A los dos bandos

Por lo menos 20 niños murieron en dos semanas de combates en la ciudad libia de Misrata, que sigue sitiada por las fuerzas de Muamar Gadafi, denunció ayer Unicef. De acuerdo a la portavoz de Unicef Marixie Mercado, “la cifra de niños muertos” es “mucho peor de lo que temíamos” y “seguramente empeorará a menos que haya un cese al fuego”. Por otro lado, la representante especial de Naciones Unidas para los Niños en los Conflictos Armados, Radhika Coomaraswamy, pidió en un comunicado “al gobierno [de Gadafi], a sus fuerzas leales y a las de la oposición que dejen inmediatamente de utilizar a niños como combatientes. La muerte y la mutilación de niñas y niños debe acabar”.

El Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia fue creado el 27 de febrero. Su lema es “Libertad, Justicia y Democracia” y pretende preparar la era pos Gadafi, el gobernante de África con más años en el poder. Sus integrantes aseguran que en cuanto logren que se vaya el gobernante, que se mantiene firme en Trípoli, convocarán a elecciones en el correr de los seis o siete meses siguientes para aprobar una Constitución que por ahora Libia no tiene.

El presidente del CNT es Mustafá Abdel Jalil, el ex ministro de Justicia del gobierno de Gadafi que se sumó a los opositores el 21 de febrero, al principio de la sublevación contra el régimen.

El CNT está compuesto por 31 miembros que representan a los “Consejos locales de la revolución”, creados desde el 15 de febrero en cada ciudad tomada por los opositores. De acuerdo a la página web del CNT (http://ntclibya.org), esos Consejos se ocupan de organizar la vida cotidiana de la población en cada ciudad.

Sólo se difundieron los nombres de 11 de los integrantes del CNT. Según la página, los representantes de las ciudades de Ajdabiya, Al Kufrah, Ghat, Nalut, Misrata, Az Zintan y Zawiya no aparecen por razones de seguridad, ya que aún no están del todo liberadas. Los rebeldes agregan que “el Consejo espera con impaciencia nombrar representantes del centro y sur de Libia y de Trípoli”.

Entre sus miembros no sólo hay representantes de ciudades, también hay un representante de los presos políticos, Zubiar Ahmed El-Sharif, uno de la juventud, Fathi Tirbil, y una representante de las mujeres, Salwa Fawzi El-Deghali. Trece Comités forman el Consejo y uno de ellos es Asuntos de la Mujer.

Consultada sobre su agenda, El-Deghali declaró al diario español ABC: “Gadafi no hacía distinción de sexos a la hora de la represión. No se puede hablar de derechos de las mujeres hasta ahora porque simplemente nadie tenía derechos”. Por lo tanto, de momento “hay que liberar a todo un país, hombres y mujeres”, opinó la única mujer que integra el CNT.

Acerca de Tirbil, el representante de la juventud, se habla poco pero fue su arresto por parte de las fuerzas de seguridad de Gadafi, el 15 de febrero, el que llevó a que se convocara mediante Twitter a la gran sublevación del 17 de febrero, que marcó el comienzo de la insurrección. A la detención de Tirbil se suman otros factores como la alta tasa de desempleo juvenil, la falta de libertad de expresión y las revueltas de Túnez, Egipto y otros países árabes.

Tirbil vivía en Bengasi, la ciudad que ahora es la capital rebelde. Es un abogado de 38 años, defensor de las familias de víctimas de la matanza, en 1996, en la cárcel de Abou Salim. En esa prisión los militares libios asesinaron a 1.200 detenidos en apenas cuatro horas. Por eso en las ciudades tomadas por los rebeldes las paredes están plagadas de fotos de las víctimas de 1996.

La Justicia y el rebelde

Jalil, el presidente del CNT, fue desde 2002 presidente de la Corte de Apelaciones de Trípoli, el tribunal que confirmó, en 2006, la pena de muerte de las enfermeras búlgaras. Ese episodio hizo que Libia fuera un foco de atención entre 1999 y 2007. A partir de 1999 fueron detenidos, juzgados y condenados, primero a muerte y luego a prisión perpetua, cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino. Se los acusaba de haber inoculado a propósito el virus del sida a más de 300 pacientes del Hospital de Niños de Bengasi. El escándalo le sirvió al régimen como moneda de cambio en sus negociaciones con Occidente.

El proceso que desembocó en la liberación de los acusados fue larguísimo, supuso concesiones, coimas millonarias, recompensas diplomáticas y otros favores. Los principales interlocutores del régimen de Gadafi fueron la Unión Europea y, al final, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, recién electo. El mandatario galo consiguió la puesta en libertad, en 2007, de las enfermeras y el médico.

Un periodista del diario búlgaro 24 Tchassa dijo al periódico francés Le Monde que Jalil era “un fiel entre los fieles [del régimen] que, en recompensa por su intransigencia en el juicio, fue nombrado ministro de Justicia en 2007”. La idea de nombrarlo la tuvo Saif al Islam Gadafi, el hijo del líder que dirige la Fundación Internacional Gadafi, que tuvo un papel central en las negociaciones para liberar a los acusados. Esta liberación acercó al presidente libio a Occidente, hasta que reprimió las revueltas de febrero.

El ahora líder del Consejo rebelde tiene 52 años, es casado y padre de ocho hijos. El corresponsal en Libia del diario español ABC escribió que tiene “fama de hombre austero y honesto que no se enriqueció pese a ocupar un cargo de gran responsabilidad”.

Hoy Jalil es el más buscado de los rebeldes. Por su captura y entrega, Gadafi ofrece unos 400.000 dólares. Por eso el ex ministro tiene dos guardaespaldas: un hermano y un primo.

Según sus colaboradores, la gente lo “adora” en Bayda, su ciudad natal, unos 200 kilómetros al noreste de Bengasi, en donde se esconde. Esto es así porque “fue el único que plantó cara a Gadafi de verdad y el único ministro que criticó en público la falta de reformas en el país”, aseguran.  Amnistía Internacional destacó en 2010 que Jalil, entonces ministro de Justicia, “llamó públicamente a que se liberara” a los presos que habían sido declarados inocentes por la Justicia.

En enero de ese año, durante la reunión anual del Congreso General del Pueblo (el Parlamento), transmitida en directo por la televisión estatal, Jalil presentó su renuncia y dijo que el aparato del Estado no le permitía que se liberara a presos inocentes. Pero Gadafi no la aceptó. Sólo Jalil debe saber qué pasó entre 2006 y 2010 para que cambiara de actitud ante el régimen.

Sobre lo que ocurrió en febrero, cuando renunció en forma definitiva, dio explicaciones en una entrevista con ABC: “salí a las calles de esta ciudad [Bayda] a protestar de forma pacífica junto a miles de amigos y vecinos que pedían cambios en el sistema. De pronto las fuerzas de seguridad del régimen abrieron fuego en forma indiscriminada”. El ahora jefe rebelde denunció que “el primer día mataron a 15 personas, el segundo abrieron la prisión principal y enviaron a los presos a quemar los tribunales…”. Entonces se dio cuenta que “los culpables actuaban con impunidad y respaldo de Trípoli”. Por eso añadió: “Presenté mi renuncia y empecé a trabajar con la oposición”.

Interés militar

El actual líder del ejército rebelde, Abdel-Fattah Yunis, también fue ministro de Gadafi. Como titular del Ministerio del Interior representó al ala más dura de su gobierno y de hecho era el número dos del régimen hasta su renuncia. Le decían “la mano derecha e izquierda de Gadafi”. Las enfermeras búlgaras preferían llamarlo “el torturador en jefe” por las violaciones y la picana eléctrica a las que sus hombres las sometieron para que confesaran.

Cuando Francia se convirtió en el primer país en reconocer al CNT como “único interlocutor del pueblo libio”, esto le valió a Sarkozy un cruce con el primer ministro búlgaro, Boïko Borissov, que le recriminó: “En ese comité hay gente que torturó a nuestras enfermeras”.

El actual coordinador militar de los rebeldes, Idris Laga, fue presidente de la asociación de padres de los niños infectados por el virus del sida en el momento del escándalo de las enfermeras. Y hay más ejemplos.

Todo esto no evitó que el Reino Unido, Italia y luego la Unión Europea en su conjunto reconocieran también al CNT como único interlocutor libio. En la población libia estos cambios de bando causan algún rechazo. “Lo más difícil”, dijo a fines de marzo el portavoz de los rebeldes, Mustafá Gheriani, “es controlar a los jóvenes” porque “no reconocen a Yunis como jefe militar y tienen reservas sobre Mustafá Abdel Jalil”.

Es probable que el resto de las personas que constituyen el grueso de la oposición a Gadafi -profesores, abogados, diplomáticos, militantes por los derechos humanos y jóvenes- sean más “presentables”, pero no tienen la experiencia de los arrepentidos del régimen. Éstos saben cómo se organiza el gobierno, y de Gadafi conocen sus recursos, debilidades y su carácter.

Pero los rebeldes tienen límites a la hora de recibir nuevos aliados. Por ejemplo, se negaron a mantener reuniones con el ex ministro de Asuntos Exteriores libio Musa Kusa, que fue jefe de los servicios secretos de 1994 hasta 2009, y hoy está bajo protección británica desde que huyó de su país, a fines de marzo. “Estuvo mucho tiempo en el poder con Gadafi” y en ese período se cometieron “muchas violaciones de los derechos humanos” sobre las que debería dar cuenta, dijo un representante del CNT, Mahmud Awad Shamman.

Respecto al tan reiterado temor a que entre los rebeldes se escondan islamistas, el director del Centro de Estudios del Mundo Árabe y Mediterráneo de Ginebra (Suiza), Hasni Abidi, estima que hay elementos islamistas a favor de un Estado religioso, como el Grupo Islámico Combatiente -que tiene sus orígenes en Al Qaeda- o el partido político Umma -que significa “la comunidad de creyentes musulmanes”-, “pero no son mayoritarios”.