Mientras los candidatos debatían la noche del lunes y nuevas encuestas confirmaban una ventaja para Dilma Rousseff, la candidata oficialista al balotaje del domingo en Brasil, la ex candidata del Partido Verde, Marina Silva, deslizaba una declaración que podría leerse como un respaldo al oficialismo.

De las propuestas del programa verde “hubo un acogimiento un poco mayor por parte de la candidatura de Dilma y un poco menor de José Serra”, el candidato opositor, indicó el lunes la ex candidata, que fue votada por 19 millones de personas en la primera vuelta, el 3 de octubre.

La última encuesta de Vox Populi, publicada por el portal de noticias IG, reveló que 88% del electorado no cambiará su voto respecto a la primera vuelta, en la que Rousseff obtuvo 46,9% de los votos y Serra, 32,6%, sumando 79,5% de los votos emitidos a algún candidato. Para este domingo, los indecisos aumentaron del 4% de la semana pasada a 7%, según lo publicado ayer por la consultora. Los votos en blanco se mantienen en 6% en esta encuesta.

Rousseff cayó en su intención de voto de 51% a 49%, igual que Serra, quien tiene 38% y tenía 39%. Aun así, considerando exclusivamente los votos válidos -aquellos emitidos a algún candidato-, la oficialista vencería con 57% frente a 43% de Serra.

La declaración de Silva -cuyo partido se decidió por la neutralidad para la segunda vuelta, aunque dio libertad a sus dirigentes para dar su apoyo- iría en la dirección contraria al 51% de los electores del PV que declararon que votarían a Serra. Poco más de 30% de los votantes verdes respaldaría a Rousseff.

Silva, única candidata evangelista en la primera vuelta, no contó con el apoyo de líderes de su religión, que respaldaron a Rousseff, aunque para la segunda vuelta los apoyos religiosos en bloque están más difusos. Varios líderes católicos y evangélicos se volcaron en contra de Rousseff al considerar que la candidata está a favor de la despenalización del aborto -pese a que firmó un manifiesto días atrás para negarlo- e incluso hicieron campaña en su contra repartiendo panfletos en las iglesias y dando sermones instando a los fieles a que votaran a candidatos que “apoyaran la vida desde la concepción”. Un sondeo reciente de la consultora Datafolha, publicado en el diario Folha de São Paulo, concluyó que 71% de los brasileños rechaza el aborto, mientras que sólo 7% se declara a favor de despenalizarlo.

Las estimaciones indican que en Brasil hay 100 millones de fieles católicos y 33 millones de evangelistas, y su presencia e incidencia en la sociedad continúa aumentando. Sólo la evangelista Iglesia Universal del Reino de Dios tenía en 2006 3.500 templos, 50 radios y 70 emisoras de televisión. También aumentaron en las elecciones su presencia en el Congreso, en el que conforman una bancada con una agenda común, integrada por personas que en la mayoría de los casos tienen cargos religiosos. Los evangelistas aumentaron su bancada de 41 diputados y dos senadores a 68 diputados y tres senadores; representan 12,5% de la Cámara de Diputados, mientras que la bancada católica se redujo de 30 a 21 diputados, en su mayoría sacerdotes, informó el diario mexicano La Jornada.

Entre los creyentes evangelistas, el candidato con más intención de voto es Serra, con 44%, mientras que Rousseff alcanza 42%. Entre los fieles católicos la oficialista lleva ventaja: 51% frente a 39%, según cifras de Vox Populi. Entre los ateos Rousseff supera a Serra con 46% frente a 38%.

Sin embargo, en el Congreso los evangelistas respaldan la iniciativa de que se flexibilicen las excepciones a la prohibición del aborto y también las penas para las mujeres en los demás casos, como propuso a fines del año pasado el Programa de Derechos Humanos, señalado como un esbozo del programa de Rousseff, que fue duramente rechazado, por el mismo punto, por los católicos. Incluso ocho de los diputados de la Iglesia Universal del Reino de Dios pertenecen al partido del vicepresidente, José Alencar.

Mientras tanto, en los pasillos del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña se entiende que el resultado de estas elecciones para Serra “no sería una derrota o una victoria más. Será la definitiva”. Quizás a eso se deba que, en la noche del lunes, en el penúltimo debate para la segunda vuelta en el canal televisivo de la cadena Rede Record, el candidato se mostrara más serio y agresivo. Serra volvió a hacer hincapié en las denuncias de corrupción que pesan sobre el Ministerio de la Presidencia, que lideró Rousseff hasta abril, cuando renunció para presentar su candidatura, y que obligaron a renunciar a Erenice Guerra, mano derecha de Rousseff, que aceptó el cargo luego de la retirada de ésta.

El candidato aterrizó en el debate un tema que hasta ahora no había sido planteado: el Movimiento Sin Tierra. Serra recordó unas fotos de Rousseff vistiendo la gorra característica del movimiento, al que calificó como un “movimiento político que usa la reforma agraria como pretexto”, y acusó al gobierno e haberle “dado dinero”.

“No tratamos a los movimientos sociales ni con casete ni con represión”, respondió Rousseff, quien continuó defendiendo las acciones del gobierno de Lula da Silva en este sentido, y remató: “No está bien que a usted le parezca que el Movimiento de los Sin Tierra sea cuestión de la Policía y no de la política social”.