Como telón de fondo, tres enormes carteles con la imagen impresa de la senadora Marina Silva, que lograban resaltar sus rasgos más típicos. Una mirada fija, unos lentes añejos que no ocultan sus ojos negros ni tampoco sus ojeras. Una casi mueca que se le forma por tener los labios apretados y un moño que esconde su pelo rizado. Un cuello poco vestido que concluye en un rostro despojado y que no puede desprenderse de las marcas de una frágil salud. Además, cada cara aparecía en un color distinto: amarillo, verde o azul, en clara referencia a la bandera brasileña. Como era de esperar, el póster verde estaba posicionado justo por detrás de Silva, blanco de todas las fotos y que oró largo rato desde una enorme mesa de mantel blanco que tenía inscripto con letra cursiva -y un corazón en el medio-, el mensaje: “bienvenida, Marina”.

Como en otras ocasiones, aquella expresión inquisidora del cartel desapareció apenas habló. En un emotivo discurso, Silva dijo que se estaba despidiendo de su pasado para comenzar a trazar “no un nuevo camino, sino una manera diferente de caminar”. Llenó su discurso de figuras retóricas. Comparó su salida del PT con el momento en el que los hijos se van de la casa familiar para construir la suya propia y echó mano a personajes literarios del cuento Nenhum, nenhuma, del fallecido João Guimarães Rosa, donde uno de ellos se pregunta: “¿Será que usted será capaz de olvidarse de mí y después, sin saber y sin querer, seguir queriéndome?”. Por las dudas, Silva se apuró a responder: “Yo sí voy a seguir queriendo a todas aquellas personas que construyeron la historia”. Se refería a los viejos compañeros militantes en una lucha que logró posicionar al PT en el gobierno de Brasil por dos períodos consecutivos. Esto le valió a Silva tener que tragarse una especie de llanto en medio de su discurso, y así poder continuar con el siguiente homenaje a lo que llamó “su nueva casa”.

En esta ocasión las palabras elegidas fueron las de San Agustín, a quien consideró una figura clave para su formación ética. Silva era una ferviente católica. Hoy pertenece a la iglesia evangélica Asamblea de Dios. Y fueron consideraciones éticas las que la llevaron a anunciar su renuncia al PT pocas horas después de que Lula cerrara filas tras el presidente de la cámara de senadores, José Sarney, acusado de malversación de fondos, nepotismo y otros cargos. Con voz profunda y citando a San Agustín de memoria, la senadora recitó un “tarde los amé, belleza tan antigua y tan nueva. Tarde los amé. Es que estabas dentro de mí y yo estaba fuera de mí…”. Un aplauso cerrado llenó el auditorio. Es que un millar de militantes verdes contemplaba atónito la incorporación a sus filas de esa potente mujer negra, considerada una de las figuras más emblemáticas en la lucha por el medio ambiente. Como era previsible, la pregunta sobre su posible candidatura presidencial por el PV llegó enseguida. En respuesta la senadora pidió tiempo pero con la certeza de quien ya sabe que acaba de patear el tablero.

Hija de la Selva

Marina Silva nació hace 51 años, Amazonia adentro, en el estado de Acre. Sus padres, que tenían 10 hijos, eran recolectores de caucho. También lo fue ella cuando su madre murió y Silva debió trabajar junto con su padre. Tenía 11 años. Sus relatos cuentan de 12 horas de trabajo continuo, siempre señala que ella junto con sus hermanas (dos de las cuales fallecieron de sarampión y malaria) cuidaban de un área de la selva. También cuenta que era analfabeta pero su padre les enseñaba a ella y sus hermanas matemática básica para que no fueran engañadas por los compradores de caucho. Sin embargo, a los 14 años se enfermó de hepatitis y decidió viajar a Río Branco para atenderse, ya que era común que en las aldeas más cercanas (que quedaban a una hora a pie de su casa) no encontrara las medicinas necesarias. Una vez en la ciudad, aprendió a leer y escribir, y terminó la educación primaria mientras trabajaba como empleada doméstica. En las vacaciones regresaba a ayudar a su familia. Dejó a un lado la posibilidad de ser monja y decidió entrar a la universidad, donde se graduó como licenciada en Historia. En esos tiempos, y en plena dictadura militar, se unió al clandestino Partido Comunista Revolucionario. Conoció a Chico Mendes y se unió a su lucha social y ambiental. Una lucha que debió detener por momentos, cuando debía hospitalizarse por los daños que le causó haber contraído malaria y hepatitis, así como la contaminación por metales pesados. Juntos, Silva y Mendes ayudaron también a fundar y fortalecer el Partido de los Trabajadores. Ahora Silva dejó esas filas para integrarse al Partido Verde. Si bien los sondeos le dan 3% de los votos, su carrera electoral aún no se largó. Algunos analistas entienden que Silva puede dividir el voto de izquierda y, en todo caso, advierten que queda mucho por recorrer, pero que no debe subestimarse el potencial electoral de Silva. Además de ser mujer, lo que parece ser un componente clave en la actual contienda electoral de Brasil, Silva es negra, a lo que se le suma una biografía que vuelve a recordarles a los brasileños lo que en su momento les hizo sentir la figura de ex sindicalista en Luiz Inácio Lula da Silva: la posibilidad de que llegue al gobierno el representante de un sector de los brasileños que ha estado lejos del poder.

Modelos opuestos

No es la primera vez que Marina Silva le da un dolor de cabeza a Lula. Ya lo hizo cuando en 2008 renunció al Ministerio de Medio Ambiente por no poder llevar a cabo sus planes. El Plan de Amazonia Sustentable (PAS), que fue lanzado por el presidente y cuya dirección se la dio Lula al Ministerio de Asuntos Estratégicos, fue la gota que desbordó el vaso, señaló en su momento a IPS Roberto Smeraldi, director de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña.

El plan que buscaba combinar protección con expansión de infraestructuras dentro de la selva competía de lleno con el programa que Silva quería aplicar en esa zona considerada pulmón del planeta, de la cual Brasil es el propietario mayor. Muchos lamentaron la retirada de Silva por considerar que dejaba en evidencia que la apuesta gubernamental a un desarrollo sustentable no era tal. Y las diferencias tenían que ser muy gruesas para que la ministra renunciara y abandonara el barco que ella había ayudado a construir y que lideraba alguien a quien ella consideraba un “héroe vivo”.

Pero Silva comenzó a percatarse de la existencia de un poderoso grupo de senadores y diputados que, con grandes intereses sobre el millonario negocio agroindustrial, no tenían ningún interés en apoyar causas verdes. Así fue como se le dio vía libre, por ejemplo, a la siembra de productos transgénicos, que llevó a Silva a pensar que era mejor estrategia volver a su cargo en el Senado. Como para confirmar su punto de vista, Lula, al no poder presentarse a una tercera candidatura, eligió a la ex guerrillera Dilma Rousseff como su predecesora favorita. Sumada a las filas del PT hace pocos años, Rousseff representa el modelo antagónico al de los ambientalistas. Es ella quien ha estado al frente del Plan de Aceleramiento del Crecimiento (PAC), programa que prioriza el desarrollo económico sobre postulados ambientalistas. En ese sentido, Silva dejó clara su posición durante su discurso de afiliación al PV. Advirtió que “no hay cómo resolver los problemas económicos y sociales destruyendo las bases naturales del desarrollo” y por lo tanto éste debería ser un tema clave de debate en la agenda política del país.

También pidió que la selva, fuente de recursos naturales de Brasil, “se celebre con vida y no se pague con vida”. Aludía a los enfrentamientos entre el poder agroindustrial y las comunidades indígenas que intentan preservar lo que por ley es su territorio ancestral, en un duelo constante entre grupos paramilitares que gobiernan una tierra tan difícil de acceder y que parece no ser de nadie. Pero se refería, ante todo, a la muerte de Chico Mendes, un cauchero y uno de los primeros activistas ambientales, con quien ella fundó la Central Única de Trabajadores de Acre en 1985.

Fue con él también que Silva incursionó en la lucha a favor de los seringueiros (recolectores de caucho natural) y en contra de la extracción de madera y la expansión de pastizales en la selva, denunciando el desplazamiento de las comunidades indígenas amazónicas, lo que derivó en el asesinato de Mendes a finales de 1988.

Golpeada por ese hecho, Silva comenzó una carrera política partidaria y fue elegida como concejal del municipio de Río Branco, en el Estado de Acre, donde ella nació, y luego como diputada y senadora. De allí el contenido emocional que tuvo el momento en que Elemira Mendes, hija de Chico, no sólo se hizo presente en el acto, sino que fue una de quienes firmaron el acta de afiliación de la senadora al PV, instancia que aprovechó para recordar que su padre, cuando fue asesinado por los fazendeiros (hacendados), estaba preparando su salida del PT para entrar al PV. Para Silva la historia es más que conocida. Por eso, cuando le preguntaron si no teme que le suceda lo mismo que a Chico, contestó confiada que ya ha recibido tantas amenazas de muerte, que aprendió a perder el miedo al miedo.