Más de 1.600 personas se postularon a la presidencia de Irán, pero el Consejo de Guardianes -encargado de evaluar las candidaturas- sólo habilitó a seis. Uno de los aspirantes renunció el lunes, y la competencia se redujo a cinco. Sin embargo, los favoritos son dos: Hasan Rohani, que busca su reelección, y Ebrahim Raisi, que sorprendió al postularse, ya que su principal ambición es suceder al líder supremo iraní, Alí Jamenei.

Lo único que tienen en común, tal vez, es que ambos son clérigos chiitas. Por lo demás, cada uno representa una visión distinta de la necesidad de apertura de los principios islámicos de Irán. Rohani defiende la apertura del país “hacia Occidente” para mejorar la economía, mientras que Raisi está a favor de un vuelco “hacia adentro”.

El actual presidente centró su campaña electoral en la importancia del acuerdo nuclear firmado en 2015, que levantó las sanciones económicas contra Irán a cambio de una limitación de su programa atómico. Según Rohani, el pacto sirvió para acabar con el aislamiento internacional del país y con la “iranofobia”. El presidente también aboga por la defensa de las libertades y derechos de los ciudadanos que, en su opinión, están en riesgo si los conservadores llegan a la presidencia. En uno de sus actos, llegó a asegurar que en estas elecciones los iraníes tienen que elegir entre un gobierno totalitario liderado por Raisi y el suyo, que promueve las libertades fundamentales.

Su contrincante, en tanto, basó la campaña en su estrategia económica y, bajo el lema “Trabajo y dignidad”, prometió crear empleo, luchar contra la corrupción y reducir la dependencia de los países extranjeros. Con esto último revertiría los avances que logró Rohani en esa materia en los últimos años.

En parte, el miedo a que el país vuelva a una mayor rigidez de los principios islámicos con Raisi tiene que ver con su larga trayectoria ocupando cargos de control. Entre otras cosas, el candidato conservador fue responsable de la organización encargada de supervisar el cumplimiento de los principios islámicos y jefe del consejo que controla los contenidos de la televisión. Además, a fines de la década de 1980, Raisi formó parte del comité de cuatro miembros que supervisó las ejecuciones de presos políticos.

El líder supremo iraní, muy influyente en los ciudadanos, no se pronunció a favor de ningún candidato. Sin embargo, en varias ocasiones sugirió ser más afín a las propuestas conservadoras de Raisi. En un discurso que brindó el miércoles, Jamenei criticó el desempeño económico del gobierno y su apertura a Occidente, y denunció la existencia de “ingratos” que no aprecian el sistema islámico de Irán y “usan la libertad que se les da para negar la libertad existente”.

Una encuesta reciente de la agencia de noticias estatal Irna mostró que más de 40% de los votantes se inclinaría por Rohani frente a 23% que prefiere a Raisi. Si hoy ninguno de los candidatos alcanza 50% más uno de los votos, los dos más votados pasarán a un balotaje, previsto para el 26 de mayo.