La llamada “Flotilla de la Libertad”, formada por seis naves, comenzó su viaje el 22 de mayo con 750 activistas de 60 nacionalidades con el objetivo de llevar a la franja de Gaza 10.000 toneladas de ayuda humanitaria, atravesando el bloqueo que mantiene Israel desde que hace casi tres años el grupo islámico Hamas se hizo con el control de la zona. Israel advirtió que no permitiría el acceso a Gaza y que detendría a quienes violaran el bloqueo. Cuando las naves aún estaban en aguas internacionales, según reconoció el Ejército israelí, el lunes de madrugada Israel cumplió con su advertencia.

Murieron nueve activistas, según el gobierno israelí, que citó “informes confiables”; según otras fuentes, como la agencia de noticias ANSA, los muertos fueron 20. Hubo además entre 15 y 50 heridos, según la fuente que se consulte.

Un comunicado enviado ayer por el gobierno de Israel indicó que una de las embarcaciones no acató “las órdenes de la marina israelí” y que sus tripulantes “atacaron sin previo aviso a los soldados israelíes en el momento en que descendían de los helicópteros” a las cubiertas de las naves. “Intentaron lincharlos con bastones y cuchillos [...] arrebataron armas [y] comenzaron a disparar a matar”, agregó el comunicado. En ese contexto, y “como último recurso”, se abrió fuego contra los “atacantes”.

“No somos violentos, han utilizado una brutalidad innecesaria”, dijo Paul Wilder, un activista estadounidense que resultó herido y estaba siendo trasladado a un hospital, en declaraciones a la corresponsal del diario español El País. Cuando los tripulantes fueron trasladados al suelo israelí, tenían la opción de firmar su deportación o ir a prisión. Varios miembros de la flotilla aseguraron que los soldados dispararon aunque los tripulantes agitaban banderas blancas, informó BBC.

Entre los ocupantes de la embarcación atacada se encontraba la norirlandesa Mairead Corrigan Maguire, premio Nobel de la Paz, y varios parlamentarios europeos, informó El País. En cambio, en el comunicado israelí se asegura que en la flotilla venían personas que tienen “lazos con grupos terroristas y organizaciones anarquistas de extrema izquierda” y que las naves llevaban armas, cuando justamente el objetivo del bloqueo de la franja es “evitar el rearme clandestino de Hamas financiado por Irán”.

El “baño de sangre”, como lo llamó el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, motivó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU y la exigencia de una investigación completa. Lo mismo reclamaron la Organización de los Estados Americanos y la mayoría de los países de América Latina, que manifestaron además su repudio al ataque (ver nota adjunta).

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acortó ayer su visita a Canadá para regresar con rapidez a Israel; también canceló la visita que planeaba realizar hoy a Washington para reunirse con el presidente Barack Obama. Desde Estados Unidos se lamentó la pérdida de vidas aunque no se condenó el ataque, sino que se anunció un estudio para “entender las circunstancias”.

La embarcación atacada era turca, así como varios de sus tripulantes, y el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acusó a Israel de ejercer “terrorismo de Estado” al cometer “una acción totalmente contraria a los principios del derecho internacional”. El gobierno turco retiró a su embajador en Jerusalén, canceló las operaciones militares conjuntas con ese país, y Erdogan, de visita en Chile, canceló el resto de su gira por América Latina. Mientras, decenas de miles de manifestantes protestaron contra Israel en la principal plaza de Estambul.

La Unión Europea condenó “el uso de la violencia que produjo un alto número de víctimas entre los miembros de la flotilla” y reclamó “una investigación inmediata, completa e imparcial”, informó la agencia de noticias EFE. El portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Andréi Nesterenko, subrayó que lo ocurrido es “una violación flagrante del derecho internacional”.