Mubarak, sus dos hijos, Alaa y Gamal, su ex ministro del Interior Habib el Adli, así como seis ex altos cargos de la Policía y un empresario -que está fugitivo-, se enfrentan a una posible condena a muerte. Los cargos se refieren a la represión policial que impuso el régimen durante los 18 días de protestas que obligaron a que el mandatario abandonara la Presidencia y que dejaron un saldo de 850 muertos y unos 6.000 heridos. No serán juzgados los crímenes cometidos durante su gobierno. Los imputados también están denunciados por corrupción. La mayoría de las familias demandantes reclama la pena capital, pero todos los imputados se declararon inocentes.

Mubarak, a pesar de que su estado de salud puso en duda hasta último momento su presencia, fue instalado en una especie de jaula que sirvió de banquillo de acusados. Acostado en una camilla, acompañado por sus dos hijos, que parecían querer protegerlo, Mubarak, de 83 años, fue visto entre rejas y un tejido metálico.

Lo que más importó ayer cuando se celebró la primera audiencia pública del juicio fue el mensaje simbólico detrás de las imágenes. Fuera del país, según se pudo ver en las redes sociales, la instancia fue tomada como un mensaje a otros déspotas y como un hecho sin precedentes en el mundo árabe, ya que el otro gobernante que las revueltas lograron deponer, Zine El Abidine Ben Ali, está refugiado en Arabia Saudita desde que dejó el poder en Túnez, el 13 de enero.

Muchos egipcios, que durante casi 30 años vieron en el presidente una figura omnipresente, con poderes infinitos, que dirigió un gobierno corrupto que se enriqueció mientras la población sufría hambre y torturó a sus opositores, disfrutaron de las imágenes que mostró la televisión. Las diez cámaras instaladas en la Escuela de Policía, que sirvió de tribunal, permitieron retransmitir la jornada en pantallas gigantes en las afueras del edificio y en otros puntos de El Cairo.

La agencia de noticias AP recogió testimonios en las afueras del tribunal. “Es el sueño de los egipcios verlo así, humillado, como nos humilló durante los últimos 30 años”, dijo Ghada Ali, madre de una chica de 17 años que murió por una bala en la cabeza durante las revueltas en la ciudad de Alejandría. “Creo que es un verdadero logro para la revolución” y que “el momento del castigo real está cerca”, se alegró Mostafa el-Naggar, un joven militante que lideró las protestas anti Mubarak. “Ningún egipcio habría pensado que tal momento sería posible”, agregó.

Durante el desarrollo de la audiencia se pudo ver a Mubarak levantar un dedo acusador y escucharlo con su voz firme tal como solía hacerlo cuando tenía poder, pero esta vez desde una camilla. Además, los egipcios se deleitaron del espectáculo que les regaló el acusado al meterse el dedo en la nariz.

Ayer quedó aplazada la próxima audiencia de Mubarak y sus hijos hasta el 15 de agosto para que ambas partes puedan procesar pruebas y otros elementos. En previsión de esa fecha, la defensa pidió que el jefe del Consejo Supremo de la Fuerzas Armadas que dirige actualmente la transición en el país, Husein Tantaoui, sea citado a declarar como testigo, ya que estuvo a cargo de la seguridad a partir del 28 de enero. Ese pedido hace pensar que Mubarak -militar de formación- intentará no caer solo y arrastrar consigo a la cúpula de las Fuerzas Armadas. El juicio contra el ex ministro del Interior y los altos cargos de la Policía continúa hoy, ya que el juez aceptó un pedido de la querella para que se separe la causa en dos.

Mubarak, que permanecía desde su salida del poder en el balneario egipcio de Charm el-Cheik y fue trasladado para ser juzgado en la capital, será internado en un prestigioso hospital militar de El Cairo. El juez dispuso que reciba la atención de un oncólogo, lo que confirmaría los rumores según los cuales padece cáncer.