La “trama rusa” –como se le llama a la posible injerencia de Rusia en las últimas elecciones de Estados Unidos para favorecer a Donald Trump– tuvo un nuevo capítulo esta semana. El lunes de noche, la revista digital The Intercept publicó fragmentos de un documento de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) que aseguraba que el Kremlin intentó ingresar en el sistema electoral estadounidense más de 100 veces en los meses previos a las elecciones de noviembre.

El documento fue filtrado por Reality Winner, una analista de la consultora Pluribus International que fue contratada por la NSA en febrero y tenía autorización para manejar información clasificada como “altamente secreta”. Winner, de 25 años, fue detenida el fin de semana, acusada de cometer un delito contra la seguridad nacional, manifestó el Departamento de Justicia en un comunicado. Según la versión oficial, la joven imprimió la información clasificada el 9 de mayo y la extrajo de la propiedad de la NSA de Georgia –donde trabajaba– para enviarla a The Intercept.

De acuerdo con el texto en cuestión, el Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU, por sus siglas en ruso) lanzó un ciberataque en agosto de 2016, “evidentemente para obtener información con el software electoral y las aplicaciones del hardware”. Agrega que “los autores probablemente emplearon la información para acometer una campaña de spear-phishing dirigida a las entidades locales de registro electoral”. Esta práctica consiste en realizar una operación contra un grupo o una organización específica para obtener sus datos. En este caso, los hackers rusos habrían enviado correos electrónicos desde cuentas falsas –firmadas por Google y otras empresas reconocidas– a funcionarios electorales y a compañías asociadas al registro de voto, para apoderarse de las contraseñas.

El informe de la NSA no especifica si los ataques fueron exitosos o si tuvieron consecuencias en el resultado electoral. En todo caso, da por seguro que el responsable fue el servicio de inteligencia militar ruso. Sin embargo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, sigue negando cualquier implicación de su gobierno en la campaña estadounidense. “Esa afirmación no se corresponde en absoluto con la realidad. No hemos visto ningún argumento en favor de la veracidad de esa información y, por tanto, rechazamos tajantemente la posibilidad de que eso haya podido ocurrir”, dijo ayer a la prensa el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. El propio Putin reiteró el viernes, durante el Foro Económico de San Petersburgo, que los servicios de inteligencia de Estados Unidos “no tienen ninguna prueba” que demuestre la injerencia de Moscú en el proceso electoral de ese país.

Las principales agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos –la CIA, el FBI y la NSA– investigaron la injerencia rusa en los días finales del mandato de Barack Obama y concluyeron que Putin “ordenó una campaña en 2016 contra las elecciones presidenciales de Estados Unidos”. Ese informe, dado a conocer días antes de que Trump asumiera la presidencia, aseguraba que “el objetivo de Rusia era socavar la fe pública en el proceso democrático, denigrar a [la ex candidata presidencial Hillary] Clinton y dañar su elegibilidad y potencial presidencia”. El texto concluía que “Putin y el gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por Trump”.