La carpa ubicada sobre Francisco Llambí en la esquina con Rivera estaba llena. La rodeaban cientos de personas atentas a lo que ocurría dentro. El Movimiento Educadores por la Paz inauguró ayer una estela en homenaje al maestro y periodista Julio Castro, en la esquina donde, hace 40 años, fue secuestrado. El maestro salía de la casa de Efraín Quesada, su amigo, y probablemente se dirigía a la de Óscar Lebel. Los tres formaban parte de un grupo que colaboraba para que perseguidos políticos uruguayos pudieran ingresar a la embajada de México en Montevideo, y así lograr asilo para irse del país. Castro, en cambio, no quería irse, si bien ya había sido detenido por la dictadura y sabía que lo seguían. Prefería quedarse “a ayudar a los compañeros”, explicaba en algunas cartas.

Dos personas lo detuvieron en esa esquina, a media mañana del 1º de agosto de 1977. El operativo era dirigido por el oficial Juan Ricardo Zabala, quien lo trasladó a La Casona, un centro clandestino de detención del Servicio de Información de Defensa (SID) que estaba en Millán y Loreto Gomensoro, donde fue torturado hasta su asesinato, el 3 de agosto. Sus restos fueron hallados en 2011 en el Batallón de Paracaidistas Nº 14 en Toledo, Canelones, e identificados ese mismo año. Zabala, del SID, fue absuelto en 2015 por la Suprema Corte de Justicia (SCJ); pese a que el propio Zabala reconoció haber detenido y trasladado a Castro, la SCJ consideró que no había pruebas suficientes para procesarlo como autor de su homicidio.

La estela, diseñada por el arquitecto Daniel de León, es un tótem de hierro que explica que en ese lugar fue secuestrado el maestro y periodista, y que lo hace, además, recordando el contorno de sus característicos lentes.

El maestro y periodista

Víctor Brindisi, maestro e integrante del Movimiento Educadores por la Paz, destacó la contribución de Castro “al pensamiento pedagógico nacional y latinoamericano, con un enfoque adelantado para su época y revolucionario en su concepción”, y resaltó la prioridad que Castro les dio a la alfabetización “como cuestión política” y al “valor pedagógico de la prensa”. También recordó algunas de sus muchas publicaciones sobre pedagogía, la escuela rural, su trabajo en el semanario Marcha junto a Carlos Quijano y algunas de sus actividades colectivas, como las misiones pedagógicas en el interior del país, la organización de congresos de maestros rurales y su recorrida por el continente, que derivó en la publicación de Cómo viven los de abajo en América Latina. Brindisi aseguró que la deuda de la sociedad uruguaya con Castro “es muy grande”, y recordó que el 1º de agosto se celebra el Día del Detenido Desaparecido de la Enseñanza, en su nombre y en el de cerca de 20 docentes que fueron desaparecidos durante la dictadura. “Basta de mentiras. Basta de impunidad. Nos mintieron a todos, a su familia, a la sociedad en su conjunto”, reclamó Brindisi, “nos siguen mintiendo al ocultarnos la verdad”.

Elías Portugal, dirigente de la Federación Uruguaya de Magisterio, recordó que Castro fue también fundador del gremio de maestros y constructor de la unidad del magisterio nacional. José López Mazz, quien encabezaba el Grupo de Investigación en Antropología Forense cuando fueron hallados los restos de Castro, reafirmó su “compromiso con la verdad y la justicia”, mientras que el intendente de Montevideo, Daniel Martínez, aseguró que la estela debe ser “una invocación a los valores, a saber que hasta que no exista verdad y no exista justicia, la lucha continúa”.

El padre y el amigo

Juliana Rosales, una de las nietas de Julio Castro presentes en el acto, leyó una carta de su madre, Hebe Castro, en la que expresa su deseo de que la estela colocada en esa esquina, que se convirtió en “el lugar infame en que se inició su muerte, así como el lugar en que comenzamos a buscar la verdad”, “sea una señal para que la búsqueda continúe, que no quede sólo el recuerdo, sino que la historia algún día levante el sórdido velo que ha ocultado hasta ahora por qué y quién decidió su muerte”. La hija del maestro asegura en la carta que “sólo encontramos sus restos, no la verdad”.

Julio Arredondo, maestro e integrante del Movimiento Educadores por la Paz, fue el encargado de leer una carta que había enviado especialmente Miguel Soler, también maestro y amigo de Castro. “Durante 40 años, durante 40 agostos, nos hemos reunido para recordar a este hombre justo, bueno, cordial y sabio”, comenzaba la carta, que invitaba a que la estela sirva “para que quienes pasen por esta esquina montevideana le dediquen un instante de homenaje, recogimiento y reivindicación, para que sobre todo los escolares quieran saber, y exijan de sus maestros, quién fue Julio Castro”. “Hago votos para que esas verdades, que por 40 años fueron verdades ocultas –por qué lo asesinaron, quién lo asesinó–, sean conocidas, y la Justicia cumpla de una buena vez su obligación legal de esclarecer los hechos y aplicar el peso de la ley a los culpables. Tantos agostos son ya demasiados”.