Fueron sólo dos años, comenzó el 24 de abril de 1915, cuando fueron detenidos unos 250 intelectuales. Las marchas obligadas por el desierto y la brutalidad total sobre personas de cualquier edad caracterizaron la época. A ella pertenecieron jóvenes que al llegar a sus casas encontraron los restos de sus familiares asesinados, o madres que vieron cómo sacaban a sus hijos de sus camas y los fusilaban en la puerta. El genocidio armenio en manos del Imperio Otomano se cobró la vida de miles de personas. Algunos historiadores estiman que la mitad de la población armenia de entonces, que calculan en unos tres millones, fue masacrada.

Terminó en 1917, y sólo es reconocido por 22 países, entre ellos Uruguay, Argentina, Chile y Venezuela, además de algunos europeos, como Francia, Grecia, Rusia e Italia.

Antes de ser presidente estadounidense, Barack Obama afirmó que lo ocurrido en el Imperio Otomano -ahora Turquía- fue un genocidio y que “no es un alegato, una opinión personal o un punto de vista, sino más bien un hecho ampliamente documentado y demostrado”, citó BBC. Pero, como lo reconoce la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, cambió de opinión. Las circunstancias “han variado de manera significativa”, argumentó Clinton, y la Casa Blanca ordenó el sábado que se retire de una resolución el término “genocidio” para describir la matanza de armenios por turcos. La resolución del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes solicita a Obama que la política externa estadounidense refleje una comprensión del “genocidio” y que describa la matanza en esos términos.

Lo mismo sucedió durante el gobierno de George W Bush, quien también presionó para que una resolución similar no viera la luz.

Antes de la decisión de la Casa Blanca, rechazando una denominación que tanto Obama como Clinton habían defendido como senadores, el gobierno turco llamó a su embajador en Washington, Namik Tan, “para consultas”. Además, emitió un comunicado que señalaba: “Condenamos esta resolución que acusa a la nación turca de un crimen que no ha cometido”.

En el comunicado Ankara también achaca a Washington una “falta de visión estratégica” al enfrentar a dos países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

El presidente del comité que elevó la resolución en la cámara de representantes, el demócrata Howard Berman, desoyó la petición de la Casa Blanca y afirmó que si bien Turquía es un “aliado vital” de Estados Unidos, “nada justifica que desoiga el genocidio armenio”, informó la agencia de noticias EFE.

La resolución fue tachada de “parodia” y “comedia” por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que también afirmó que de ser aprobada en el Senado “perjudicará masivamente las relaciones bilaterales” y que “Turquía no será quien pierda”.

Desde Turquía también se argumenta que si la resolución se aprueba en el Congreso podría dañar las relaciones bilaterales entre Turquía y Armenia, que intentan recomponerse desde el año pasado. Clinton aseguró que “la administración Obama” va a “trabajar muy duro” para asegurarse de que la resolución no prospere en el Senado.

Dentro del territorio turco, aquel que denomine a la matanza “genocidio” será juzgado y hasta puede ser condenado a tres años de cárcel. Que terceros países reconozcan el genocidio es visto como un ataque a sus principios, señaló la agencia de noticias EFE.

Una de las exigencias del Parlamento de la Unión Europea para que Turquía se pueda integrar al bloque -algo por lo que pelea desde hace años- es que reconozca el genocidio, a lo que el premier Erdogan ya respondió que “las controversias históricas deben ser evaluadas por los historiadores”, informó el diario español El País.

Cuando Armenia y Turquía acordaron recomponer sus relaciones, se evaluó la posibilidad de hacer una comisión de historiadores de ambos países para que logren una resolución, pero las gestiones para ello continúan pendientes.

Turquía acepta que muchos armenios cristianos fueron asesinados por el Imperio Otomano, pero niega que se haya tratado de un genocidio. Mantiene que la cifra de muertos no “califica” para un genocidio porque, según Ankara, no sobrepasa las 500.000 personas, y que no hubo una política de exterminio, sino que fueron luchas interétnicas.

Sin embargo, la definición de Naciones Unidas sobre “genocidio” es bastante adecuada para definir la matanza de armenios: “Matanza de miembros de un grupo [...] sometimiento intencional de un grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”, son algunos de los actos que, “perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso” conforman un genocidio para la organización. Más simple es la definición de la Real Academia Española: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad”.