El domingo los haitianos elegirán presidente, un tercio del Senado y toda la Cámara de Diputados, de 99 asientos. Con 18 candidatos presidenciales, la campaña se enmarca en una epidemia de cólera que mató a más de mil personas y que ha afectado a unas 16.000, según el gobierno; después del huracán Tomas, que mató a docenas de personas, y mientras aún se viven las consecuencias del terremoto del 12 de enero.

Más de 1,2 millones de personas continúan viviendo en 1.200 campamentos improvisados en plazas y parques, luego de que el terremoto matara a casi 300.000 haitianos, dejara igual número de heridos y desplazara de sus hogares a 2,3 millones, en un país con menos de 10 millones de habitantes. El terremoto destruyó casi toda la infraestructura de Haití, incluida la gubernamental y electoral, con pérdidas económicas equivalentes a 120% del PIB nacional. Esto decidió a las autoridades a posponer las elecciones, que estaban previstas para finales de febrero de 2010.

Con la presión de la comunidad internacional el presidente haitiano, René Préval, que finaliza su mandato el 11 de febrero, convocó a estas elecciones. Serán supervisadas por un controvertido Consejo Electoral Provisional, que excluyó a 40 personas que habían inscripto su candidatura, entre ellos el cantante del grupo de hip-hop The Fugees, Wyclef Jean. El Consejo Electoral ya había sido criticado en las elecciones de 1996 por una misión internacional que había recomendado crear un organismo permanente, que fuera competente y creíble, y además introducir cambios en la legislación electoral.

El coordinador del programa Haití-Uruguay: Promoviendo la Cooperación Sur-Sur y del Programa de Investigación sobre Seguridad Regional, Fuerzas Armadas, Política y Sociedad, del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, Julián González, explicó a la diaria que parte de la contribución de la comunidad internacional para mejorar el sistema electoral haitiano fue destruida por el terremoto. “Buena parte de los esfuerzos de Naciones Unidas [ONU] y de la Organización de los Estados Americanos [OEA] en Haití fueron dirigidos a financiar la formación de un gobierno y los procesos electorales”, señaló. “Por primera vez hubo en los últimos años un proceso más o menos masivo de inscripción electoral, en simultáneo a una entrega masiva de documentos a la gente. Con el terremoto, además de la cantidad de gente que murió, muchísimas personas perdieron sus documentos. Además hay una población muy joven que ahora puede votar pero no está inscripta”, señaló.

Sin la Familia

El Consejo Electoral, cuyos miembros fueron elegidos por Préval, también dejó afuera al que es considerado el partido más popular de Haití: Familia Lavalas, del ex mandatario Jean-Bertrand Aristide. El ex sacerdote fue en 1990 el primer presidente de Haití electo democráticamente y cayó por un golpe de Estado siete meses después. En 1994 volvió al gobierno con el respaldo de unos 20.000 soldados estadounidenses y de la ONU, y logró finalizar su mandato.

Fue elegido nuevamente en 2001, cuando, según las actuales autoridades y el gobierno estadou-nidense, se retiró de su cargo por levantamientos en su contra. Su partido y él mismo sostienen que lo obligaron a renunciar a punta de revólver en febrero de 2004. Esa crisis política fue la que motivó que el gobierno pidiera una misión de ONU, la hoy conocida como Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah). Respecto a la exclusión de Lavalas, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, manifestó preocupación por “la posibilidad de que un grupo importante de ciudadanos haitianos no se sientan representados” en las elecciones.

“Son elecciones truchas, no puede haber elecciones democráticas y libres en el marco de un país ocupado”, dijo a la diaria Henry Boisrolin, un haitiano exiliado en Córdoba desde la época de la dictadura de los Duvalier, coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina. Boisrolin visitó Uruguay en agosto para solicitar el retiro de los cascos azules uruguayos que participan en la Minustah, a la que considera, al igual que muchos haitianos, una fuerza de ocupación. “Al partido más popular no lo dejan participar en las elecciones, es ridículo”, opinó Boisrolin, que se declara opositor a Lavalas, y agregó que “Préval será juzgado por la historia como un perfecto neocolonialista”.

En una entrevista con la agencia de noticias Eurasia Review, Aristide dijo desde su exilio en Sudáfrica que la elite política y económica haitiana y lo que denomina “sus aliados extranjeros” “temen a Lavalas y al pueblo haitiano, porque si hubiera una elección justa, el pueblo les derrotaría [...] Ése es el tipo de apartheid que tienen en Haití”.

Por su parte, González explicó que “Lavalas fue el resultado del liderazgo de Aristide y de la confluencia de un montón de partidos políticos y muchísimas organizaciones sociales. Ahora sin Aristide, y cuando muchas organizaciones y partidos rompieron con él a lo largo de su gobierno, Lavalas ya no existe. De todas maneras, el único líder popular que en la imaginación de la gente alguna vez significó algo fue Aristide y el presidente actual ganó las elecciones con un partido que se llamaba La Esperanza, que en cierta medida, extraoficialmente, era la continuación de Lavalas”.

Comienzos difíciles

Haití fue colonia francesa hasta su independencia en 1804, y desde ese entonces se sucedieron los golpes de Estado y las revoluciones hasta que el país fue ocupado por Estados Unidos, desde 1915 hasta 1934. Luego vino la dictadura de los Duvalier, que gobernó desde 1957 hasta 1986, cuando fueron derrocados por movimientos sociales con el claro objetivo de lograr un sistema democrático, pero pocos elementos para llevarlo a cabo. Luego de la retirada de los Duvalier hubo cinco años de enfrentamientos entre las elites que contaban con el respaldo de los militares y los movimientos sociales.

Para estas elecciones, sin Lavalas, no hay partidos fuertes ni grandes personalidades. Las múltiples encuestas realizadas en dudosas condiciones dan como resultado una victoria de la senadora Mirland Manigat, de 70 años, esposa del ex presidente Leslie Manigat (1988), figura de la Agrupación de Demócratas Nacionales Progresistas, con un respaldo de 23,1%. Le sigue el aspirante oficialista, Jude Célestine, de Inite (Unidad), que tiene una intención de voto de 21,3%. En tercer lugar figura el músico pop haitiano Michel Sweet Micky Martelly, del grupo Respuesta Campesina, que figura con 11% de la intención de voto. Si ninguno de los candidatos supera el 50% en la primera vuelta, las elecciones se definirían en un balotaje el 16 de enero.

En tiempos electorales Haití tiende a entrar en una espiral de violencia, que ahora se encuentra potenciada por las consecuencias del terremoto y de la epidemia de cólera. En declaraciones a la agencia de noticias AP, Martelly manifestó sus sospechas de que los cascos azules nepaleses importaron el cólera, sospecha que comparten otros haitianos y que ha generado ataques de la población civil a las tropas de la Minustah.

“El gobierno intentó usar la crisis del cólera para retrasar las elecciones”, indicó Manigat a la agencia de noticias AFP. Cuando comenzaron los primeros casos de cólera, el presidente Préval llegó a sugerir que sería conveniente aplazar las fechas de las elecciones y aseguró que “la situación general no es favorable”, dijo la candidata. Añadió que “si poca gente vota las condiciones son favorables para un fraude”.

Manigat reconoció la posibilidad de que el país se vuelva ingobernable si ella gana la presidencia. El Senado haitiano tiene 30 escaños, de los cuales 12 están ocupados por el oficialismo, que si gana cuatro de los 11 que se eligen, tendrá la mayoría absoluta.

El primer ministro es electo en las cámaras, por lo que podría ser un oficialista, dificultando la labor de una presidenta sin el respaldo del resto del Ejecutivo. “Mi esperanza es que la convivencia sea posible”, indicó Manigat, y explicó que su objetivo es alcanzar “una votación sobre el 55%” para tener legitimidad y poder formar alianzas después de la primera vuelta, “privando a Inite de la mayoría absoluta en Diputados”. Para ello también confía en “un voto castigo” al oficialismo por su manejo de la crisis generada por el terremoto.

Manigat define a su partido como capitalista, “con una cara humana”, y al igual que la mayoría de los candidatos, la senadora considera que la recuperación del terremoto “realmente no ha comenzado”. Prometió que un eventual gobierno suyo revisará “el orden de prioridades, los mecanismos de decisión y el papel excesivo dado a las ONG” en esa tarea.

En cuanto a la presencia de la Minustah indicó en una conferencia de prensa que es “ofensiva” pero “necesaria”: “Los haitianos no quieren a la Minustah en su país, porque ofende la dignidad de un país libre, pero en estos momentos es vital que permanezca, porque la Policía haitiana sólo cuenta con unos 10.000 efectivos para una población de 10 millones de personas”.

Mientras tanto, la ayuda de la comunidad internacional no termina de llegar y los planes de reconstrucción del gobierno haitiano no han comenzado a aplicarse. González indicó que “en una situación como la de Haití, con un Estado y una institucionalidad tan débil, la comunidad internacional tiene desconfianza en echar a andar iniciativas en vísperas de un cambio de gobierno, porque no sabe si la próxima administración va a estar de acuerdo con los planteos que estableció la actual”.

El portavoz de la Minustah, Vincenzo Pugliese, declaró a la agencia de noticias EFE que “hay interesados en crear el caos, un gobierno interino, que no haya elecciones y sí fragilidad en la situación política del país”, y advirtió que “si no hay un traspaso legítimo de poder y se crea un vacío, se perjudicará la reconstrucción”.