La globalización de los canales de streaming y la posibilidad que ofrecen de redescubrir series y películas que pasaron debajo del radar en su momento, o al menos no causaron el impacto que se esperaba, empiezan a dar señales de que la nueva “edad dorada” de la televisión mundial –estructurada originalmente alrededor de los canales de cable y televisión anglosajones– puede estar abriéndose a programas de otras lenguas y orígenes, como ha demostrado el auge de los policiales escandinavos, o la confirmación por parte de Amazon Europa de que el año que viene se estrenará la segunda –y un tanto demorada– temporada de Deutschland 83 (Alemania 83), la primera serie alemana que fue emitida en Estados Unidos (por el Sundance Channel) y la responsable de que ya se esté hablando de la posibilidad de un auge de la ficción alemana en la televisión mundial.

La producción televisiva de Alemania ha sido reconocida desde hace décadas por la buena calidad de sus programas culturales e informativos –similares en muchos aspectos a los de la BBC– y por lo pintoresco de sus productos de entretenimiento y música (muchas veces satirizados en programas humorísticos del resto del mundo). Sin embargo, las series de ficción nunca tuvieron un desarrollo comparable, no ya a sus equivalentes estadounidenses, sino siquiera a los de Francia, Italia o los países escandinavos, y de hecho los principales horarios de la televisión abierta alemana son ocupados por series extranjeras.

El punto de inflexión fue la miniserie Generation War (2013), que narraba la historia de cinco veinteañeros alemanes en la Segunda Guerra Mundial, alcanzó una gran repercusión internacional, y fue la causa de que varios artistas de nacionalidad alemana vinculados con la producción audiovisual (por ejemplo, Tow Tykwer, director de Corre Lola, corre –1998– y frecuente colaborador de las ahora hermanas Wachowski) se preguntaran si no era el momento de volver a desarrollar su trabajo en la Vaterland.

De hecho, Tykwer está embarcado desde hace unos años en una serie a estrenarse en Netflix y Sky que promete cambiar cualquier concepto de lo que era la televisión europea hasta ahora. Se titulará Babylon Berlin, nombre de un famoso cine sobre la plaza Rosa Luxemburg de la capital alemana, es un policial ambientado en los años 20, o sea en tiempos de la depresión económica posterior a la Primera Guerra Mundial y los orígenes del nazismo, y su costosa reconstrucción histórica y despliegue de producción ha demorado ya cuatro años su estreno, finalmente confirmado para octubre de este año.

En el ínterin el productor, Joerg Winger, y su esposa Anna –guionista y escritora– crearon una serie que trataba también del pasado alemán, aunque más reciente, del tiempo en que no había una Alemania sino dos, y mortalmente enfrentadas: Deutschland 83.

Cortando el telón

Aunque en términos históricos casi que fue anteayer, ya parece lejana la última década de la Guerra Fría, y muchos han olvidado lo cerca que se estuvo –o que se creía que se estaba– en los años 80 de que estallara una guerra nuclear entre el Estados Unidos de Ronald Reagan y la Unión Soviética de Yuri Andropov, con la línea divisoria entre las dos Alemanias como frontera y casi seguro primer campo de batalla. Es en ese ámbito que se desarrolla Deutschland 83, una serie que se estrenó a finales de 2015 y que sigue las aventuras del veinteañero Martin Rauch (Jonas Nay). Rauch es un discreto oficial de aduanas de la República Democrática Alemana (RDA, la Alemania oriental, alineada con la Unión Soviética), que tiene un gran parecido físico con Moritz Stamm, un brillante oficial y asistente de un importante general de la República Federal Alemana (RFA, la Alemania occidental, alineada con Estados Unidos), y eso hace que lo seleccionen para sustituir al rápidamente fulminado Stamm.

Inserto en las negociaciones de la instalación de los misiles nucleares Pershing en la RFA –en lo que fue una crisis similar a la de los misiles rusos en Cuba–, Martin/Moritz tiene que ingeniárselas para robar secretos militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (más conocida como OTAN), mientras vive el lógico choque cultural de alguien crecido en la RDA de Erich Honecker y de la todopoderosa policía secreta Stasi.

Tan sólo el somero resumen precedente alcanza para intuir la originalidad temática de la serie –emparentada en algunos aspectos con la notable The Americans, del canal FX, también ambientada en el mundo del espionaje en los 80, pero con un tono totalmente personal–, que tiene como personaje principal a un espía comunista, al servicio de un régimen al que hoy se identifica en Occidente como singularmente opresivo, pero que sin embargo no es un villano, y ni siquiera un cínico antihéroe, sino un joven afectuoso, valiente y patriota, que no dispone de artilugios supermodernos a lo James Bond ni es un guerrero invencible; un muchacho que un día está descubriendo a Duran Duran y los walkman, y al otro día robando planes de instalaciones de misiles.

Esto no implica que Deutschland 83 sea una oda al “socialismo real” y al gobierno de Honecker (muy por el contrario, el retrato político de la RDA es más bien siniestro y mediocre, aunque muestra a un país tan lleno de gente con emociones y sueños como cualquier otro), pero es difícil tomar partido por un bando de la Guerra Fría en esta serie, en la que los occidentales también son presentados como manipulables y sumisos ante los belicosos estadounidenses, hasta los pacifistas están infiltrados por agentes de la Stasi, y las infidelidades y traiciones de todo tipo – pero también los compromisos idealistas– abundan en todos los entornos.

De todos modos, si en algo resulta iluminadora Deutschland 83, no es tanto en sus ilustraciones histórico-ficcionales sobre las intersecciones de lo político y lo militar en un país convertido por completo en un muro simbólico, sino en lo divertida que es, eliminando en la práctica cualquier prejuicio sobre el exceso de solemnidad o seriedad del arte alemán, especialmente cuando revisa su historia. Deutschland 83 resulta ser tan adictiva como Breaking Bad (a la que recuerda por momentos en su capacidad para meter a Martin/Moritz en los más difíciles bretes y bajo las más amenazantes sospechas, y hacerlo zafar siempre gracias a su excepcional inteligencia y sus no menos asombrosos reflejos), pero además es insólitamente graciosa en su tratamiento de las diferencias culturales con las que el alemán oriental se encuentra al otro lado de la Cortina de Hierro, sobre todo en lo referido a la desigual tecnología doméstica de ambas realidades (hay una escena de desconcierto absoluto ante un disquete que es realmente hilarante hoy en día) y a la sorprendente torpeza –y venalidad– con que se mueven tanto los jerarcas de la inteligencia oriental como los de la occidental. De hecho –y esta es la única crítica que le han hecho a la serie quienes se toman todo muy en serio–, Deutschland 83 no deja nunca olvidar que es ante todo un entretenimiento. Uno que, como cualquier otro, puede incluir observaciones sociales o históricas, pero que pretende sobre todo que se pase bien, y para ello ni siquiera recurre a más que una mínima violencia. Si a eso le sumamos una banda de sonido con más éxitos de los 80 que cinco fiestas de la Noche de la Nostalgia juntas (la canción-cortina de la serie es el inolvidable hit tecno-pop germano “Mayor Tom”, de Peter Schilling), y un protagonista con un carisma muy poco frecuente, que combina la ingenuidad y la eficiencia con un estilo muy germano, es evidente que estamos hablando de un producto muy disfrutable y sin un pelo de tonto.

La ahora confirmada segunda temporada se llamará Deutschland 86, y como puede adivinarse estará ambientada tres años después que la ya conocida, en coincidencia con los tres años que demoró su producción. La demora se debió principalmente al escepticismo del canal productor, RTL, debido a que, pese al entusiasmo de la crítica, la recepción del público fue moderada. Sin embargo, Deutschland 83 se está probando como lo que los estadounidenses llaman un sleeping hit (un éxito durmiente), es decir, una de esas series que van ganando adeptos y prestigio en forma lenta y constante –el protagonista, el también músico Jonas Nay, se ha convertido mientras tanto en una gran estrella europea–, así que la expectativa respecto de su continuación es considerable, y la idea es llegar a una tercera temporada final llamada Deutschland 89, que culmine con la caída del Muro de Berlín.