El sábado, el cine moderno de terror perdió a otro de sus grandes: a la reciente muerte de George A Romero, el padre de los zombis que, con La noche de los muertos vivientes (1968), definió el arquetipo de un subgénero, se suma la de Tobe Hooper, director del clásico La masacre de Texas (1974, conocida como El loco de la motosierra por su edición en VHS) y del también clásico Poltergeist (1982). Ambos formaron parte de una generación que redefinió las herramientas narrativas del cine del género, aun con limitados recursos de producción, y en algunos casos convirtieron sus historias en logradas herramientas de expresión política.

La masacre de Texas –que se rodó con menos de 150.000 dólares– convirtió a Hooper en una celebridad, y como se advierte desde un comienzo, el guion original se inspiró en las matanzas a mediados de los años 50 de Ed Gein, un psicópata de Wisconsin, que también inspiró Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock: la historia comienza con un grupo de amigos que viaja a Texas para comprobar si en verdad fue profanada la tumba de un pariente de dos de ellos, hasta que los detiene el ataque de una familia de caníbales, entre cuyos integrantes está el atroz Leatherface (“cara de cuero”), con una singular inclinación a utilizar herramientas como armas. En el trasfondo de esa trama está el hallazgo de un horror profundo, encarnado en la propia naturaleza de un grupo perverso, a kilómetros de distancia de lo socialmente aceptable, que conserva ciertos roles y rituales de una familia “normal”, y de algún modo sugiere que Estados Unidos se había vuelto –o siempre había sido– un escenario mucho más oscuro y sin ley que lo que estaba dispuesto a aceptar. Por su intensa violencia (que, sin embargo, no es típicamente gore), fue prohibida en varios países, pero, al igual que La noche de los muertos vivientes, se convirtió en un hit de taquilla, que multiplicó con creces la inversión de los productores. Recordando el día que vio por primera vez aquella película, Wes Craven, otra leyenda del género, dijo que “parecía que alguien hubiera robado una cámara y se hubiera puesto a matar gente. Tenía una energía salvaje que yo no había visto nunca, sin ninguno de esos bálsamos que lo suavizan todo. Pasé un miedo atroz”.

Después Hooper filmó Eaten Alive (1977), sobre un cruel asesino de los pantanos de Louisiana, y cinco años después llegó su segundo gran éxito, Poltergeist, escrita y producida por Steven Spielberg. Esta vez abordó la historia de una familia que se enfrenta a las complejidades de vivir en una casa encantada; coqueteando con los temores a la tecnología y a la disolución familiar, logró que se convirtiera en la octava película más taquillera de 1982 y, con el paso de los años, en un film de culto. Le siguieron un gran número de films, como Lifeforce (1985); una secuela de La masacre de Texas en 1986, más próxima a la comedia y con la intervención de Dennis Hopper; e Invasores de Marte (1986). Su última obra fue Djinn (2013), que se rodó en Emiratos Árabes Unidos sin la menor repercusión. En paralelo, también se destacó con algunos trabajos para la televisión, como la adaptación en 1979 de El misterio de Salem’s Lot (para muchos, la mejor obra de Stephen King), y los episodios “Dance of the Dead” y “The Damned Thing” de Masters of Horror.

Aunque no fuera su proyecto más conocido, varios medios señalan que uno de sus mejores trabajos fue la novela Midnight Movie (2011), tal vez porque, según Hooper, “un libro es una película en la mente” y “escribir una novela es más libre que rodar una película, y con menos ejecutivos implicados”.