Según una encuesta de la empresa Factum cuyo resultado se difundió ayer, Tabaré Vázquez termina su gestión con la aprobación del 80% de los entrevistados, que varía según las edades, las preferencias políticas y la situación socioeconómica, pero que en ninguna franja relacionada con esas variables baja del 60%. Estos datos no tienen precedentes y abonan las intenciones de quienes ya han anunciado su deseo de que el actual presidente vuelva a postularse en 2014. Sin embargo, el poder de Vázquez dentro del Frente Amplio está coyunturalmente en su punto más bajo de los últimos 20 años, como es lógico por tratarse de un mandatario saliente. Pasa también que buena parte de los dirigentes del FA nunca ha terminado de acomodarse ante la compleja suma de pros y contras que implica el liderazgo vazquista.

Entre 1942 y 1949, Isaac Asimov escribió una serie de relatos recogidos luego en tres libros, con los títulos Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación. La trilogía, un clásico de la ciencia-ficción con incontables reediciones en numerosos idiomas, plantea la existencia de una disciplina llamada “psicohistoria”, con base en las matemáticas y la sociología, que permite prever el desarrollo de los acontecimientos cuando se aplica a grandes poblaciones. Antes de morir, el creador de la psicohistoria, Hari Seldon, deja una serie de mensajes a las generaciones futuras, con la intención de guiarlas en el desarrollo de un plan beneficioso para la humanidad. En los primeros relatos de la serie, sucesivas crisis son resueltas del modo anticipado por Seldon, pero en determinado momento eso deja de suceder por la aparición de un mutante imprevisto llamado “El Mulo”, dotado de poderes que le permiten ganar el apoyo de grandes masas.

Con Tabaré Vázquez pasa algo semejante. Su presencia en el escenario político hizo que perdieran vigencia muchas de las referencias teóricas y las previsiones estratégicas que orientaban a los sectores frenteamplistas, y éstos, como los personajes de Asimov, han tenido que afrontar un curso de la historia que no estaba en los papeles. A diferencia de Seldon, el general Liber Seregni pudo presenciar en vida el fenómeno que alteró los planes, y que entre otras cosas lo desplazó de la conducción del FA. La cuestión es que, en la obra literaria, se viene a saber que la razón del apodo de “El Mulo” está en que no puede reproducirse. Se trata de una figura irrepetible, que no dejará sucesores, y eso sella una “condena a la libertad”. Los acontecimientos no se encaminarán por el rumbo que anticipaban las ecuaciones, pero tampoco se consolidará un nuevo orden sobre la base del factor que lo cambió todo. Han comenzado tiempos interesantes.