No necesita presentación. Con más de medio centenar de discos editados y 74 años de vida, Pablo Milanés es uno de los máximos exponentes de la ya clásica “nueva trova” de Cuba, surgida en la década de 1960, aunque sus primeros pasos se relacionaron con la tradición cubana del filin (por feeling, “sentimiento” en inglés), enraizada a su vez en el bolero y con influencias del jazz. El cantautor vendrá con su espectáculo Canciones para siempre, en el que repasará lo mejor de su extensa carrera. La cita es el sábado 2 de setiembre, en el Auditorio Adela Reta del SODRE (con entradas 2x1 para suscriptores de la diaria).

–Estuve repasando sus discos. Este año editó Amor (2017), grabado con su hija Haydée. Y el año pasado, Flores del futuro, con el pianista Miguel Núñez. Está en un período prolífico.

–Sí, y tengo que decirle algo para que se actualice todavía más: acabo de terminar un disco de standards norteamericanos, cantando en inglés [un standard es una composición cuya popularidad la ha vuelto frecuente en los repertorios, en este caso, del jazz]. También estoy terminando un disco de salsa. Yo ya había tenido una experiencia de música de salsa con Andy Montañez, un histórico y extraordinario salsero puertorriqueño. Incluso gané un Grammy con ese disco [Líneas paralelas, de 2005], pero no tenía canciones mías; entonces, ahora preferí hacer uno con canciones mías –nuevas y antiguas–.

–¿Cómo surgió la idea de grabar standards estadounidenses?

–Hace años que lo quería hacer. Tengo que confesar que esa idea fue original del pianista Chucho Valdés, que quería hacerlo conmigo, y yo me embullé muchísimo porque ya había grabado un disco con él. Pero los compromisos de ambos nos han impedido hacerlo, entonces, le pedí permiso a Chucho para trasladar la idea hacia un excelente trío de jazz de jóvenes cubanos. Son canciones de aquellas famosas y clásicas norteamericanas. Creo que hice una selección bastante dura de cantar, pero lo he terminado. Vamos a ver qué opinión tiene el público.

–¿Puede adelantar cuáles son algunos de esos temas que grabó?

–Empiezo el disco con “Fly Me to the Moon”. También grabé “Stardust”.

–¿Vio que los tres últimos discos de Bob Dylan son de standards popularizados por Frank Sinatra?

–Sí, y este inglés, [Rod] Stewart, también había grabado uno; muy bonito, por cierto. La diferencia es que yo soy latino y soy el primero que hace eso en la historia. Porque he estado averiguando y algunos lo hicieron pero grabado en español, y otros mezclado, no completo. Yo hice diez standards completos.

–Supongo que cantar en inglés fue un desafío.

–Sí, indudablemente, pero yo tuve esa experiencia ya cuando era más joven. Cantaba todo esto a los 20 años, en 1963, en los clubes nocturnos de La Habana, donde había un público extraordinario y el jazz imperaba en todos esos lugares. Crecí con todo eso, antes de conocerme como un miembro activo del nuevo movimiento de la canción, que se consagró en 1968, conocido como “nueva trova”.

–Es loable que no tenga prejuicios con la cultura estadounidense, porque a veces los hay...

–Eso fue una barbaridad que existió en los años 60 en Cuba, pero no se ha vuelto a repetir. Fue una barbaridad cultural que no puede pasar. Son notas estalinistas que no tuvieron repercusión.

–Leí por ahí que no quiere hablar más de política, al menos públicamente.

–No, por favor. Para hablar de política prefiero hacerlo sobre [el ex presidente José] Pepe Mujica, nada más, que es lo único que vale de América Latina, y quiero que ustedes estén orgullosos de él, porque de ningún político se puede hablar. Bueno, excepto de [Rafael] Correa, y ahora de Lenín Moreno, que viene con un discurso bastante progresista y revolucionario. A Evo Morales también lo aplaudo y, de paso, le pido que cese en su mandato y deje pasar a otras tendencias. Pero excepto eso, no hablo nada, porque no vale la pena hablar de política en estas épocas. Es muy turbia, sucia, especulativa y tendenciosa. Hacen demasiadas concesiones unos a otros. No tiene nada que ver con la realidad del ser humano, que es de otra manera. No puede ser tan bajo e injusto.

–¿Qué lo cautiva de Mujica?

–Tuvo ideas revolucionarias, las llevó a cabo, preso y torturado durante 14 años, salió, perdonó, hizo un país extraordinario y ahí lo tiene. No ha hecho una sola concesión en su vida y es un revolucionario extraordinario. Mire qué fácil.

–Hablando de revolución: ¿cómo ve a la canción popular latinoamericana hoy? Se perdió la veta de protesta.

–Es que los medios, la prensa, la televisión, las redes sociales, etcétera, han llevado a la canción popular verdadera hacia una marginalidad. La buena canción ya no se puede escuchar. Uno ya no conoce a un compositor de calidad porque lo tienen mutilado y censurado. Es mucho más fácil hacer negocios con canciones que hablan de cualquier grosería y que trascienden de tanto que las repiten. Embaucan al pueblo de esa manera, y a la misma vez, para las compañías, los medios y el propio artista, es un negocio. Eso es lo que está funcionando en el mundo ahora. La música popular es un gran negocio, nada más que eso.

–Pero todavía hay situaciones por las que protestar.

–No solamente protestar, sino también expresar cualquier sentimiento de una manera más digna, hermosa y espiritual.

–Fíjese que en la actualidad lo que más suena en América Latina es “Despacito”, de Luis Fonsi, que no dice demasiado.

–Eso es lo menos representativo de la verdadera música latinoamericana que puede haber. Pero no me gusta extenderme sobre ese tema, porque puedo ser ofensivo con su compositor. No es sólo él, sino una tendencia generalizada.

–De todas formas, no todo está perdido. En la canción que da nombre al disco Flores del futuro hay esperanza.

–Sí, dicha con lo más puro y más sano que puede haber: un jardín. Cada flor es una metáfora sobre la esperanza.

–En cambio, en “Todo es igual” parece ir un poco más para abajo.

–Hacia un realismo un poco escéptico, pero no tiene connotaciones políticas ni sociales. Es la realidad del vivir, desarrollarse, proyectarse y morir, que es la esencia de la vida; que algunos quieren ignorar, pero es así, irremediablemente.

–En marzo de 1985 usted tocó en Uruguay por los festejos de la vuelta a la democracia y cantó “Hombre preso que mira a su hijo”. ¿Por qué musicalizó ese poema de Mario Benedetti?

–Porque era una época en la que no se podía ignorar lo que estaba pasando en América Latina. Había que recordar y destacar que todo eso había existido. Encontré ese poema que resultaba fabuloso para expresar lo que era un revolucionario y lo que fueron las dictaduras latinoamericanas. Traté de hacerlo con el máximo acercamiento musical a su sentimiento. No sé si lo logré, pero entre el arreglista, Ricardo Miralles –pianista de [Joan Manuel] Serrat de siempre–, y yo hicimos ese trabajo que nos gustó muchísimo, y al propio Mario también.

–Ya que estamos con musicalizar poemas: el disco Versos sencillos de José Martí, de 1973, es una de sus obras más conocidas. ¿Cómo la ve a la distancia?

–Ese disco es una de las joyas que he grabado. Me fue muy fácil musicalizar esos poemas, aunque de sencillos no tienen nada; el título [que es el de un libro de Martí] es una ironía, porque son versos preciosos. Engarzarlos con aquellas melodías me fue muy fácil, porque son muy buenos, y cuando tú empiezas a trabajar, la música te viene sola. De mis 54 discos, es uno de mis preferidos.

–Quizá el más contundente sea “Mi verso es como un puñal”.

–Es uno de los más... O “si ves un monte de espumas, / es mi verso lo que ves: / mi verso es un monte, / y es un abanico de plumas”. Son cosas preciosas.

–Después de 54 discos, ¿qué lo mueve a seguir componiendo y grabando?

–Lo mismo: tener proyectos y cantar con jóvenes. Me paso el año grabando con gente joven, que me lo pide desde fuera y dentro de Cuba. Estoy colaborando en muchísimos discos al año, eso me encanta. Otra cosa que me gusta son las actuaciones. No cambio nada por una actuación. La magia que se produce en esos momentos entre cantante y público es inigualable. Para mí, esos momentos de silencio en que se produce una comunicación absoluta no tienen precio.

–En el concierto no puede faltar “Canción por la unidad latinoamericana”. ¿Hoy suscribe esa letra tal cual?

–Sí, es una canción que no puedo negar. Las cosas que uno ha hecho con sinceridad y honestidad no las puede negar.