Tres paquistaníes y un iraquí murieron ayer en Islamabad cuando un atacante suicida detonó sus explosivos en las oficinas del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Pakistán, donde trabajaban. Según los testigos, el hombre entró vestido con un uniforme de una fuerza de seguridad paquistaní, pidió utilizar un baño en ese edificio donde la custodia antiterrorista era fuerte y pasó sin problemas. El número de los heridos que dejó la explosión no había sido determinado ayer, y tampoco los motivos del atentado, aunque las autoridades sospechaban de las milicias locales del talibán, Tehrik-e-Taliban Pakistán (TTP).

Las políticas antiterrorismo paquistaníes recibieron ayer otro golpe cuando el dirigente talibán local Hakimulá Mehsud, al que fuentes de inteligencia de Pakistán y Estados Unidos daban por muerto, apareció para dar una conferencia de prensa a algunos medios especialmente convocados. Incluso el ministro del Interior, Rehman Malik, había dicho que un hermano de Mehsud se hacía pasar por el dirigente luego de que éste muriera en un combate.

Hakimulá demostró que vive y quiso dejar claro que lucha. En sus declaraciones a medios locales, ofrecidas en la frontera con Afganistán, el líder del movimiento TTP amenazó con vengar el asesinato de su antecesor al mando de esos combatientes, Baitulá Mehsud, quien sí murió en agosto. Dijo que responderá a los bombardeos de Estados Unidos con aviones no tripulados con atentados terroristas en tierras paquistaníes y afganas, y añadió que matará a cualquier persona que sea considerada un espía por el TTP. El ataque de ayer contra la oficina de la ONU, para quienes lo atribuyeron al talibán, pareció llegar para reforzar las palabras del líder talibán.