El Sol se perdió, y la Tierra, y no hay saber humano que pueda orientarnos bien dónde encontrarlo. (“The sun is lost, and the earth, and no man’s wit / Can well direct him where to look for it”). Con este verso de su largo poema “Una anatomía del mundo”, escrito en 1611, el poeta inglés John Donne (1572-1631) resumía el sentir del Renacimiento en Occidente. Ya había pasado casi un siglo desde que el polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) había puesto patas para arriba el cosmos probando que el Sol era el que estaba fijo y la Tierra la que orbitaba, y prácticamente al mismo tiempo Cristóbal Colón (1451- 1506) refutaba la idea de que la Tierra tenía un fin, afirmaba su redondez y descubría América para los europeos. El cosmos y el mundo dejaban de ser lo que habían sido, y el europeo entraba en una desorientación completa.

Podríamos volver a experimentar un desconcierto tan intenso si las especulaciones del filósofo sueco contemporáneo Nick Bostrom fuesen correctas. Él ha propuesto dos hipótesis. La primera es que la vida toda en la tierra es una simulación. Sí, una realidad simulada creada por una civilización más poderosa, con enorme capacidad computacional. La segunda hipótesis es el surgimiento de un sistema superinteligente en la propia Tierra, que dominará al Homo sapiens como este dominó a los primates, con una superioridad de inteligencia como la que hay entre un ser humano y una hormiga. Es verdad que ambas suenan a ciencia ficción, pero así también se catalogaban las ideas de Copérnico y de Colón cuando emergieron. Analicemos ambas posibilidades.

Nick Bostrom es el filósofo predilecto de Silicon Valley y dirige el Instituto para el Futuro de la Humanidad en la Universidad de Oxford. Hace unos años escribió un artículo titulado “¿Are you living in a computer simulation?”, publicado en la prestigiosa revista Philosophical Quarterly en 2001, y el Instituto Isaac Asimov dedicó uno de sus coloquios anuales a discutir acerca de su primera hipótesis, si nuestro mundo es o no una simulación algorítmica creada por una civilización más avanzada. Elon Musk, ingeniero sudafricano y gurú de Silicon Valley, fundador, entre varias otras, de la compañía Tesla, una de las de mayor proyección global, está convencido de la tesis de Bostrom y la defiende de la siguiente manera: “Creo que el argumento más fuerte para referirnos a que probablemente estemos en una simulación sería el siguiente. Hace 40 años jugábamos al pong, eran apenas dos rectángulos y un punto. Ahora tenemos simulaciones 3D, simulaciones fotorrealistas en las que millones de personas juegan simultáneamente, y cada año se pone mejor. Pronto tendremos realidad virtual y realidad aumentada. Si se asume cualquier tasa de mejora, sea la que sea, entonces los juegos serán indistinguibles de la realidad. Sólo imaginemos 10.000 años en el futuro, que son nada en la escala evolutiva. Teniendo en cuenta que estamos claramente en la trayectoria de tener juegos indistinguibles de la realidad y que esos juegos podrán jugarse en cualquier decodificador o PC, y que probablemente habrá miles de millones de computadoras o consolas, parecería lógico que la probabilidad de que estemos en una realidad base sería de una en 1.000 millones. ¿Hay algún error en este argumento? Existe una posibilidad en 1.000 millones de que este mundo no sea una simulación computacional” (entrevista concedida en Vox Media, agosto de 2016).

La segunda hipótesis de Bostrom, que no es contradictoria con la anterior, sino complementaria, tiene que ver con la emergencia de la superinteligencia. Según su último libro, titulado, precisamente, Superintelligence (Oxford, 2014), hay tres caminos por medio de los cuales el Homo sapiens pasará a ser un organismo muy inferior al que se creará. El primer camino es una evolución puramente inorgánica, es decir, las computadoras llegarán a un punto tal de inteligencia que prescindirán de los humanos y los dominarán. Los otros dos recorridos serían resultado de la interacción entre lo inorgánico y lo biológico: o un salto producido desde la interfaz entre la tecnología -que, cada vez más, internalizaremos en nuestros cuerpos- y el código genético, o directamente etapas sucesivas de la manipulación genética y programas masivos de eugenesia. En diferentes encuestas realizadas a expertos en inteligencia artificial, 90% estimó que en 2075 las máquinas alcanzarían el mismo nivel de inteligencia que el de los humanos, 50% sostuvo que se llegaría a este nivel en 2040, y 10% estimó que esto sucedería en 2022. Más impresionante es lo que viene inmediatamente después. Una vez alcanzado este nivel, el salto hacia la explosión de superinteligencia sería casi inmediato. Entonces el Homo sapiens habrá dejado de ser la especie dominante en la Tierra. Claro que para que esto pueda ocurrir no deberíamos aniquilarnos antes como especie, porque esto puede ocurrir aunque todo sea una simulación. La realidad simulada tiene sus propios grados de libertad, y es al mismo tiempo cocreada por quienes participan en ella.

La idea de que la Tierra era redonda y la de que orbitaba le parecían alucinaciones a la mayoría de los europeos cuando se dieron a conocer, pero sus dos creadores y un círculo pequeño que los financiaba estaban lo suficientemente convencidos de que no eran apenas plausibles, sino verdaderas. Bostrom, Musk y muchos otros multibillonarios creen en la hipótesis de la simulación, de la superinteligencia, y hay mucha inversión para investigar estas ideas.

¿Estarán locos ellos, o somos simulaciones?