Aunque la apreciación sobre su carácter de “mejor disco de todos los tiempos” u obra maestra del grupo ha fluctuado con el tiempo, el octavo disco de The Beatles sigue siendo celebrado como un hito de la cultura occidental. Las repercusiones de su medio siglo de vida dan prueba de ello.

En toda exageración hay siempre algo de verdad. Los Beatles simbolizaron tan bien la revolución cultural que se vivió en los años 60, que a veces pareció que eran ellos los responsables de esos cambios y que la sociedad los seguía. No fue así, pero esos adolescentes de clase media de la ciudad de Liverpool, que habían empezado tratando de imitar a sus ídolos rockeros estadounidenses de los 50, representaron mejor que nadie los cambios acelerados de la década siguiente y parecieron guiar a la primera generación de posguerra, que se fue abriendo paso entre las ruinas de un mundo que dejaba de existir y otro que parecía estar por inventarse.

De 1962 a 1970, The Beatles, la banda más popular de un planeta que comenzaba tímidamente su época de interconexión global, volvió masivas muchas cosas que estaban desarrollándose en forma simultánea en la música, la moda, el diseño y el arte. Valiéndose de nuevas herramientas como la televisión, innovaron en la manera de relacionase con el público y la prensa, reformulando la industria del entretenimiento. Con la ayuda de su mánager, Brian Epstein, construyeron una imagen nueva, distinta de todo lo conocido antes, con la mezcla justa de transgresión y respeto a lo establecido, que llegó a los públicos más amplios. Trabajaron con artistas plásticos y fotógrafos de vanguardia en las tapas de sus discos. E hicieron, claro, mucha música, excepcionalmente buena. En sólo siete años de carrera discográfica editaron 12 álbumes de larga duración (uno de ellos doble), un EP doble con seis temas (Magical Mystery Tour, luego ampliado en la edición estadounidense para convertirlo en un long play –LP–), y 22 simples, varios de los cuales contenían canciones no incluidas en sus álbumes. Esas canciones fueron tan variadas que expandieron el concepto de música popular, añadiéndole al rock elementos armónicos que no eran originalmente suyos, e incorporando instrumentos que no se habían usado en ese contexto.

Tomando distancia, es posible matizar la cantidad de innovaciones que se les han adjudicado, ya que en los mismos años en que los Beatles reinaron hubo una revolución cultural de la que ellos supieron alimentarse. Pero nadie hizo tantas cosas a la vez como ellos, y nadie obtuvo tal grado de aceptación y popularidad haciéndolas.

Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band es considerado por muchos su cenit creativo, lo cual es, por supuesto, mucho decir. El álbum, lanzado el 26 de mayo de 1967, es visto como el pasaje definitivo de la música pop del mundo del entretenimiento al del Arte. También se lo señala como el responsable de elevar el estatus del LP de simple colección de canciones a obra conceptual, de hacer del estudio de grabación un lugar de creación de nuevos hechos artísticos y de convertir al productor –en este caso, George Martin– en artista, entre muchas otras cosas.

Es innegable que Sgt Pepper’s significó un hito cultural en su época, tanto para The Beatles como para el mundo de la música popular, cuyos ecos todavía vivimos. Pero, a la vez, es un disco que no surgió de la nada y que, más que adelantarse a su tiempo, parece haberlo reflejado de manera ideal.

Antes y durante

En 1965, los Beatles habían editado dos álbumes –Help! y Rubber Soul–, que significaron un cambio muy importante en su música. Con ellos, el cuarteto parecía ponerse a tiro con los grandes cambios que se estaban dando en la música pop. Piénsese que en esa época ya se habían editado las canciones “You Really Got Me”, de The Kinks, “My Generation”, de The Who, y “Satisfaction”, de The Rolling Stones, que representaban el nacimiento de una cultura juvenil contrapuesta al mundo conservador adulto. Y que, en el mismo 1965, Bob Dylan ya había editado sus álbumes Bringing It All Back Home y Highway 61 Revisited, fundamentales para esa idea de que la música pop podía ser también “arte”.

En 1966, Brian Wilson, obsesionado con Rubber Soul y ansioso por superar la creatividad de los Beatles, cambió la noción de lo que una banda podía hacer en un estudio con el álbum Pet Sounds, de The Beach Boys. Los Beatles mostraron estar atentos a esos movimientos, y en el mismo año se despacharon con un par de canciones memorables –“Paperback Writer” y “Rain”– editadas en mayo en un disco simple, y con un LP editado en junio, aun más revolucionario.

El LP era Revolver, y además de reunir una colección de canciones casi perfecta, mostró una cantidad de caminos posibles para la música pop. Ese álbum profundizó en la idea del uso del estudio de grabación como un instrumento (que ya habían explorado los Beach Boys y antes Phil Spector), dejando un conjunto de innovaciones técnico-creativas que son usadas hasta el día de hoy.

En agosto de 1966, los Beatles dejaron de tocar en vivo. Para los estándares de la época, dedicaron un tiempo inusualmente largo a grabar su nuevo disco (casi siete meses), y eso aumentó, obviamente, las expectativas.

Tal como pasó con Revolver, editaron antes, en febrero de 1967, un simple que mostraba de qué venía la cosa: incluía las canciones “Strawberry Fields Forever” y “Penny Lane”, que originalmente habían sido pensadas para formar parte del LP. Las dos profundizaban las experimentaciones de Revolver, especialmente “Strawberry Fields...”, que, al igual que “Tomorrow Never Knows”, incluida en aquel disco, tenía un arreglo musical imposible de replicar con instrumentos “convencionales”. La canción, mayormente compuesta por John Lennon, es una de las mejores baladas del grupo; pero más allá de eso, su particular sonido, resultado de manipular velocidades de reproducción para mezclar dos tomas grabadas en diferentes tempos y tonalidades, le da al tema una personalidad única.

Ese simple dejó la vara altísima para el LP que estaba por venir, pero Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band fue un clásico instantáneo, y ese estatus no se lo dio sólo la música. Estaba su increíble tapa, con el grupo personificando a La Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pimienta rodeada de un conjunto de personalidades que la naciente contracultura había hecho suyas, desde Edgar Allan Poe a Mae West, pasando por Karlheinz Stockhausen, Karl Marx, Bob Dylan, Marilyn Monroe, William S Burroughs, Lenny Bruce y un largo etcétera. También la falta de intervalos de silencio entre los temas, que reforzaba la idea de obra total, y la inclusión –por primera vez en un álbum de rock– de las letras de las canciones. Hay que decir también que, a diferencia de Revolver, Sgt Pepper’s... tuvo un marketing previo acorde: durante meses se habló de que The Beatles estaba preparando algo distinto y revolucionario.

El concepto, ideado por Paul McCartney –el principal impulsor de este disco–, de que no eran los Beatles quienes estaban tocando, sino la banda del Sargento Pimienta, intentaba darle al disco una integralidad conceptual que en verdad no tenía, pero profundizaba la idea del álbum como obra artística.

El estudio de grabación fue usado en forma mucho más consciente como un laboratorio de creación (algo que aburrió mucho a Ringo Starr y George Harrison). Se repitieron muchas de las innovaciones de Revolver, como el uso de la compresión directa, la toma con micrófonos cercanos de los instrumentos, la variación de velocidad de las cintas o el recorte y pegue de estas para generar texturas. Además, en el rubro técnico se añadió la novedosa utilización de “cajas directas” para grabar instrumentos como el bajo eléctrico (permitiendo su conexión a la consola, que en realidad no es “directa”, sino intermediada por ese dispositivo), por lo cual podemos apreciar mucho mejor los grandes arreglos de McCartney.

Con Sgt Pepper’s... los Beatles se situaron justificadamente a la vanguardia de un momento excepcionalmente creativo. Pero hay que pensar que una cantidad de cosas estaban pasando al mismo tiempo ese año, más allá de todo lo que ya había pasado en 1966.

Un poco antes de Sgt Pepper’s..., Jimi Hendrix había editado Are You Experienced?, su primer álbum, que también ayudó mucho a expandir el concepto de lo que se consideraba música popular, de forma quizá más radical. Al mismo tiempo –y en el mismo estudio– que los Beatles, Pink Floyd, de la mano de Syd Barrett, estaba grabando su álbum debut, The Piper at the Gates of Dawn. Antes, y de forma mucho menos masiva, Frank Zappa también había destrozado los límites del pop con FreakOut!, y en el grupo The Velvet Underground, Lou Reed y John Cale habían creado un nuevo universo sonoro con su disco debut (editado después que Pepper’s pero grabado antes). En suma, la idea de que el rock y el pop podían ser arte estaba instalada antes de Sgt Pepper’s, las innovaciones técnicas y conceptuales que ese disco profundizó ya habían sido utilizadas por los mismos Beatles en Revolver, y bastante antes se habían editado “álbumes conceptuales” más dignos de ese nombre.

¿El mejor?

Más allá de las novedades que implicó, lo más importante de Sgt Pepper’s, como en el caso de cualquier otro disco, es su contenido. Los Beatles estaban en un momento superlativo como creadores, y lo habían demostrado in crescendo en sus tres discos anteriores. En ese sentido, es difícil decir que este haya sido su mejor álbum.

Lo que era el primer lado en el formato de vinilo tiene un altísimo nivel. El tema que da nombre al disco y la notable “With a Little Help from My Friends”, que conforman una introducción de la banda ficticia de Pepper y aportan el único pasaje genuinamente “conceptual” del disco, son clásicos incombustibles. Lo mismo pasa con el himno psicodélico “Lucy in The Sky With Diamonds” y con las excelentes (y aun hoy tan modernas) “Getting Better” y “Fixing a Hole”. La melancolía rebelde (pero a la vez comprensiva) de “She’s Leaving Home”, con su arreglo de cuerdas tan poco beatle (es el único tema no arreglado por George Martin), le da otro tono al disco, que vuelve a cambiar con el circense “Being for the Benefit of Mr Kite”.

El lado 2 no es tan sólido. La única canción de Harrison (muy prescindente en este álbum) sigue la interesantísima línea de “Love You To” en Revolver, introduciendo en el pop occidental recursos de la música clásica de India. Pero, más allá del simpático “When I’m Sixty-Four”, temas como “Lovely Rita” o “Good Morning” están bastante por debajo del nivel de los discos anteriores del cuarteto.

El disco termina, sin embargo, con una de las mejores canciones de los Beatles. “A Day in the Life” es el resumen casi perfecto de lo mejor de esa etapa: experimentación radical, uso creativo de elementos de mundos muy distintos, una excelente y recordable melodía y una letra surrealista, cinematográfica y conmovedora. Es curioso que, siendo Paul McCartney el beatle que en ese momento estaba más abierto a lo vanguardista, y quien tomó las riendas del Sgt Pepper’s..., haya sido John Lennon el que se despachó con las canciones más radicalmente experimentales de esa época, como “Tomorrow Never Knows”, “Strawberry Fields”, “A Day in the Life” y “I Am the Walrus”.

¿Es Sgt Pepper’s... un disco sobrevalorado? Es muy posible que sí, y de hecho el tiempo ha hecho que la unanimidad sobre él se haya ido perdiendo. Si de algo sirven los rankings, es para ver cómo van cambiando las opiniones y apreciaciones sobre las obras. Aunque Sgt Pepper’s... ande siempre por ahí en las listas de los “mejores discos de rock de todos los tiempos”, otros de los propios Beatles –como Revolver, por ejemplo– han ido superándolo en preferencias.

A la distancia es fácil, como se vio, matizar en qué medida fue innovador y verlo como una obra que acompañó el aire de su tiempo. Pero no es fácil, en cambio, matizar su valor simbólico, y ahí el Sargento Pimienta sigue ganando. En su época, por ser los Beatles quienes eran y porque su llegada era global, tuvo una enorme influencia. Fue, para poner ejemplos cercanos, la obra que inspiró a Los Shakers para hacer La conferencia secreta del Toto’s Bar (1968), que a su vez inspiró, al otro lado del Río de la Plata, a Luis Alberto Spinetta y a Charly García. Fue el álbum que marcó a El Kinto de Eduardo Mateo y Ruben Rada, y a Caetano Veloso y Gilberto Gil, fundadores del tropicalismo brasileño.

Sgt Pepper’s... tal vez haya sido demasiado pretencioso, y quizá se han exagerado un poco sus innegables virtudes, pero medio siglo después seguimos escuchándolo y escribiendo sobre él. Algo muy importante sigue teniendo ese disco creado por cinco personas (los Beatles y George Martin) en la cima del mundo que se arriesgaron a hacerlo, tomando debida nota de todo lo que estaba pasando a su alrededor.