El origen de la obra fue que José Mujica dijo que el problema de los desaparecidos sólo se resolvería cuando murieran todos los involucrados: Ex, que revienten los actores (2012), respondió con un cruce de ciencia ficción e historia reciente. Se estrenó en Colombia, hizo temporada en París, tuvo versiones cordobesas y mexicanas, y participó en festivales de Chile, Brasil y Estados Unidos. En el chileno Santiago a mil, el director del Teatro Nacional de Cataluña (TNC), Xavier Albertí, invitó a su autor y director, Gabriel Calderón, a que la adaptara en Barcelona. A mediados de julio irá como invitado a dar un curso y trabajará por primera vez con el elenco; la obra se estrenará -en catalán- el 9 de abril del año que viene.

Según explicó Calderón a la diaria, en cinco años ha ido tomando distancia del texto, pero mantiene un buen vínculo con él. “Uno escribe un texto por necesidad, o porque se le ocurrió una idea; las razones son más bien intuitivas, nunca muy claras. Cuando eso despierta interés, uno vuelve sobre el texto y se pregunta qué había allí para que se volviera atractivo en contextos tan distintos”. Viajó a Suiza para dictar clases a partir de una traducción al francés de Ex..., y dice que eso lo hizo dedicar “mucho tiempo a la dramaturgia, porque, para lograr traducirla, necesitás comprenderla. Y así fue como descubrí zonas más débiles y más fuertes. Cuando les hablaba de escena, por ejemplo, había cosas que ellos no entendían, entonces fui a ver qué se entiende en la traducción francesa, y a veces se corre un poco el significado. Descubrí que la traductora había suprimido varios textos. De modo que se entendía la idea de la escena, pero se le quitaba fuerza, les quitaba herramientas a los actores”.

Dentro de su producción, Ex ocupa un lugar particular. Luego de Obscena (2008), Calderón dio por terminada su etapa “pornográfica”, e inició una etapa política, aunque desde un lugar muy distinto al de las tradiciones del teatro político de los 70 y los 80. Tal vez por eso se trata de una obra que le cuesta superar. Después escribió textos muy distintos, pero ninguno de ellos en esa línea. Con el tiempo sintió que había agotado un lenguaje: después de Ex, no volvió a estrenar otra obra con su propia compañía, y ahora está explorando nuevos mecanismos, “Prefiero alejarme e ir por escrituras más alternativas a ese modelo, para, por lo menos, evidenciar el fracaso personal”, admite.

En cuanto a la resignificación de la puesta en un contexto catalán, cuenta que cuando Albertí lo invitó, le habló de que la dramaturga Lluïsa Cunillé ubicara la obra en la época franquista. El problema era que las desapariciones de la dictadura de Franco se dieron al comienzo, y si se quería retomar aquellos hechos, con una actriz de 30 años, la obra debía estar ambientada en los 70 y los 80. Al poco tiempo llegaron a la conclusión de que no era necesario adaptarla, sino más bien quitarle alguna referencia directa.

Calderón señala que en Uruguay hubo un teatro político correspondiente a un período en el que no se podía hablar de ciertas cosas, y que con el tiempo muchos creadores jóvenes advertían que las puestas que hablaban de la dictadura no los interpelaban. Primero reaccionó a que “le impusieran un tema” como una necesidad vital, pero con el tiempo su posición cambió. “Hasta que para mí la dictadura no se volvió un tema importante [durante el fallido referéndum de 2009], no pude hablar. Cuando descubrí que se había convertido en un tema importante y encontré una manera de hablar, también me di cuenta de que seguía defraudando a quienes reclamaban que habláramos de la dictadura”, dice. Esto responde a que, si su teatro es político, no lo es por su tema sino por cómo lo trata. Para el director, lo político se transluce en cómo habla de lo fantástico, o del tratamiento de Dios como un personaje fantástico. O en cómo habla de los extraterrestres y la máquina del tiempo: “Es mucho más político que hablar de los desaparecidos o de la dictadura en sí”, afirma. A partir de aquel referéndum de 2009, cree que debe hablarle a una mitad del país que está “dormida” y que se considera de izquierda cuando vota a José Mujica. “Ex expresa una pena, un dolor, la imposibilidad de resolver un tema: la protagonista no puede solucionarlo, pero la realidad del país tampoco. Es la Marcha del Silencio. Es la impunidad en plena Navidad. Son las fotos. Por eso creo que la obra es acabada: sigue planteando cosas que todos los días me duelen más”.