Una cancha más, un camino más, una fiesta más. Recorrer todos los barrios, adaptarse a todas las condiciones y luchar, siempre luchar. Los violetas bien saben de eso, de remarla y de pelearla de atrás, como su historia lo escribe. De dar vueltas al revés, de ser los distintos y de ganar, porque también eso está en su esencia. La tarde fría y lluviosa del sábado marcó un nuevo triunfo para la riquísima historia del club de Punta Carretas. Esta vez fue el Parque Capurro el testigo de una nueva vuelta olímpica que les aseguró a los de Eduardo Acevedo un lugar en la definición del Campeonato Uruguayo 2017.

Defensor Sporting fue el justo campeón del Torneo Apertura. Fue un equipo que jugó y luchó en todas las canchas, ante todos los rivales y con situaciones adversas que debió superar. Llegó a la punta del torneo por primera vez la fecha pasada, aunque se mantuvo moralmente en lo más alto cuando Nacional tenía partidos pendientes. La corrió de atrás, ganó partidos increíbles, sufrió fallos arbitrales que lo perjudicaron, pero siempre estuvo firme en el camino que marcó su entrenador y siguieron fielmente sus buenos jugadores. Sabía que tenía que mantenerse a tiro de Nacional: el negocio iba a aparecer. No sólo lo hizo, sino que le ganó al conjunto tricolor y después no paró más.

¿Quién dice que es fácil?

El partido del sábado en Capurro fue una final, aunque sólo uno de los equipos que se enfrentaban tenía la chance de salir campeón. Lo hecho por Fénix engrandece aun más el título violeta y demuestra que el trabajo del equipo de Acevedo fue muy bueno en todas sus variantes.

Defensor salió a jugar con el conocido 3-4-1-2, un esquema táctico absolutamente aceitado que viene practicando desde el torneo anterior. Con tres zagueros seguros y firmes en el fondo -Guillermo de los Santos, Nicolás Correa y Andrés Lamas-, el fondo violeta no pasó zozobras y fue fundamental en la victoria. Por afuera, dos jugadores mixtos, Mathías Suárez y Matías Zunino, pusieron el doble ritmo constante por las bandas, solidarios en el ida y vuelta. En la mitad del campo, Martín Rabuñal y Mathías Cardacio aportaron firmeza y la pausa justa para distribuir el juego. El enlace, aunque tuvo minutos en otros sectores de la cancha, fue Matías Cabrera, un jugador exquisito y muy bien dotado técnicamente, que fue clave para el desarrollo del juego. En el ataque, Gonzalo Bueno y Maximiliano Gómez conformaron una dupla ideal, joven, con una proyección enorme y un talento destacado. Así, el juego siguió el rumbo de lo pautado, al menos en la primera media hora del primer tiempo. Los violetas presionaron constantemente a los locales y tuvieron una chance clara ya en los primeros minutos, con un remate de Cardacio que se estrelló en el palo. No se quedaron, fueron, y la velocidad de Gonzalo Bueno terminó con un penal cuando Juan Álvez bajó al rapidísimo delantero.

Con toda la presión del mundo y con un título en juego, el sanducero Maxi Gómez no dudó un segundo y se paró firme, como si nada importara. Le pegó con clase y con potencia, y la puso contra el palo, para hacer delirar a la hinchada visitante, que había copado Capurro. El de Gómez fue uno de los últimos tantos con la casaca violeta en el pecho, porque en estas horas se cerrará su pase al Celta español, que incluso exigió que el jugador estuviera asegurado para el partido consagratorio.

La aspiración de Acevedo es que Gómez pueda estar para la revancha con Liga de Quito por la Sudamericana.

Pero volviendo a lo que pasó el sábado, el orden táctico fue fenomenal en los violetas. El equipo se plantó firme y no dejó jugar a Fénix, que tuvo la intención de hacerlo a ras del piso. Gustavo Ferrín plantó un esquema táctico de 4-2- 3-1, con un equipo en el que había varios jóvenes. En el transcurso de los minutos, les mostró los dientes a los que querían ser campeones en su escenario. En una contra, cuando no se veía venir, el panameño Cecilio Waterman la tomó en la mitad de la cancha y se largó a correr. Dejó por el camino a De los Santos y definió con clase, con borde interno, para poner el empate, que dejaba abierto el segundo tiempo.

El segundo tiempo arrancó con los nervios flotando en el ambiente. La remontada tricolor en el Centenario añadió presión extra en la cancha del Capurro. A Defensor Sporting el partido se le complicaba, pero el espíritu estaba. Se venía el final y estaba brava la cosa, pero cuando hay un talismán y un tesoro, todo parece más fácil. Casi con lo último y con lo que quedaba, Maxi Gómez tomó un rebote en el área, luego de que Gonzalo Carneiro bajara la pelota, y castigó. Todo Defensor desvió esa pelota en el camino, que después del rebote en un zaguero de Fénix, se convirtió en el gol que valió un campeonato.