Los franceses rechazaron una vez más al ultraderechista Frente Nacional (FN) y eligieron ayer, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, al candidato de centro, europeísta y liberal Emmanuel Macron. La reacción generalizada, en Francia y en Europa, fue de alivio. Sin embargo, la rival de Macron, Marine Le Pen, dijo que haberse convertido en la primera fuerza de la oposición es sólo el comienzo para su partido.

“Defenderé Francia, sus intereses vitales y su imagen. Asumo el compromiso delante de ustedes”, dijo anoche Macron a miles de seguidores en su primer discurso como presidente electo. El ex ministro de Economía fue el candidato más votado en la segunda vuelta electoral francesa, con 64,8% de los votos, frente al 35,2% que logró Le Pen, con 90% de los votos escrutados.

La participación, que alcanzó 75%, fue la más baja registrada en la segunda vuelta de unas elecciones en Francia desde 1969. El número refuerza la idea de que los dos candidatos presidenciales eran impopulares, lo cual quedó en evidencia en las múltiples protestas que hubo para rechazar ambas alternativas.

Desde su sede de campaña, Macron -que, con sus 39 años, se convirtió en el presidente más joven de Francia elegido democráticamente- dijo que la “base” de su mandato será la “regeneración de la vida pública” y que, de ahora en más, se abre “una nueva página” en la historia del país, la de “la esperanza y la confianza”. Además, insistió en que su gobierno será el de “la unidad” de los franceses, porque “divididos” no se pueden enfrentar los desafíos. “Pelearé con todas mis fuerzas contra la división que nos debilita y abate. Queramos a Francia, a partir de esta noche y durante los próximos cinco años”, dijo.

Por otro lado, el presidente electo afirmó que defenderá Europa porque “está en juego” la “civilización” europea y la “manera de ser libres”. La victoria de Macron supone un alivio para la Unión Europea (UE), cuyo futuro peligraba en caso de que ganara la eurófoba líder del FN, que proponía cerrar las fronteras, salir del euro y activar un referéndum para decidir si Francia debía o no abandonar el bloque. En Bruselas no escondieron su alegría. “¡Felicitaciones, Macron! Feliz de que los franceses hayan elegido un futuro europeo. Juntos por una Europa más fuerte y más justa”, celebró en Twitter el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Por su parte, el titular del Consejo Europeo, Donald Tusk, dijo: “Han elegido la libertad, la igualdad y la fraternidad, y han dicho ‘no’ a la tiranía de las noticias falsas”.

El equipo de Macron denuncia desde hace semanas la difusión de informaciones falsas por parte de medios rusos para perjudicar la campaña de su candidato. El viernes, el macronismo afirmó que la campaña fue víctima de un “pirateo masivo y coordinado” que llevó a la “difusión en las redes sociales de informaciones internas de diversa naturaleza”, y que esto fue posible “gracias al hackeo de direcciones de correo personales y profesionales” de sus integrantes.

Nuevamente, los franceses le cerraron ayer el paso a la extrema derecha que, no obstante, logró su mejor resultado en la historia. Aunque la diferencia de votos entre Macron y Le Pen fue grande, no fue tan aplastante como en 2002, cuando Jacques Chirac ganó el balotaje frente a Jean-Marie Le Pen con más de 80% de apoyo.

El FN no logró llegar al gobierno pero se consolidó como la segunda fuerza política del país. Su líder lo dejó claro anoche, en un discurso en el que felicitó a su contrincante, agradeció a los “11 millones de patriotas” que la votaron y anunció una “profunda renovación” del partido para “crear una nueva fuerza política”. Le Pen afirmó también que estas elecciones mostraron “una descomposición de la vida política francesa”, marcada por “la desaparición de los partidos tradicionales”, en referencia al gobernante Partido Socialista (PS) y al de derecha Los Republicanos.

El ascenso del novato

Hace tan sólo tres años, Macron era un completo desconocido para los franceses y no tenía experiencia política. Su nombre empezó a sonar recién en 2014, cuando el presidente François Hollande lo designó ministro de Economía. Se consolidó hace poco más de un año, cuando formó su propio movimiento, ¡En Marcha!, y se lanzó como candidato independiente a la presidencia. Pero incluso entonces era impensable que pudiera llegar al Elíseo.

Macron estudió en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración. Cuando terminó la carrera, comenzó a trabajar como asistente del director de la Inspección General de las Finanzas, antes de desembarcar en 2008 en el banco privado Rothschild, del que llegó a ser uno de los socios principales. Allí le decían el “Mozart de las finanzas” por su precoz habilidad para concretar acuerdos. En ese lugar empezó a armar una amplia red de contactos con políticos. Esos contactos lo llevaron a la campaña electoral de 2012 de Hollande, a quien asesoró como banquero. Unos meses después, el mandatario lo designó secretario general adjunto, un cargo desde el cual diseñó las primeras reformas económicas del gobierno.

Aunque sus rivales lo criticaron por ser el “banquero amigo de las finanzas”, Macron insiste en que eso lo distingue de los políticos de carrera que vivieron toda su vida del dinero del Estado. En un acto de campaña dijo que “no está sometido a los bancos” y recordó que como ministro fue él quien “rompió el monopolio bancario” y facilitó la financiación de las pequeñas y medianas empresas.

Macron fue inteligente en su estrategia: logró captar el descontento de la ciudadanía y construyó su discurso en base a lo que querían escuchar quienes se sentían decepcionados de los partidos tradicionales de la derecha y la izquierda. Tomó impulso presentándose como el candidato de centro que quería salir de los marcos políticos tradicionales y liderar un movimiento ciudadano transversal, que fuera más allá del clásico dualismo ideológico. El ex ministro se mostró como la alternativa “diferente”: el europeísta en tiempos de eurofobia, el liberal en una Francia socialista, el “humanista” frente al auge de los ultranacionalismos en el continente. Era también el candidato joven en medio de la gerontocracia francesa, una característica que enfatizó en su campaña, como protagonista de actos poco convencionales, una intensa interacción con los jóvenes y una fuerte presencia en las redes sociales. Además, y sobre todo, lo ayudó el desgaste de los partidos tradicionales franceses.

El programa de gobierno de Macron es liberal en lo económico y en lo social, con una fuerte impronta europea. El ex banquero quiere reducir el gasto público, con la eliminación de 120.000 puestos de trabajo y la reducción de los fondos para los gobiernos locales; crear un nuevo sistema universal de jubilaciones; y exonerar para 2020 el impuesto a la renta en 80% de los hogares.

Acerca de la UE, Macron propone establecer un presupuesto, un Parlamento y un ministro de Finanzas de la zona euro. El futuro presidente también se propone reducir en 50% la producción de energía nuclear para 2025 e implementar una política migratoria “más humana”. Y ha dicho en varias ocasiones que lo logrará, porque su plan es “más factible” que el que en su momento prometió su mentor Hollande.