El lunes dejaron de integrar el Parlamento los tres senadores con que contaba el Partido Colorado desde 2005, representantes de otras tantas facetas históricas del coloradismo que lo llevaron a la debacle.

En orden alfabético, el primero es el contador y economista Isaac Alfie, que con 47 años es el más joven de los tres. Encarna la vertiente batllista menos identificable con lo que en Uruguay se llama batllismo: la que irrumpió a mediados de los años 60, cuando murió Luis Batlle Berres y fue sucedido en la jefatura de la lista 15 por su hijo, Jorge Batlle Ibáñez. Como buen vástago de ese tronco, Alfie tiene perfil de tecnócrata y una notoria identificación con las posiciones que en esta parte del mundo se llaman “neoliberales”.

Cuando a Batlle se le vino encima la crisis de 2002, tuvo que reconocer el carácter esencialmente político del Ministerio de Economía y se lo asignó a Alejandro Atchugarry, el más atípico de los dirigentes quincistas; una vez que las castañas habían sido sacadas del fuego, el cargo fue encomendado a Alfie. Era evidente que éste representaba todo lo que vastos sectores de la ciudadanía rechazaban en el estilo colorado de manejar la economía, mientras que Atchugarry era casi el único dirigente con trayectoria dentro del coloradismo que podía salvarse de la quema. La 15 y su líder decidieron promover al primero y ladear al segundo. Si hacían otra cosa, no eran ellos, pero quedó claro que había comenzado el fin.

El segundo es el mayor de los tres, Juan Justo Amaro, que tiene 80 años. Como Alfie, integra la 15; a diferencia de éste, representa al coloradismo ancestral que gobernó durante la mayor parte del siglo XX. Fue parlamentario en varios períodos, intendente de Florida y director de UTE, de ANCAP y de OSE. Por su desempeño en esta última empresa pública, en 2007 el Ministerio Público pidió su procesamiento por fraude y abuso de funciones. La mayoría de los integrantes del Senado votó por levantar sus fueros, pero no se lograron los dos tercios de la Cámara necesarios para tomar esa decisión.

El tercero, con 74 años cumplidos el mes pasado, es Julio María Sanguinetti. Ingresó al Parlamento cuando tenía 27, fue dos veces ministro (de Industria con Jorge Pacheco Areco y de Educación con Juan María Bordaberry) y dos veces presidente de la República. Se le atribuye, erróneamente, la frase “Nunca perdí una huelga”; es cierto, en cambio, que nunca perdió una elección presidencial. Fuera del país tiene fama de gran estadista socialdemócrata; aquí no. Desde la salida de la dictadura hasta los primeros años de este siglo, poco podía hacerse en el Partido Colorado sin su aprobación, y una de las cosas que nunca aprobó fue que otros dirigentes crecieran cerca suyo. Hoy es considerado “un referente”, o sea un modelo, pero nada indica que alguien semejante a él pueda soñar con el éxito político en el Uruguay actual.

Con Alfie, Amaro y Sanguinetti sale de escena un coloradismo al que terminó dándole la espalda, por razones tan diversas como lo que representan esos tres políticos, la amplia mayoría de la ciudadanía. Nada será como antes.