Hace 50 años que Daniel Montovani, un argentino ganador del premio Nobel de Literatura, no vuelve a su pueblo, inspiración de su obra escrita en Europa. Ya convertido en una celebridad, decide asumir ese desafío, pero no imagina cómo será recibido ni sospecha las tensiones que surgirán en la medida en que él no se adecue al personaje que todos construyeron en su ausencia. El protagonista, interpretado por Oscar Martínez con magistrales vaivenes del humor al drama, alternará el éxito y el tedio, la soberbia y el desdén. Esa es la temática de la película El ciudadano ilustre, dirigida por la dupla de culto que han consolidado los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn (responsables de Yo presidente –2003, con entrevistas a Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner–; El artista –2006–; y El hombre de al lado –2008–).

Luego de que el film ganara los premios Goya (español) y Ariel (mexicano) a la mejor película iberoamericana y de que Martínez se convirtiera en el primer latinoamericano en obtener la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia, el sábado, en la ceremonia madrileña de entrega de los premios Platino, El ciudadano ilustre ganó los galardones a mejor película, mejor actor y mejor guion.

Esta cuarta edición de los Platino, dedicados al cine iberoamericano y organizados por la Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales y la Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales, estrenó una nueva categoría, dedicada a miniseries, en la que triunfó Cuatro estaciones en La Habana, una coproducción de España, Alemania y Cuba que se puede ver mediante Netflix. Con dirección del español Félix Bizcarte, tiene cuatro capítulos de 90 minutos cada uno, que retoman las historias de la tetralogía literaria del cubano Leonardo Padura formada por Pasado perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998), adaptadas por el propio autor y su esposa, Lucía López Coll. Por medio del escéptico detective Mario Conde, interpretado por el emblemático actor, director de cine y pintor cubano Jorge Perugorría, Padura realiza un complejo y pausado retrato de la realidad cubana que incluye corrupción, tráficos ilegales y sueños lejanos de los logros de la revolución.

Pasado perfecto fue la segunda novela de Padura, y la primera en la que apareció Conde, un personaje perdido entre su tiempo, su espacio y su amor por los libros. El año pasado, cuando el escritor conversó con la diaria, habló de esa tetralogía y explicó que el detective correspondía a un hombre de su generación, “con las mismas experiencias, las mismas expectativas y los mismos desencantos. Lo creé como policía porque no era verosímil que alguien que no fuese policía investigase un crimen de sangre. Estamos hablando de una novela que escribí en 1990-1991. Se refería a un pasado que ocurría en 1989, y después decidí que las cuatro novelas transcurrieran ese mismo año, para que hubiera cierta coherencia en la realidad cubana que se pierde a partir de 1990, con la crisis que se empieza a vivir en el país. Mario Conde vive en un barrio como el mío, tiene gustos literarios muy parecidos a los míos, practica alguna de las religiones que yo practico –ninguna tiene que ver con lo trascendente– pero, por supuesto, tiene un oficio diferente al mío, y una historia personal diferente”.

Tanto en la película que Padura hizo con Laurent Cantet, Regreso a Ítaca (2016), como en la serie y en sus libros se presenta a la primera generación educada tras la revolución como un muestrario de tipos diversos que, en su mayoría, están paralizados por el miedo y acorralados por la escasez y la frustración, como si todo se hubiera vuelto parte de aquel “baile extraño” definido por José Martí en sus Versos sencillos (1891). Para Padura, la realidad cubana es rica y contradictoria, y eso es lo que trabaja en el conjunto de sus obras. “Hay de todo: ahora mismo [continuaba diciendo el año pasado] hay triunfadores económicos, por ejemplo. Hay gente que se fue, gente que se quedó. Gente que creyó y ahora dejó de hacerlo, gente que nunca creyó, otra que sigue creyendo. La actitud de la gente de mi generación con respecto a la realidad cubana no se reduce a un solo estereotipo. Creo que en Máscaras [1997] hay una descripción de todas las posibles actitudes de esa generación, cuando Conde va a una fiesta gay en La Habana y se califica a sí mismo de machista estalinista. Hace poco un periodista me preguntó: '¿Conde realmente es estalinista?'. Y le dije: 'Mira, no entendiste absolutamente nada de lo que es ser un machista estalinista', porque es ser un machista fundamentalista, y Conde lo dice en un sentido totalmente irónico, en medio de una fiesta gay, donde además está tratando de ligar con una muchacha. Le dice: 'Tienes que ligar conmigo, que soy la única opción que tienes' [...]. Creo que hay un retrato de esa generación, que está presente no sólo en las de Conde, sino en todas mis novelas”.

En la ceremonia, tanto Bizcarte como Perugorría le dedicaron el premio a Padura, que en 2015 recibió el premio Princesa de Asturias de las Letras: “También lo dedico a La Habana, que es la protagonista de esta historia y también la protagonista de mi vida”, recalcó el actor.

Según algunas crónicas, el momento más emotivo de la noche lo aportó Pedro Almodóvar cuando recibió el Platino a mejor dirección por Julieta y se lo dedicó a “los cientos de miles de familias españolas que siguen buscando a sus desaparecidos durante la guerra” civil. En esa película, que fue protagonizada por Adriana Ugarte y Emma Suárez, Almodóvar apostó por un minimalismo narrativo que lo distancia de su producción anterior, al adaptar una serie de relatos de la escritora canadiense Alice Munro. El resultado es una especie de drama griego sin opulencias, en el que se cruzan una muerte, una hija adolescente que se distancia de su madre, y el esfuerzo de esta por recomponerse tras el dolor de la pérdida: un rompecabezas circular, en el que la mayor de las mujeres avanza conformando un relato en torno a su vida y a la intriga sobre el vínculo con su hija.

Saudade

El premio a la mejor actriz fue para la sublime Sônia Braga por su papel en el largometraje brasileño Aquarius, dirigido por Kleber Mendonça Filho. Estrenado en el Festival de Cannes, es la historia de una crítica musical que se niega a vender el apartamento en el que vivió los mejores años de su vida, y por eso debe soportar las mafiosas presiones de la corporación inmobiliaria que intenta desalojarla. Con este protagónico, Braga volvió, después de 20 años, a trabajar en una película hablada en portugués.

Otros galardones fueron otorgados a Desde allá, la ópera prima del venezolano Lorenzo Vigas, que ya se había quedado con el León de Oro en Venecia, y al actor californiano de origen mexicano Edward James Olmos, que recibió el premio de honor por una extensa carrera que incluye recordados papeles, entre ellos el del teniente Castillo, de la serie de televisión Miami Vice (1984-1990), y el de Gaff en Blade Runner (1982), de Ridley Scott.