Las revueltas en el norte de África, en particular la de Túnez, se hicieron sentir en Lampedusa, ubicada a 113 kilómetros de las costas de ese país y que ya era un destino frecuente de inmigrantes de la región. La situación desbordó los centros de acogida y motivó en los últimos días varias manifestaciones de los pobladores locales, que reclaman al gobierno que atienda la situación y le reprochan que los dejó solos con esa crisis. También los inmigrantes organizaron sus protestas para pedir que se habiliten para ellos otros centros de acogida.

El martes sumaban unos 6.200 los inmigrantes que se encontraban en Lampedusa. El alcalde Bernardino de Rubeis explicó ese día que la organización a cargo de la alimentación de esos centros distribuía 4.200 comidas al día, así que 2.000 personas quedaron sin alimento. Anunció además que 1.350 inmigrantes serían transferidos a otras zonas de Italia, según informó la agencia de noticias EFE.

Esos traslados eran una de las reivindicaciones que se leía en las pancartas colocadas sobre el ayuntamiento por los isleños, que pedían realojar a 5.000 inmigrantes. “No es racismo sino supervivencia”, justificaba una de ellas. El martes, los manifestantes locales bloquearon el puerto para evitar que la guardia costera ayudara a más barcos de inmigrantes a llegar a sus costas.

Sólo 1.500 de los 6.200 inmigrantes pudieron ser distribuidos en los albergues. Los demás fueron repartidos en locales improvisados en una base militar, dependencias de la Iglesia Católica e instalaciones portuarias, que en algunos casos no cuentan siquiera con agua.

Desde que comenzó el año, arribaron a Italia unos 19.000 inmigrantes por vía marítima, la mayoría proveniente de Túnez, donde al caer el presidente Zine al-Abedine Ben Alí, se liberó de controles la frontera, informó la agencia Reuters. También desde Libia desembarcaron en Lampedusa inmigrantes tunecinos y de otros países de África. Está previsto para hoy un consejo de ministros extraordinario dedicado a atender esta emergencia, al tiempo que Italia moviliza embarcaciones civiles y militares para realojar a los refugiados.

Cavaliere de Lampedusa

Mientras tanto, para tranquilizar los ánimos de los habitantes locales de Lampedusa, Berlusconi agendó una visita a la isla y anunció que traería consigo “medidas de indemnización y compensación” para sus pobladores.

Antes de su llegada, su socio de ultraderecha en la coalición de gobierno Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, echó leña al fuego y declaró que los inmigrantes deben irse y que ninguna zona del norte del país quiere recibirlos. Bossi se atajaba así ante la queja de políticos de Sicilia, región que incluye a Lampedusa, acerca de que el norte debería ser más activo en compartir la responsabilidad de recibir a inmigrantes. Además, el ministro del Interior, Roberto Maroni, había advertido que sólo la región de Los Abruzos, que sigue intentando recuperarse del terremoto de abril de 2009, estaría libre de aceptar inmigrantes.

“Quiero convertirme en un lampedusano yo también y, por eso, esta noche he buscado en internet y he encontrado una casa preciosa en Cala Francese que se llama Dos Palmas y la he comprado”, exclamó Berlusconi al pisar Lampedusa. Posteriormente, rodeado de guardaespaldas, el gobernante millonario visitó su nueva propiedad.

De acuerdo con EFE, se trata de una vivienda construida en los años 60, de dos plantas, con varias terrazas y acceso a la playa, tasada por una inmobiliaria en un millón y medio de euros. “Construiré alrededor senderos de piedra [...] Será simple y mediterránea”, describió Il Cavaliere.

Además, Berlusconi prometió medidas a “sus vecinos” para convertir la isla en una “zona franca”, rebajas en los precios del combustible para los pescadores locales, una moratoria fiscal para todos y hasta impulsar la candidatura de Lampedusa al premio Nobel de la Paz. Antes de irse añadió que le encargó a la televisión estatal, la RAI, y a Mediaset, su propio grupo mediático, que hagan reportajes sobre el lugar como forma de promover el turismo.

Entre aplausos, Berlusconi también se comprometió a que los 6.200 inmigrantes sean evacuados a otras zonas de Italia o deportados a sus países de origen en los casos en que corresponda en un plazo de entre 48 y 60 horas. Una vez transcurrido ese tiempo, garantizó, en la isla “habrá sólo lampedusanos”.