La acción militar de los Estados Unidos de Donald Trump tomó nuevos ribetes esta semana, cuando el Departamento de Defensa confirmó que dotará de armas a las milicias kurdas que luchan en Siria. Además, trascendió que el presidente evalúa la posibilidad de enviar más soldados a Afganistán para hacer frente a los talibanes. El argumento, en ambos casos, es combatir el terrorismo. Sin embargo, con el correr de los meses, queda poco clara la postura no intervencionista que Trump defendió a capa y espada antes de llegar a la Casa Blanca.

La decisión de Estados Unidos de armar a sus aliados kurdos en Siria tiene como objetivo hacer que contribuyan sobre el terreno a la toma de la ciudad siria de Al Raqa, capital del autoproclamado califato del grupo yihadista Estado Islámico (EI). Todavía no se sabe cuándo se empezará a implementar la medida, pero el Pentágono dijo el miércoles que será “pronto”. Las armas están destinadas a las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), integradas por facciones kurdas y árabes.

“Esperamos proveerlos con los mismos recursos que les hemos dado todo este tiempo”, dijo en una conferencia de prensa desde Bagdad, John Dorrian, el portavoz de la misión desplegada en Siria e Irak contra EI. El funcionario informó que el armamento que se entregará va a incluir, entre otras cosas, ametralladoras de gran calibre, sin dar más detalles. “Cada una de esas armas que vamos a proveer van a ser controladas para asegurarnos de que apuntan a EI”, afirmó Dorrian.

El anuncio fue rápidamente criticado por el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien considera que las milicias kurdas en Siria son una extensión del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), que lleva adelante acciones armadas en su país y es considerado por el gobierno turco un grupo terrorista. “La lucha contra la organización terrorista EI no se debe transferir a otra organización terrorista”, dijo Erdogan el miércoles. “Comunicaré el 16 de mayo al presidente Trump nuestra preocupación respecto a las decisiones tomadas. Deseo que abandone cuanto antes este error”, agregó el mandatario turco, que se reunirá con su par estadounidense la semana que viene en Washington.

“Queremos creer que nuestros aliados elegirán estar de nuestro lado y no del de una organización terrorista”, insistió el presidente de Turquía, país aliado de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

El mandatario también prometió que pondrá el tema en la mesa en la próxima reunión de jefes de Estado de la OTAN, prevista para el jueves 25 de mayo en Bruselas. Por su parte, el ministro de Defensa turco, Fikri Isik, dijo que entregar armas a los combatientes kurdos sirios “tendría consecuencias negativas no sólo para Turquía y la región, sino para todo el mundo, empezando por Estados Unidos”.

El PKK también figura en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos. Sin embargo, Washington considera que los milicianos kurdos de Siria, en particular, constituyen una base fundamental para luchar contra los yihadistas en el terreno.

Mientras tanto, Trump estudia una nueva estrategia en Afganistán que incluye el envío de 3.000 soldados, informó esta semana el diario The Washington Post. El plan, elaborado por consejeros militares y expertos en política exterior bajo la tutela del asesor de Seguridad Nacional del presidente, HR McMaster, tiene como objetivo convencer al Talibán de volver a la mesa de negociación, de acuerdo con funcionarios estadounidenses consultados por el diario.

Si Trump llega a aprobar este nuevo plan, el número de soldados estadounidenses en Afganistán pasaría de 8.400 a 11.400. Esto va a contramano de los planes de su antecesor, Barack Obama, quien llegó a la presidencia con el objetivo de reducir el número de tropas y logró hacerlo considerablemente, aunque quedó lejos de dejarlas en cero. Durante sus dos mandatos, Obama tampoco consiguió mayores concesiones por parte de los talibanes.

La estrategia de McMaster supone, además -siempre según el mismo medio-, que el Pentágono vuelva a tener la capacidad para decidir sobre cuestiones como el número de tropas a desplegar y retirar del terreno, el alcance de los bombardeos y el asesoramiento en batalla a los afganos. El Ejército afgano pierde fuerza, a la vez que los talibanes la recuperan, como lo demostraron el mes pasado cuando mataron a 150 soldados en un asalto a una base militar.

En este país, la OTAN mantiene 13.000 soldados en tareas de asesoría y entrenamiento, mientras que Washington se centra en apoyar a las autoridades afganas en operaciones antiterroristas, una tarea que se viene reforzando desde que Trump tomó las riendas. Un ejemplo de ello tuvo lugar en abril, cuando la administración republicana lanzó la “madre de todas las bombas” -la mayor arma no nuclear de Estados Unidos- y mató a 36 combatientes de EI en Afganistán. Por el momento, la respuesta del mandatario estadounidense es una incógnita. En todo caso, en su plan de lucha contra el terrorismo el ex empresario parece haber dejado de lado el no intervencionismo en el extranjero por el que tanto abogó durante su campaña.