Los dos discursos pronunciados el lunes por el presidente José Mujica, ante la Asamblea General y en el acto de transmisión de mando realizado en la Plaza Independencia, aportan pistas para identificar en qué sentido su gobierno se propone ser distinto del encabezado por Tabaré Vázquez.

  1. Mujica sostuvo que “Si el país fuera una ecuación, [...], la fórmula a intentar es ‘agro + inteligencia + turismo + logística regional. Y punto. Ésta es nuestra gran ilusión. A mi juicio, la única gran ilusión disponible para el país”. Este enfoque de la cuestión implica tomar distancia de una fórmula más escueta que ha tenido sus defensores y que podría plantearse, en forma muy esquemática, como “equilibrio macroeconómico + reglas de juego estables y atractivas para la inversión”. No es un detalle menor.

En ese marco, sólo el tiempo dirá qué significa exactamente el anuncio de que la ortodoxia en el manejo de la macroeconomía será acompañado por heterodoxia, innovación y audacia “en otros aspectos”, con un Estado “activo en el estímulo”. Hay una cuestión de fondo que no se resuelve con buenos eslóganes como “mejor Estado y mejor mercado”.

  1. Sobre las políticas de Estado, el presidente señaló que deben abarcar “pocos y selectos” temas. Por lo tanto, y más allá de la importancia de plantear una relación entre los partidos que pase “de la tolerancia a la colaboración, de la confrontación controlada a ciertos modos societarios de largo plazo” (con un criterio sintetizado de modo muy significativo por Mujica al hablar de “patria para todos y con todos”), cabe preguntarse por qué se seleccionaron, meses antes de la asunción y para convocar a comisiones multipartidarias, las áreas de ambiente, educación, energía y seguridad.

En las tres primeras, buena parte de la dirigencia del Frente Amplio puede alcanzar acuerdos con colorados, blancos e independientes que no serían aceptados de buen grado por otros dirigentes del FA ni por unos cuantos de sus militantes, y cabe preguntarse si existe la intención de introducir en el debate interno la necesidad de acuerdo con otros partidos. En lo relativo a la seguridad pública es donde quizás el oficialismo tiene más que ganar a corto plazo con la fijación de políticas de Estado, ya que involucrar a la oposición en esta materia implicaría el pase a retiro de uno de sus principales caballitos de batalla contra el oficialismo.

  1. Por último, es relevante la decisión de convocar a un mayor involucramiento social en las políticas de gobierno, una orientación que, según manifestaciones de la primera senadora del sector más votado, Lucía Topolansky, abarca tanto el llamamiento al voluntariado como la búsqueda de aportes empresariales (por ejemplo, en la construcción de viviendas, una de las nuevas prioridades sociales anunciadas). En relación con este lineamiento debe tenerse en cuenta otro, explicitado en más de una ocasión por Mujica, acerca de la necesidad de evitar el perfeccionismo si realmente se quiere poder avanzar (algo así como aquello de que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y una variante más del ubicuo “es lo que hay”).

En el fondo, esto parece apuntar al rescate de la búsqueda de relaciones sociales nuevas, que asoma también en la simpatía explícita por los intentos de autogestión, y en las exhortaciones a que los empleados públicos asuman la reforma del Estado como un imperativo ético. Pero se sabe que ese camino ambicioso y poco explorado es resbaladizo: no sólo porque muchos se han querido convencer de que pueden ser de izquierda y a la vez pesimistas sobre “la naturaleza humana”, sino también, entre otras cosas, porque hay una delgada frontera entre el voluntariado y el voluntarismo. En todo caso, que estén sobre la mesa estos debates, y no sólo la posibilidad de humanizar el sistema actual, es muy estimulante.