La decisión de una coalición de países árabes liderada por Arabia Saudita de someter a un bloqueo a Catar generó en las primeras horas escasez de alimentos, separación de familias y cierre de las actividades escolares. Eso fue lo que informó a los medios internacionales Rex Tillerson, secretario de Estado estadounidense, cuatro días después de que se tomara la medida. El gobierno de Donald Trump originalmente instó a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y Egipto a dejar de apoyar “la ideología extremista“, y, como estos dijeron que quien financiaba a grupos radicales era Catar, el presidente estadounidense tuiteó su apoyo. O algo por el estilo, ya que los pocos caracteres que Trump escribió sobre el tema fueron: “Durante mi viaje reciente a Medio Oriente dije que no puede haber más financiación para Ideología Extremista. Líderes señalaron Catar - ¡vea!”.

Ahora Washington dio marcha atrás, y pese a que pidió que se suavice la medida, esta sigue vigente. Más allá de las motivaciones que están detrás de las idas y vueltas del gobierno estadounidense (si es que estas existen y se pueden entender), resulta interesante rastrear los orígenes del conflicto y pensar en las posibles consecuencias.

Varios expertos señalan que se trataba de una “desestabilización anunciada” y que la raíz del conflicto en realidad se encuentra en la explotación del gas natural. Catar, un pequeño y rico emirato de 11.500 kilómetros cuadrados, es un gran exportador de hidrocarburos, pero depende del comercio la obtención de casi todos los demás bienes y servicios, incluidos los más básicos.

De acuerdo con la cadena británica BBC, la vida de las personas no se ha visto afectada a pesar del bloqueo, porque los productos que hasta ahora ingresaban por la frontera terrestre con Arabia Saudita o por el puerto de Yebel Ali, en EAU, ahora están llegando desde Irán. Estas vías de acceso “se pueden reemplazar y, de hecho, las hemos reemplazado en un día”, declaró el emir Tamim bin Hamad al Thani. “Los cataríes pueden seguir viviendo en las mismas condiciones”, agregó Al Thani, que lidera –tal como lo ha hecho su familia desde el siglo XVIII– el país con el ingreso per cápita más alto del mundo.

El plan de seguridad alimentaria de urgencia del gobierno incluyó el envío de cinco aviones con toneladas de alimentos desde Irán y, de acuerdo con la agencia iraní Tasnim, tres barcos con 350 toneladas de alimentos. A su vez, el parlamento turco aprobó el envío de más soldados a la base militar que el país tiene en Catar, y Marruecos anunció que enviará a la pequeña nación aviones cargados de alimentos, “conforme a los preceptos del islam y de la ayuda mutua”, sobre todo porque estamos en el mes sagrado del Ramadán. De la misma manera, el gobierno de Irán abrió su espacio aéreo a los vuelos cataríes, luego de que Arabia Saudita, Bahréin y EAU le cerraran el suyo.

El conflicto ha dejado en el medio a Qatar Airways, una compañía aérea global que vuela a más de 150 destinos, obtiene ganancias por más de 2.000 millones de dólares anuales y es propietaria de 20% o más del grupo IAG, que controla Iberia, Aer Lingus, Vueling y British Airways. La empresa Catar Airways no sólo se ha visto obligada a cancelar vuelos, sino que ha tenido que desviar el resto y reubicar su centro de operaciones.

Las inversiones cataríes en el exterior constituyen desde hace tiempo una palanca para buscar apoyos fuera de la región, y varios analistas especulan acerca de que no ha habido ninguna acción militar precisamente porque muchos países dependen de los capitales o del gas catarí. El país ha aumentado su influencia internacional mediante una multitud de inversiones. Capitales cataríes son dueños de 17% del capital social de Volkswagen y 10% del Empire State Building en Nueva York. Las inversiones en Reino Unido alcanzaron los 46.000 millones de dólares en los últimos años en tiendas como Harrods y la segunda mayor cadena de supermercados en el país, Sainsbury, y en Francia tienen como el principal activo el club de fútbol Paris Saint-Germain, además del canal de deportes beIN. Catar es también el principal accionista en el grupo de medios Lagardere y las tiendas Printemps. Además, el país está en pleno desarrollo de las infraestructuras para el Mundial de fútbol de 2022, una adjudicación realizada por FIFA en 2010 y que provocó controversia.

Covfefe

En Catar también se encuentra la base aérea más grande que tiene Estados Unidos en Medio Oriente. Con capacidad para albergar a más de 10.000 efectivos, la base de Al Udeid juega un papel clave en las operaciones militares estadounidenses en la región, incluyendo la lucha contra el autodenominado Estado Islámico (EI).

Es también en Catar donde funciona Al Jazeera, una cadena de televisión satelital fundada en 1996 por el gobierno y sostenida por la familia real. Esta emisora es el principal canal de noticias del mundo árabe y paulatinamente se ha transformado en uno de los más importantes del mundo. La propia empresa estima que cuenta con una audiencia superior a los 270 millones de hogares.

Al mismo tiempo que Arabia Saudita, EAU, Baréin y Egipto anunciaban el bloqueo a Catar, los cuatro países bajaban la señal de los canales de televisión locales e impedían el acceso de su población a los sitios web de Al Jazeera. La medida puede ser vista como parte del bloqueo general al emirato por el diferendo que los enfrenta, pero la cadena está en el centro de las fricciones. Al Jazeera es un éxito mediático y comercial (tiene un acuerdo con la cadena de noticias estadounidense CNN desde los atentados a las Torres Gemelas, en 2001), y su estilo dinámico y sus críticas habituales a los dirigentes políticos de la región (algo bastante poco común en las cadenas estatales de la zona) atraen a millones de televidentes árabes. Las coberturas de Al Jazzera que más irritación causaron a los gobiernos vecinos fueron las de las primaveras árabes y, en particular, la del golpe de Estado en Egipto, por la que ha recibido la acusación de ser la portavoz de los Hermanos Musulmanes.

La actual crisis puede ser vista como un punto más de la línea de tiempo que comienza en 1995, cuando el padre del emir actual, Hamad bin Jalifa al Thani, depuso a su propio padre, pro saudita. En ese momento, la pequeña península hizo el primer envío de gas natural líquido desde el mayor repositorio del mundo, que comparte con Irán. Justamente Irán, el enemigo geopolítico de los jeques de Riad. La riqueza generada y acumulada desde entonces, convirtió a Catar no sólo en la nación más rica del mundo (está claro que no es la más igualitaria), con un Producto Interno Bruto per cápita de 74.667 dólares al año, sino que también la convirtió en el mayor exportador mundial de gas natural licuado. Este nuevo enfoque exportador e independiente le permitió sacudirse la tutela de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y librarse de la dominación de Arabia Saudita.

La acusación que pesa sobre Catar es la de un supuesto apoyo a algunas organizaciones islamistas, en particular al movimiento de los Hermanos Musulmanes y a Hamas. Los primeros son de origen sunita y se oponen a los gobiernos monárquicos de la región. Tienen especial influencia en Egipto y fueron perseguidos por el actual gobernante, Abdelfatah al Sisi, que también encarceló a Mohamed Mursi, el primer presidente electo democráticamente en el país, que pertenecía a ese movimiento.

A inicios de 2014, tanto Arabia Saudita como EAU y Baréin habían retirado a sus embajadores de Catar por este motivo, pero antes de finalizar el año las relaciones se volvieron a recomponer, porque las autoridades de Catar obligaron a algunos miembros de los Hermanos Musulmanes a abandonar el país.

Aunque estas acusaciones en contra de Catar no son nuevas, sí lo es que el país que las encabece sea Arabia Saudita, contra el que pesan acusaciones muy similares. Un año antes de elegir a Arabia Saudita como el destino de su primer viaje como presidente de Estados Unidos, Trump arremetió contra las autoridades de ese reino durante la campaña electoral diciendo: “¿Quién destruyó el World Trade Center? No fueron los iraquíes, fueron los sauditas. Miren a Arabia Saudita, abran los documentos”. Incluso sugirió que funcionarios de ese país habían sido cómplices de los ataques del 11 de setiembre de 2001 en Estados Unidos. Además, grupos islamistas como Al Qaeda y EI han sido vinculados con Arabia Saudita debido que se inspiraron en la corriente del islam sunita que ha promovido ese reino, el wahabismo, que reclama una aplicación estricta de la ley islámica.

El lunes, autoridades de Catar aseguraron que no negociarán con los países que lo bloquean si no deponen sus medidas. “Catar está bloqueado. No hay negociación. Tienen que levantar el bloqueo para empezar con las negociaciones”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores catarí, Mohamed bin Abdulrahman al Thani, economista, jeque y miembro del clan Al Thani. “Hasta el momento no hemos visto ninguna intención de levantar el bloqueo, que es una condición previa a cualquier paso para seguir adelante”, agregó, y mencionó que su país sólo reconoce a Kuwait como mediador en el conflicto.

Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de EAU, Anwar Gargash, aseguró el lunes que la mediación de Kuwait “será muy satisfactoria”, pero advirtió que los países árabes podrían continuar aislando a Catar “durante años” si este no cambia su política internacional.

“Cualquier asunto que no los afecte no está sujeto a negociación. Nadie tiene el derecho a interferir en mis asuntos. Al Jazeera es asunto de Catar, la política internacional catarí sobre temas regionales es asunto de Catar. No vamos a negociar sobre nuestros propios asuntos”, contestó el ministro de Relaciones Exteriores catarí, y aseguró que su país dependerá de otros estados si el boicot de sus vecinos continúa. “Tenemos un plan B que depende principalmente de Turquía, Kuwait y Omán”, destacó Al Thani.

El sábado 19, las fuerzas armadas de Catar y Estados Unidos concluyeron maniobras militares conjuntas que se extendieron por tres días. Hace una semana, se dio a conocer un acuerdo entre el secretario de Defensa estadounidense y su homólogo catarí, Khaled al Attiyah, por el que Catar adquiere 36 cazas de combate F-15. La operación, por un valor de 12.000 millones de dólares, es una muestra de la ambigüedad de la política del gobierno de Trump, pero también del apoyo del complejo militar de la principal potencia a Catar.