Las dos caras de Cameron

El primer ministro británico, David Cameron, fue duramente criticado ayer por visitar la región magrebí en una gira pactada antes de las revueltas, en la cual lo acompañan empresarios de los sectores aeroespacial y de armamentos. Cameron argumentó que el Reino Unido tiene “fuertes relaciones de defensa con las naciones de la región” y afirmó que las armas se venden para que sean empleadas en la custodia de las fronteras. El diario británico The Times indicó ayer que el gobierno británico recibe presiones internas y externas para que cancele las licencias de exportación de armamento a Bahrein y Libia, a fin de que no se utilice para reprimir a manifestantes que demandan reformas. Por otro lado, ante el parlamento de Kuwait Cameron hizo un mea culpa: “Nos equivocamos en apoyar a los dictadores”, dijo, abarcando en el "nosotros" a otros gobiernos occidentales, informó la agencia de noticias ANSA. También reconoció ser culpable de “prejuicios que rozan el racismo”, por haber considerado que los musulmanes son incapaces de vivir en democracia.

“Toda la zona oriental está fuera del control de Gadafi; el pueblo y el Ejército trabajan codo a codo aquí”, dijo el ex comandante Hany Saad Marjaa a la agencia de noticias Reuters. En esa zona, fronteriza con Egipto, se concentra históricamente el descontento con el sistema político de Gadafi: allí nació la monarquía que precedió a la revolución encabezada por él en 1969 y se han producido varias masacres de opositores a ella.

Ante la pérdida de control del área oriental por parte de Gadafi, el Consejo Militar que gobierna provisoriamente Egipto reforzó su seguridad de su lado de la frontera, informó la cadena qatarí Al Jazeera.

Pero las fuerzas que respaldan a Gadafi no son sólo el Ejército, la Policía y la Guardia Amazónica -encargada de la seguridad del líder y compuesta solamente por mujeres-, que suman más de 45.000 integrantes. Se deben agregar el Mujabarat (policía secreta) y el movimiento Comité Revolucionario, alineado con el régimen por una mezcla de afinidades ideológicas y tribales. También fuerzas represivas como el Batallón Disuasivo, liderado por uno de sus hijos, o la Legión Islámica, sobre la cual se rumorea que está formada por “mercenarios extranjeros”.

Estas fuerzas no han dudado en reprimir anteriores revueltas contra el régimen, y justamente sobre esa posibilidad alertó el domingo uno de los hijos de Gadafi, Saif al Islam. A partir de conversaciones telefónicas y de intercambios mediante internet, el diario español El País informó que en la capital Trípoli se ha instalado un escenario de guerra, con helicópteros sobrevolando, efectivos disparando a la gente, mercenarios y militares patrullando la ciudad. El acceso a internet es también problemático, mientras los vecinos hacen “frente común”, reuniéndose en casas y juntando provisiones, por las dudas de que la crisis se prolongue.

El gobierno reconoció que los disturbios han causado 300 muertes, y según organizaciones civiles las bajas han sido 600. “La insensibilidad con la que las autoridades libias y sus empleados armados disparan ráfagas de proyectiles contra manifestantes pacíficos es inconcebible”, dijo la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Navi Pillay Pillay, antes de exigir una investigación internacional sobre la existencia de violaciones de esos derechos en la represión de las protestas.

“Yo no me voy a ir con esta situación. Moriré como un mártir”, aseguró ayer Gadafi, en su segunda aparición en la televisión estatal desde que comenzaron las revueltas. “Éste es nuestro país y el país de nuestros abuelos. No vamos a dejar que lo destruyan” continuó, y pidió a sus seguidores que salgan a la calle a “proteger la revolución”. Sostuvo que si cesan los disturbios encabezará un movimiento “con el apoyo de millones de habitantes del desierto, que limpiará Libia casa por casa” (casi la totalidad del país es desértica).

Gadafi aseguró que él no es un presidente: “Si yo fuera presidente les tiraría mi dimisión a la cara, pero yo soy el líder de la revolución, cogeré mi fusil, permaneceré en Libia y derramaré hasta la última gota de mi sangre”, e insistió en que si la situación continúa como está, Estados Unidos ocupará el país “como ha hecho con Irak y Afganistán”.

El líder aseguró que los manifestantes son “un pequeño grupo de jóvenes drogados” que “trataron de imitar lo que pasó en Túnez y Egipto” influenciados por “delincuentes manipulados por fuerzas externas, incluida la red terrorista Al Qaeda”.

Luego del discurso, pronunciado en las ruinas del palacio destruido por bombarderos estadounidenses en 1986, la televisión estatal difundió imágenes de festejos en Trípoli, pero Al Jazeera mostró expresiones callejeras de rechazo, y si bien Gadafi aseguró que no había autorizado al Ejército a disparar contra las manifestaciones, ambas partes cruzaron disparos. Gadafi recibió el respaldo de Nicaragua y Cuba, donde Fidel Castro tituló su habitual columna de reflexiones “El plan de la OTAN es ocupar Libia”. Sin referirse a la represión de las protestas, Castro afirmó que “es absolutamente evidente que al gobierno de Estados Unidos no le preocupa en absoluto la paz en Libia, y no vacilará en dar a la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] la orden de invadir ese rico país, tal vez en cuestión de horas o muy breves días”.

También hubo reacciones de las otras. La Liga Árabe suspendió la participación de Libia en esa organización y presidentes de numerosos países rechazaron la represión a los manifestantes. En el frente interno, renunciaron a sus cargos varios diplomáticos libios -entre ellos ocho embajadores-, así como el ministro del Interior, Abdel Fattah Younes al Abidi, renunció a su cargo, que hizo público su alineamiento con la “revolución 17 de febrero” e insto al Ejército a unirse al pueblo y apoyar sus “demandas legítimas”.

La canciller alemana, Angela Merkel, se declaró “muy, muy alarmada” por las palabras de Gadafi, que “ha declarado la guerra a su propio pueblo”. Advirtió que si el gobierno libio no termina con la violencia, hará valer su influencia en los organismos internacionales para éstos apliquen “oportunas sanciones”, informó la agencia de noticias EFE.

Tanto la Liga Árabe como varios países europeos y organizaciones internacionales exhortaron a las autoridades libias a permitir que los medios de comunicación trabajen libremente. Según denunciaron varios corresponsales en Libia, las autoridades de ese país han establecido un férreo control sobre las actividades periodísticas. De hecho, las imágenes disponibles de protestas y enfrentamientos son escasas, y la mayoría de los medios se nutre de versiones difundidas mediante redes sociales en internet, principalmente en Twitter.

Gadafi sostiene que la situación es “del todo normal”, y le comunicó esa apreciación al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en una conversación telefónica mantenida ayer, informó la agencia oficial libia JANA.

Fuentes oficiales italianas indicaron a la agencia de noticias ANSA que en la conversación, de unos 20 minutos, Berlusconi, quien mantiene una muy buena relación diplomática con Libia y una amistad personal con Gadafi, lo instó a encontrar una solución pacífica para la situación que vive su país. El llamado parece haber estado motivado por lo que Gadafi dijo en su discurso: que Italia y Estados Unidos habían entregado armas y “misiles” a los manifestantes, lo que fue rechazado tanto por Berlusconi como por el canciller italiano, Franco Frattini.

El acceso a armamento es, por supuesto, un factor importante en la actual situación libia. Ayer Rudy Demotte, gobernador de una región belga, pidió a su país que reclame ante la Unión Europea un embargo de armas contra Libia para evitar su uso en la represión de las protestas.