El Congreso de Estados Unidos trató dos iniciativas de las que dependen promesas de campaña de Donald Trump. Por un lado, se debatía nuevamente en el Senado sobre el Obamacare, una buena noticia para el presidente. Por el otro, se refrendaron en la Cámara de Representantes las nuevas sanciones a Rusia ya aprobadas en el Senado.

Con respecto al Obamacare, Trump auguraba ayer “un gran día” y una posible “gran victoria para el pueblo”, ya que era la “última oportunidad” para elegir entre “los arquitectos del Obamacare” y “las víctimas de la ley”. Sin embargo, los senadores estadounidenses no sabían ayer si iban a acudir a la cámara alta a votar para derogar la ley y reemplazarla por otra, o derogarla directamente y preparar una distinta con un plazo de dos años. El diario Washington Post informaba de una tercera vía, que sería la posibilidad de revocar partes de la ley que creen consenso en un primer momento, y así ganar tiempo para que los sectores más radicales y los más moderados del Partido Republicano se pongan de acuerdo para implementar una nueva legislación.

Ayer el vicepresidente, Mike Pence, presidente del Senado, tuvo que desempatar en la votación para iniciar el debate al respecto, que dividió a los senadores en 50 a favor y 50 en contra, y se preveía un largo debate.

El líder del Partido Demócrata en el Senado, Chuck Schumer, calificó de “completamente desconcertante” el hecho de que los senadores llegaran a la sesión sin saber antes qué se iba a votar exactamente. La derogación de esta “tortura para el pueblo estadounidense” –tal y como el presidente calificó al Obamacare– sigue siendo una de las medidas más polémicas del mandato de Trump.

Otra de las grandes promesas de Trump en campaña fue el descongelamiento de las relaciones con Rusia y el acercamiento entre los dos países para una posible alianza estratégica. En un principio, no parecía que el presidente estadounidense fuera a cumplir esas promesas, y aumentó la tensión con Moscú en Siria. Pero después de la larga reunión mantenida entre Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, durante la cumbre del G20, era imaginable una mejora en la relación entre sus gobiernos. Sin embargo, los senadores estadounidenses elevaron a la categoría de ley las sanciones previamente impuestas durante el mandato de Barack Obama por la invasión de Crimea y la guerra en Ucrania. A la vez, también se elevan a la categoría de ley las sanciones ejercidas contra Irán y Corea del Norte.

Así, el Senado aprobó estas nuevas sanciones con 97 votos a favor y únicamente dos en contra, lo que demuestra la clara apuesta del Congreso en seguir la misma línea beligerante con el país eslavo. El último paso para consolidar este movimiento estaba en manos de la Cámara de Representantes, que lo refrendó sin mayores problemas. El mayor peligro para la aprobación de la nueva ley habría sido que Trump hubiese ejercido el veto presidencial, pero al haberse alcanzado una mayoría de dos tercios de apoyo en el Congreso, ni siquiera tuvo la necesidad de hacerlo. De esta manera, los organismos legislativos se aseguran el control de una de las facetas más importantes de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos.

Mientras tanto, integrantes del gobierno ruso han alertado de que las nuevas sanciones no sólo perjudican a Rusia sino al propio Estados Unidos, ya que se pondrían en riesgo proyectos económicos que Rusia tiene con terceros países, como algún integrante de la Unión Europea. El viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Riabkov, manifestó: “Lamentablemente, este proyecto de ley puede ser aprobado. Estamos alarmados por el hecho de que bajo los cimientos de las relaciones entre nuestros países se coloca una mina muy peligrosa”. Riabkov agregó: “Todo esto es muy alarmante. No vemos ningún indicio de que remita la histeria rusófoba que se ha apoderado de todo el Congreso de Estados Unidos”.