"Parece útil interrogarnos sobre nuestra historia, y un abordaje lícito es verla como una dialéctica incesante de separación y de integración. Divorcio o matrimonio incesante. La historia es un bicho dialéctico", decía Alberto Methol Ferré en una conferencia en la Universidad de la República, en marzo de 2007. Advertía que hay "una revolución cultural gigantesca pendiente" para superar el "uruguayismo" y el "enanismo". También había dicho, en su prólogo a La nación inconclusa, de Jorge Abelardo Ramos, que "a ninguna otra historia estamos los uruguayos más ligados que a la de Argentina".

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"Han seguido mejorando los vínculos comerciales. Hay muy buena sintonía entre nuestros presidentes, y eso ayuda a resolver no sólo algunas de las sombras que teníamos sino las que puedan venir".

Sobre las críticas de la Asamblea de Gualeguaychú al monitoreo conjunto de UPM: "Somos muy respetuosos de las organizaciones de la sociedad civil, ellos tienen derecho a reclamar, el tema es cómo a través de cuestiones objetivas se puede demostrar que se contamina o no".

Sobre expresiones de Mujica acerca de los argentinos: "Algunas apreciaciones son cariñosas, por ejemplo cuando dice que los argentinos tienen que quererse un poco más. Me resultan afectuosas, casi como el consejo de un padre, y me caen simpáticas. Después, a veces han trascendido opiniones que el propio Mujica ha desmentido, como que los argentinos estamos divididos. Acá hay un debate ideológico muy fuerte, pero lo mismo ocurre en Uruguay. Por ahí tenemos modos distintos".

En la primera década del segundo milenio, que concluye hoy, en las relaciones entre Argentina y Uruguay predominó, a simple vista, el divorcio, y un "uruguayismo" en continua oposición a esos "otros" vistos como conflictivos, improvisados, soberbios y exagerados. El diferendo por la instalación de UPM exacerbó esa visión de los argentinos, que contribuye por oposición a enarbolar presuntas características identitarias de los uruguayos (¿conciliadores, serios, humildes, medidos?). Editoriales de diarios, comentarios en programas de televisión y declaraciones de políticos reafirmaron esa idea.

Para Sigal y Almagro, estos estereotipos no pesan a nivel de los gobiernos pero sí en la sociedad. "A mí me mortifica mucho, y al presidente también, el hecho de que algunos hayan gritado los goles de Alemania en el Mundial, realmente me mortifica, porque no se entiende el fondo del asunto. Ellos verdaderamente se alegran de que Uruguay gane", comentó Almagro. "Cuando vas a cualquier lugar en el mundo, a cualquier marco de negociación a nivel multilateral, siempre la proximidad es con el jefe de delegación argentino que está trabajando contigo, para nosotros siempre es la referencia inmediata. No son ni más conflictivos ni más improvisados de lo que podemos ser nosotros mismos. Somos calcados casi", agregó.

Para Sigal, que además de ex jerarca de la cancillería es Presidente del Partido Frente Grande, "en algún sector puede ser que existan actitudes de recelo" hacia los uruguayos, pero en general sus compatriotas los consideran como "amigables y tranquilos". "A veces demasiado tranquilos", acota.

La solución y el después

Respecto a UPM, el ex jerarca argentino prefiere pensar que estamos ante un “conflicto administrado” que requiere un “seguimiento permanente”. Destacó que las relaciones bilaterales “recuperaron niveles históricos de entendimiento” y “se logró aventar la sombra que teníamos sobre nosotros”. La solución llegó, en su opinión, por la disposición de ambos gobiernos al diálogo y por las “fuertes señales que supieron recepcionar en Gualeguaychú los asambleístas”, en referencia a la denuncia que presentó contra ellos el gobierno argentino por diversos delitos originados en el corte de ruta de Arroyo Verde. Almagro destacó en este sentido que hubo un “planteo muy firme” de la administración encabezada por Cristina Fernández.

Para el canciller uruguayo, hubo “un cambio fundamental de voluntad política” que incluyó “la aproximación de los dos presidentes” y también “un trabajo coordinado y efectivo pero dentro de la institucionalidad, una negociación en parte política y en parte técnica centrada en la cancillería”. “Todas estas cosas coadyuvaron a lograr lo que estaba dentro de nuestros objetivos prioritarios: una administración conjunta del fallo de la Corte Internacional de Justicia con Argentina, con una esquema de buena voluntad política de las partes”, sintetizó.

A raíz de la mejora de la relación bilateral se instaló una comisión de comercio que viene resolviendo problemas puntuales. “No hay temas graves y conflictivos entre nuestros países y eso es muy bueno, cuando aparecen son reclamos puntuales, sectoriales, que tratamos de resolver”, señaló Sigal.

Pero la relación con Argentina es sólo un capítulo de una historia más extensa. La intensificación del diálogo con Brasil, con reuniones prácticamente trimestrales entre los presidentes; la aprobación del Código Aduanero del Mercosur; la elección de la norma japonesa-brasileña de TV digital y la entrada en vigencia del Tratado Constitutivo de la Unasur a partir de su ratificación en el Parlamento uruguayo son concreciones que dejan claro cuáles fueron las prioridades en materia de política exterior del gobierno encabezado por José Mujica.