De la mesa “Explorando contribuciones a la construcción de una paz justa” participaron Tilda Rabi, una argentina de origen palestino que es directora de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas; Pablo Lumerman, integrante de la comunidad judía argentina, que es director adjunto de la Fundación Cambio Democrático; Fátima Sleiman, argentina descendiente de libaneses y sirios, presidenta de la Casa de la Sabiduría para la integración de los pueblos. También intervino Edward Kaufman, ex integrante de la Junta Directiva de Amnistía Internacional, ex director del Instituto Truman para la Paz, y académico referente en diplomacia ciudadana para la resolución de conflictos, que ha trabajado en particular en el de Medio Oriente.

Con la consigna de que cuatro militantes por la resolución del conflicto entre israelíes y palestinos -pertenecientes a las dos comunidades- dialogaran desde sus “ideales de pertenencia”, el encuentro se dividió en bloques temáticos: el lugar de la historia en el conflicto, el papel de la diáspora y el de América Latina en la coyuntura actual.

Pertenencia compartida

Para ilustrar la consigna “Dos pueblos castigados por la historia y exiliados de su tierra, que la historia quiso fuera la misma”, Tilda Rabi, que se define como laica, rescató el libro de la palestina-chilena Nancy Lolas, titulado A mí, Dios no me dijo nada. “La cuestión de fe es un acto íntimo de los hombres. Respeto todas las confesiones, pero cuando los hombres cometemos atrocidades en nombre de Dios, tenemos que ponernos a pensar en qué estamos fallando como personas”, dijo. Continuó relatando una historia familiar: "mi abuela, que fue una palestina que murió pensando en volver a su patria, llegó en un barco a Chile junto a Rosa, una palestina de confesión judía. Cada una había apoyado a sus hermanos y padres en la Revuelta de 1936 [contra la inmigración judía en tierra palestina].

Llegaron a Santiago y les tocó en suerte ser vecinas. Los chicos jugaban en casa de ambas y mi abuela siempre le decía: ´Rosa, por favor no se enoje, no nos enojemos nosotras, deje que ellos se peleen, porque mire que después se van a amigar´. Y así seguía la vida cotidiana. Pasó el tiempo y Rosa de repente desapareció de nuestras vidas. Ya en el secundario, en el año 67, durante la Guerra de los Seis Días, veo que una chica judía pone en el mural del liceo un comunicado denunciando el terrorismo palestino y todo eso. Yo, por supuesto, había llevado otro comunicado en el sentido contrario, que también puse en el mural. Ella me pregunta mi nombre, le digo Tilda, y ella medice que es Rosa. Le cuento que mi abuela vino de Palestina con una Rosa. Conclusión, Rosa había muerto, los hijos se fueron del barrio, se casaron, y yo me encontré con su nieta, ella estaba de este lado de la valla, y yo del otro".

Pablo Lumerman, descendiente de polacos que se tuvieron que exiliar luego de sufrir los “años oscuros”, señaló como inicio del “conflicto milenario” la historia de Abraham y sus hijos Ismael e Isaac, de dos madres distintas, quienes se enfrentaron para definir quién era el heredero de Abraham, quién continuaría su tradición. “Si bien Isaac e Ismael tenían una relación muy conflictiva, enterraron juntos a su padre. Ahí hay algo de la historia profunda que necesitamos actualizar desde una perspectiva bien ecuménica, laica inclusive, decir ¿cómo hacemos para juntarnos y para honrar nuestro pasado compartido?”, se preguntó.

Lumerman también utilizó su historia personal para destacar la importancia de intercambiar ideas en un diálogo respetuoso: “A los 17 recorrí Bolivia de mochilero y me encontré en el altiplano boliviano con un marroquí musulmán estudioso del sufismo, con quien conversé durante horas sobre su camino exploratorio en el conocimiento místico del islam y mis primeros pasos en el saber cabalístico que tenía mi padre y que me transmitió. Ese encuentro permitió que pudiéramos tener saludables desacuerdos respecto a cómo resolver el problema entre Palestina e Israel”. El director adjunto de la Fundación Cambio Democrático señaló que “abonar esos encuentros sobre nuestra identidad común nos permite trabajar mejor nuestra historia y también negociarla mejor. Es muy importante, cuando nos preguntamos sobre nuestra historia, saber que cada uno la construye en base a los valores, las relaciones, los intereses que trae consigo; pero que a la hora de construir paz también tenemos que estar dispuestos a negociar nuestra historia, en el mejor sentido de la palabra, a poder abrir nuestra historia a la del otro, para poder hacer una historia compartida”.

La decisión de Naciones Unidas de 1947 de la partición del territorio palestino fue el punto de partida de la exposición de Fátima Sleiman: “fueron decisiones injustas tomadas por los Estados, que nos plantearon 60 años de luchas para lograr algo que en su momento se dijo que se iba a cumplir y que hasta el día de hoy no se ha cumplido, que son los dos Estados: solamente hay uno. Son épocas de cambios, de logros, creo que el reconocimiento del Estado palestino va a ser una realidad pronto y desde esa perspectiva vamos a empezar a trabajar”. Destacó el papel de los países sudamericanos para “lograr entre todos que esa realidad, esa necesidad, esa actitud justa que se merece la sociedad palestina se logre de una vez por todas con la creación del Estado palestino”. Sleiman señaló que desde el activismo, lo que se puede hacer es crear “nexos de confianza entre las dos comunidades y fomentar el diálogo” para que se concrete el nuevo Estado. “Sí al Estado palestino, sí a ese derecho natural que le corresponde a esa sociedad tan castigada y también en convivencia natural con el Estado israelí y con los israelíes”, concluyó.

Desde el punto de vista académico, Edward Kaufman, docente judío que da clases en la Universidad de Maryland junto a su colega palestino Manuel Hassassian, actual representante de la Autoridad Nacional Palestina en Londres, indicó que la cuestión de cuándo empezó la relación entre israelíes y palestinos es determinante a la hora de ser positivo o negativo sobre su resolución: “Si queremos ser pesimistas vamos a hablar de hace 60 años, o incluso desde 1921, casi 100 años, pero también se puede considerar que comenzó cuando el primer musulmán encontró al primer judío. Eso fue en el siglo VII. Si se piensa en décadas, hay que hablar de conflicto, pero si se piensa en siglos se puede hablar de coexistencia”. Recalcó que las peores experiencias para el pueblo judío fueron vividas en Europa y no en el mundo árabe, donde los judíos, “al ser minoría, fueron respetados y aun protegidos”, exceptuando “algunos desmanes”.

“Si pensamos en siglos, la coexistencia árabe-judía fue la norma y el conflicto la excepción, pero lamentablemente si pensamos en décadas, el conflicto fue la norma y la coexistencia ha sido la excepción”, resumió. Kaufman hizo una breve reseña del nacimiento del conflicto: “Comenzó como un conflicto nacional entre dos pueblos que se disputaban una tierra, el pueblo árabe que vivía allá y el pueblo judío que se sentía en el exilio. El retorno causó el conflicto en una época en que los nacionalismos comenzaban a surgir, y lo trágico fue que los nacionalismos se generaron al mismo tiempo, entonces hubo un choque. Ese conflicto nacional se ha transformado en los últimos 30 años en un conflicto religioso, en el que los intransigentes, que son el obstáculo para la paz, lamentablemente están manejados por un fundamentalismo con una visión en la que no hay lugar para el otro. Los judíos religiosos de los asentamientos dicen ´en la tierra prometida no hay espacio sino para un solo Estado, que es el judío´. El Hamas, que es un grupo musulmán que habla de la tierra del Islam, dice que cualquier lugar que los musulmanes controlaron tiene que quedar bajo control musulmán, por lo tanto no hay lugar para un Estado judío”.

En este marco, lamentó que las fuerzas por la paz sean “minoría en comparación con algunos grupos que están manejando nuestra sociedad por razones de índole religiosa, y cuando el conflicto es religioso y no de nacionalidad, la racionalidad se convierte en una cosa muy difícil”.

Los que están lejos

“Diáspora e identidad, ¿qué significan Israel y Palestina para las comunidades de la diáspora de ambos pueblos? ¿Qué tipo de relación es deseable en cada caso?”, fue la consigna del segundo bloque temático.

Rabi retomó los conceptos de Estado nación y de nacionalismo sugeridos por Kaufman: “El Estado nación es un concepto moderno y europeo, un concepto napoleónico, que se aplicó dentro del mundo árabe después de la Segunda Guerra Mundial y en la partición de Palestina, sin consulta previa a los originarios que vivían allí. Siempre me he preguntado si en mi familia hubo musulmanes y judíos, y es posible, porque parto de la premisa de que como esa zona siempre fue tan codiciada, hubo un cruce muy importante, tanto confesional como étnico. A mí no me importa si mis orígenes fueron judíos, musulmanes o cristianos. Lo que me preocupa realmente es la falta de identidad que hoy tiene el pueblo palestino, porque también se nos está destruyendo la identidad”.

La activista resaltó que para ella es importante recordar que “cuando se hizo la partición de Palestina se destruyeron 531 aldeas para la construcción de un Estado de víctimas, también, de un genocidio”, y aclaró; “no quiero a Israel fuera del mapa, sino con nosotros, pero también quiero un nuevo ciudadano israelí que sea capaz de confrontar el Estado de terror que hoy se aplica”, porque en el futuro israelíes y palestinos “vamos a tener que vivir codo a codo”.

Retomando la influencia de la diáspora, Lumerman contó que muchos de sus familiares viven en Israel y algunos tienen posiciones políticas de centroderecha y otros socialistas, y que el puente para que ellos se encuentren en su país se crea cuando los visita él junto a su familia argentina.

También contó qué significa para él Israel: “Siempre fue fuente de seguridad desde el punto de vista familiar. Me da la sensación de que hay un lugar donde eventualmente, si alguna vez hubiera una situación complicada en Argentina -como la hubo-, mi familia y yo tenemos un lugar donde estar seguros. Fuente de orgullo también, por la inversión de amor, de trabajo y de capacidad de construcción que significó el desarrollo de Israel. Pero al mismo tiempo también me genera pena y vergüenza cuando veo la manera en que responde el Estado a través de sus fuerzas de seguridad ante una protesta pacífica”.

Además, Lumerman planteó las diferencias familiares que suponen estos puntos de vista diferentes.

“Tengo un primo que está en las fuerzas especiales, no quiero que sienta que soy un traidor, o que participando en estos espacios le doy oxígeno al enemigo; todo lo contrario, quiero que vea en mí la oportunidad para dejar las armas -que tampoco a él le gustan- para dedicarse a lo que le gusta, que es la ingeniería. Pero es muy difícil esa conversación, porque yo fui criado en un país que, saliendo de la violencia estaba en democracia, y él en un país en guerra, en una guerra asimétrica, injusta, pero guerra al fin. Para ponerse en el lugar del otro no sólo hay que sacarse los propios zapatos, sino también caminar con esos otros zapatos que son muy difíciles de concebir.”

¿Qué relación es deseable entre la diáspora e Israel y Palestina?, se preguntó Lumerman, “una relación de co-construcción de una visión compartida de desarrollo entre los dos pueblos que tienen tanto en común”.

Sleiman, a su turno, destacó que los palestinos que conoce en todo el mundo mantienen “esa fuerza, esa lucha para que la realidad del Estado palestino sea”, y agregó: “yo creo que también es conservación y lucha por una identidad. Están en distintos lugares del mundo pero siguen luchando por lo suyo y no me parece un dato menor. Es posible crear instancias-puente, para esa realidad que se nos viene, la del Estado palestino, y para trabajar y fortalecer esa identidad el día después de la creación del Estado palestino. No va a ser fácil, va a haber que construir en la generación de espacios. Desde nuestros países podemos ayudar a que esa realidad sea menos dura”.

La identidad nacional volvió a tener lugar en el aporte académico de Kaufman, quien señaló que este concepto es cambiante, recordando a la desintegrada Yugoslavia y al recientemente dividido Sudán.

“Con mi colega palestino [Hassassian] estamos de acuerdo en que si hubiéramos preguntado a las personas que vivían en Nazaret, Yafa o Tiberias en 1910 de dónde eran, nos hubieran dicho que eran turcos -por el Imperio Otomano-, ya fueran judíos, libaneses, sirios, etcétera. Los que vivían en Jerusalén en 1910 hubieran dicho que eran sirios, porque la Gran Siria incluía Siria, Líbano y lo que se llamó después Palestina. La identidad palestina se formó fuertemente en 1920 y creció enormemente también por causa de la migración judía que los confrontó (…) Hoy, el que niega la identidad palestina no sólo está en un error por el derecho de autodeterminación, sino también por el análisis histórico; es uno de los nacionalismos más fuertes del mundo”.

Kaufman planteó luego un interrogante respecto a si la identidad fuerte -tanto de palestinos como de israelíes de las diásporas- es un aspecto positivo o negativo en el camino hacia la paz. “La tragedia es que las diásporas en general, la armenia, la irlandesa, tienden a ser más extremas que la gente que vive el conflicto. Por eso a mí me preocupa la tonalidad de los debates en los que se disputa quién gana como si fuera por puntos.”

Desde América Latina

El momento actual, de revueltas en el mundo árabe y de evolución democrática en América Latina, se introdujo en la tercera y última consigna del encuentro: “¿Qué puede hacer América Latina para ayudar a resolver el conflicto israelo-palestino desde la premisa del plan de partición de ONU de 1947 de dos Estados para dos pueblos?”.

En referencia a los levantamientos del mundo árabe y su influencia en Palestina, Rabi recordó que a mediados de marzo hubo “tanto en Cisjordania como en Gaza un movimiento importantísimo de jóvenes que piden la unidad nacional palestina”. Se preguntó: “¿qué hecho es más simbólico que ése?, no quieren ni Hamas ni Fatah, quieren la unidad palestina, porque son conscientes de que mientras haya un sector que proclama una cosa y otro otra, la ocupación va a seguir indefectiblemente. Eso es producto también de este despertar árabe que me parece maravilloso”.

Consideró además: “para que desde América Latina podamos construir y viabilizar la paz real tenemos que poner las imágenes del horror y también las constructivas. Yo tengo contacto con muchos israelíes en Israel que han hecho marchas [a favor de la paz] pero desgraciadamente son minoría. Hoy se aplican sanciones también a aquellos que se atreven a confrontar al Estado [israelí]. Eso lo sé, y son mis hermanos. Entonces hablemos claro: acá no se ataca a la ciudadanía israelí, acá se está en contra de un Estado de terror. Quiero aclarar, disculpen mi vehemencia, pero no me queda otra”.

Lumerman agradeció la vehemencia por la cual Rabi pedía disculpas. “No hay que tenerle miedo a poner las cosas sobre la mesa. Y si hay algo que a todos nos espanta es el terror que sufren unos y otros, y es muy importante que se pueda hablar abierta y plenamente”, dijo.

Sostuvo que el rol de América Latina para una paz justa y duradera en Medio Oriente, es importante. “Como región vivimos una primavera democrática en el sentido pleno de la palabra y estamos en un proceso activo de crecimiento económico con equidad como nunca. Hay un sentimiento latinoamericano sentido, donde los gobiernos están, -independientemente de sus matices y diferencias ideológicas- actuando en conjunto. Y los pueblos están, cada vez más, reconociendo su pertenencia a un colectivo. Esta transformación democrática en nuestra región es ejemplar para el resto del mundo y vale la pena valorarlo a la hora de poder contribuir a la paz en Medio Oriente.”

Destacó también el pasado reciente de la mayoría de los países latinoamericanos y cómo la evolución de la región puede colaborar en otros lugares del mundo.

“Venimos de épocas muy oscuras, de profunda fragmentación, de fratricidio, de filicidio, y hay que poner sobre la mesa nuestro proceso de memoria, de justicia y también -por qué no- de arrepentimiento respecto a aquellos sectores de nuestra sociedad que fueron, por acción u omisión, cómplices del terror, para que luego pueda venir la posibilidad de un perdón. Poner en valor eso y el hecho de que América Latina y sus gobiernos estén reconociendo al Estado palestino, y de esa manera lo empoderen en un conflicto asimétrico, dándole más fuerza para legitimarlo como interlocutor a la hora de construir paz, es algo que la sociedad civil debe acompañar.”

También llamó a la sociedad civil a ir “más allá, porque los Estados tienen limitaciones en su manera de relacionarse que la ciudadanía no tiene, todo lo contrario. La participación activa de la sociedad civil latinoamericana -en lo que hace a su historial de lucha por los derechos humanos, para de alguna manera funcionar como un tercer lado aséptico y comprometido con estos dos lados- es un gran desafío”. El mundo árabe volvió sobre la mesa con una valoración del papel de las juventudes de la mano de Sleiman.

“Admiro al joven que se rebela y busca algo mejor para su vida y su sociedad, y esto también alcanzó a los palestinos, jóvenes clamando por una unidad, cansados de tanta injusticia, de vivir tantos años oprimidos con tantas diferencias, fundamentalmente económicas y sociales. Estas desigualdades producen a la larga este tipo de reacciones.” Se mostró precavida en cuanto a la construcción de la democracia en esos países.

“No es fácil pasar de una transición a otra (…) esas transiciones tienen que estar a cargo de gente muy responsable, no corrupta, y yo no sé si va a ser tan fácil, pero apuesto a que lo sea”. En este sentido señaló que “a América Latina le costaron mucho los gobiernos dictatoriales que tuvo, y está aprendiendo, en este difícil camino de la democracia, que los tiempos demoran”.

Kaufman destacó el papel histórico de Uruguay en la decisión de Naciones Unidas de 1947 cuando impulsó la solución de los dos Estados en Medio Oriente, y el rol latinoamericano que impulsó la resolución del Consejo de Seguridad posterior a la Guerra de los Seis Días del 67, “que requiere que Israel se retire de los territorios ocupados a fronteras seguras y reconocidas”. Propuso que con esta “muy positiva ofensiva de Palestina en Naciones Unidas, que en setiembre va a pedir ser miembro pleno”, se inste al Consejo de Seguridad a dar un mapa con “esas fronteras seguras y reconocidas”, y agregó que "imagino que ese mapa tendría en cuenta un Estado palestino viable, íntegro, etcétera”. El profesor indicó que también América Latina es importante como ejemplo “de democracia, coexistencia y convergencia”.

Parte de la solución

Como cierre, Rubi destacó haber compartido un ámbito de diálogo entre unos y otros, cada uno con su postura. En especial teniendo en cuenta que después, señaló: “vamos a tener que luchar contra el enemigo, que es una bestia grande que pisa fuerte y que tiene que ver con toda la maquinaria de guerra y horror, y esa sí que va a ser una lucha terrible”.

Lumerman lamentó que si bien en América Latina hay paz entre israelíes y palestinos, “en estos últimos años en los que se ha recrudecido el conflicto se ha importado el conflicto, derrumbando puentes entre israelíes y palestinos, lo que se puede hasta comprender, pero no justificar y menos acompañar, justamente porque estamos perdiendo la oportunidad de ser herramientas de paz y en lugar de ser parte de la solución, estamos siendo parte del problema”.