Metástasis, recientemente publicado por la editorial Yaugurú, viene a cerrar la trilogía Terminal Moebius, tal como había quedado anunciado en la solapa de Resaca (2015), el segundo libro de esa serie que comenzó con Corporacion Medusa (2007). Vale la pena ahora, entonces, volver a explorar en conjunto esos tres libros de Nelson Díaz, que adquieren, con el proyecto terminado, una definición más precisa e interesante, además de una cualidad -más que bienvenida- de rara avis en el contexto de la narrativa uruguaya reciente.

La última entrega de la trilogía, en cualquier caso, continúa las pautas de las que la precedieron: está, por ejemplo, el recurso de la inter e intratextualidad desbordada, que no sólo termina por incorporar la novela a una tradición literaria que incluye a la obra de William Burroughs, los surrealistas, el simbolismo y decadentismo francés, Raymond Roussell, Alfred Jarry, la lírica dark de bandas como The Cure y Nick Cave and The Bad Seeds y el referente musical y estético de resonancia amplísima representado por David Bowie, sino que también acomete la construcción de una suerte de rama local de esa tradición. Allí encuentran su lugar, entonces, Julio Herrera y Reissig, Mario Levrero, Felipe Polleri y Gustavo Escanlar, todos ellos, por cierto, tan visibles en cuanto a marcas de tono y registros de escritura como el ya mencionado Burroughs y los procedimientos de patchwork -como en una colcha de retazos: el término es, de hecho, empleado por Díaz en Resaca- de la trilogía Nocilla, del español Agustín Fernández Mallo.

Pero hay además un tratamiento del libro en tanto objeto (en su materialidad, digamos) que realza el lugar de Metástasis en la trilogía y le aporta más puntos de interés. Así, el “contenido” o la “sustancia” de la novela parece inseparable de su soporte físico, en tanto si en Corporación Medusa estábamos ante un libro de páginas azules con letras blancas, y en Resaca ante uno impreso en tinta azul sobre páginas blancas (es decir, que uno se ofrecía como el negativo del otro), Metástasis incorpora tanto secciones de blanco sobre azul como de azul sobre blanco, aportando así a una suerte de fusión de los anteriores, lo cual, por supuesto, queda además subrayado por la estructura ternaria de la serie, que recuerda al esquema hegeliano de tesis/antítesis/ síntesis y, de paso, a tantas trilogías de álbumes incorporables a la vasta tradición musical aludida y visitada por Díaz, por ejemplo a la serie Lark’s Tongues in Aspic/Starless and Bible Black/Red (1973-1974), de King Crimson, o a Low/“Heroes”/Lodger, de David Bowie (1977-1979).

Esta suerte de trabazón de los libros que integran la trilogía está además construida desde las portadas y los elementos gráficos incorporados a las páginas de la novela; así, Metástasis incluye -a modo de ilustración de un elemento de la trama- un afiche -“Terminal Moebius/Planos circulares/conectados/en un mismo punto/conferencia del Dr. Faustroll (psiquiatra patafísico)/Universidad de las Ciencias Cultas”- en el que es citada o retomada (acaso el componente, digamos, cíclico, iterativo y, por qué no, fractal de la trilogía favorece más al segundo término, que también podría derivar en reciclada) la portada de Corporación Medusa; de hecho, puestas una a continuación de la otra, las portadas de los libros de la trilogía ensamblan un proceso de alguna manera narrativo o compatible con la narración: el primero proponía una suerte de palimpsesto o superposición de dos páginas (una impresa en tinta blanca, la otra en tinta negra; una orientada al revés que la otra en sentido vertical), sobre el que flotaba el título, y aparecían cuatro cucarachas pequeñas y casi confundidas con las letras que las rodeaban; en el segundo, en ese mismo fondo aparecía recortada una forma vagamente humana dispuesta sobre un fondo negro; en el tercero, esa suerte de figuración estalla en fragmentos, como si fuera la portada de la primera novela (y, en menor medida, el título de la presente) lo fragmentado sobre el fondo negro. Es tentador pensar en una suerte de proceso del protagonista -Roger, un claro alter ego del autor-, que alcanza el punto máximo de su definición o contorno en el segundo libro y es sometido a una destrucción o dispersión en el tercero (pensemos también en el título de la novela, y de paso en el tono más impersonal u oblicuo apreciable en ella, al menos en relación con la más contundente Resaca). Pero hay más: estos juegos de composición visual y diagramación son evocados también “dentro” de Metástasis, con páginas dedicadas a exponer las connotaciones del color azul (el blues como género musical, la expresión “feeling blue”, etcétera), y todo se integra a la maquinaria autorreferencial de la novela, que incluso presenta hacia el final una necrológica de “Nelson Díaz”.

Otro elemento de interés es la pauta de reiteraciones, que genera un ritmo especial en el desarrollo del libro. La trama queda pautada por las reapariciones de un “aviso a la población” que parece sugerir una suerte de distopía totalitaria (o mundo paralelo) y permite -a la manera de la celebrada y excelente Pichis (2016), de Martín Lasalt- tanto una lectura en clave alegórica como otra desde los códigos de cierta ciencia ficción. Del mismo modo, los reportes de casos de mujeres trans asesinadas que regresan una y otra vez aumentan la escala -y la oscuridad- del universo ficcional, y la reiteración de la página que desarrolla las connotaciones del color azul (aparece cuatro veces, siempre con variaciones y de hecho en una suerte de per augmentationem) anuda la novela sobre sí misma y propone un esquema de lectura que la acerca al uso de loops en el minimalismo musical (la pauta de dispersión o decadencia entrópica tan notoria en la trilogía hace pensar en la sobrecogedora serie musical The Disintegration Loops, de William Basinski).

Sin duda Metástasis, como toda la trilogía que la incluye, admite múltiples lecturas y se mueve en planos diversos de significación y relacionamiento con las tradiciones artísticas más apreciadas por su autor; el procedimiento llega a ser fascinante en sí mismo, de modo que cabe concluir que estos tres libros de Nelson Díaz reclaman, sin lugar a dudas, un lugar especial y destacado en el panorama de la nueva narrativa uruguaya.

Metástasis

De Nelson Díaz. Yaugurú, 2017. 114 páginas.