La reunión de hoy entre José Mujica y Cristina Fernández es importante por el solo hecho de realizarse. Hace poco más de cuatro años Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner suspendieron un encuentro que iba a llevarse a cabo en la misma estancia de Anchorena, en ausencia de condiciones para un mínimo acuerdo.

En marzo de 2006, el entonces secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, había anunciado aquella cumbre destacando que la propiciaba el levantamiento, “en forma incondicional, por tiempo indeterminado y sin ningún tipo de restricción”, del bloqueo de los puentes binacionales por parte de activistas argentinos, medida que se había aplicado por primera vez al final del año anterior. Y comentó que, en ese marco, confiaba en “encontrar una feliz solución” al “diferendo” que había “entorpecido las relaciones entre dos países hermanos”, añadiendo que eso redundaría “en beneficio del Mercosur”. Según se había informado, el libre paso por los puentes iba a ser acompañado por una suspensión de las obras de la planta de Botnia durante tres meses, mientras se llevaba a cabo un estudio de impacto ambiental, pero la empresa dio marcha atrás -o más bien no la dio- y anunció finalmente que pararía la construcción sólo por diez días.

Luego vinieron Kirchner con la banderita en el corsódromo, Carrozzo en Viena, las audiencias en La Haya, el tribunal del Mercosur, el anuncio en Buenos Aires de la reubicación de ENCE (que después se transformó en retirada), la infructuosa mediación del rey de España, los militantes patoteados en la plaza Independencia, el intento sin resultados de negociación en Chile, la habilitación de Botnia, el corte permanente y el fallo en Holanda, entre muchos otros acontecimientos e incidentes. Ha corrido mucha agua por debajo del bloqueado puente.

El “diferendo”, planteado formalmente al inicio entre actores de la sociedad civil (la empresa finlandesa de un lado del río, los asambleístas gualeguaychuenses del otro) se ha constituido como un problema entre Estados, en escenarios donde no están presentes los contendientes privados, pero con ellos al fondo. Las relaciones entre los gobiernos se han complicado durante años en forma exponencial, a partir de este conflicto o con él como excusa.

Hay muchos asuntos que Uruguay necesita encaminar junto con Argentina, pero la cuestión del piquete se ha cargado enormemente de significado en nuestro país, a tal punto que sin resolverla parecerá que no se ha resuelto nada. No da la impresión de que en la Casa Rosada se le haya asignado nunca una relevancia similar al corte de ruta, pero los Kirchner tienden, como muchos en el peronismo, a moverse bajo el lema de Humpty Dumpty, “La cuestión es quién manda”, y para ellos todo lo que simboliza poder es crucial. Mujica comprende eso perfectamente, y ha considerado, a diferencia de Vázquez, que convenía agachar un poco la cabeza. Entablado, entre animales políticos, el intercambio de gestos, es decisivo que nuestro presidente sepa en qué momento dar a entender que no se está sometiendo al macho -o la hembra- alfa. Ojalá que no le falle el olfato.