intervenir en las fallas del mercado, forma parte de un componente de la demanda, es sinónimo de ineficiencia y ocasiona restricción presupuestaria. De hecho, resaltó que las necesidades de los seres humanos no son fallas del mercado, sino necesidades en sí mismas inherentes a la vida de la persona.