Hoy a las 19.00, en café la diaria, el periodista Guillermo Garat presentará el libro “Marihuana y otras yerbas”, una investigación periodística sobre la prohibición, regulación y uso de drogas en Uruguay, desde el período colonial hasta nuestros días.

A partir de diversas fuentes, el informe llega a la conclusión de que durante la última dictadura militar más de 1.100 personas fueron detenidas en nuestro país por el consumo de drogas y que funcionarios del régimen llegaron a utilizar sustancias como pentotal y LSD en los interrogatorios a los presos políticos. Un manual de cárceles y seguridad de la época recomendaba el uso de esas drogas porque “hacen perder al detenido la noción de tiempo y espacio, la abolición de la conciencia, de la voluntad y del autocontrol”.

En todo este complejo engranaje desempeñó un papel clave la Brigada de Narcóticos y Drogas Peligrosas, creada en 1973 en la Dirección Nacional de Informaciones e Inteligencia (DNII) de la Jefatura de Policía de Montevideo. En la DNII, que estaba orientada desde 1970 por Víctor Castiglioni, no sólo se cometieron torturas y violaciones a los derechos humanos contra militantes políticos, también sufrieron esos abusos usuarios de drogas recreativas, revela Garat. “Los mismos métodos que la dictadura aplicaba para atormentar a los presos políticos los empleaba con los consumidores en su sede de Maldonado y Paraguay: picana, submarino y hasta violaciones”, afirma.

También se cita una resolución de la Jefatura de Policía capitalina en que se fundamenta la creación de la Brigada de Narcóticos como una forma de combatir la “alarmante proliferación del comercio ilícito de drogas que se viene notando últimamente, lo que lleva implícito una incrementación [sic] en los adictos a las mismas, constituyéndose en un mal que corroe a nuestra sociedad”.

Ya en aquellos años la “teoría de la escalera” en el consumo de drogas era moneda corriente entre los uniformados encargados de combatir el tráfico ilícito: “Alguien que ha fumado alguna especie de hierba exhorta a otro a probar. Así se inicia el camino. De la marihuana se pasa a otra droga más fuerte y, al final, la heroína”, advertía Castiglioni en agosto de 1976 en las páginas de Orden, el órgano oficial de la Policía de Montevideo.

Entre las más de 1.100 personas detenidas por consumo en estos años, afirma Garat, la mayoría eran apenas consumidores ocasionales de drogas, pero de todas maneras terminaban en el hospital Vilardebó y hasta en cárceles del interior. Muchos testimonios de usuarios de marihuana que terminaron internados en psiquiátricos son tomados de un libro que publicó en 1979 el psiquiatra Juan Carlos Chans Caviglia, un fervoroso católico que por aquellos años presidió la Asociación Médica del Uruguay, fue jefe de sala del Vilardebó y trabajó como inspector de psicópatas del Ministerio de Salud Pública.

Este capítulo del libro parecería inspirado en un personaje de Peter Capusotto (o viceversa): es que las autoridades del régimen, basados en aportes como los de Caviglia, denominaban a los consumidores directamente como hippies y aseguraban que la marihuana era un alucinógeno que llevaba a los usuarios “a la fornicación”.

“Al parecer en las primeras fases de la intoxicación [de cannabis] se rebaja de tal modo la voluntad que provoca un desarrollo exagerado de la libido, llevando al individuo al desarrollo de la orgía sexual”, explicaba en 1976 el psiquiatra Caviglia desde las páginas de Orden. Además, según Caviglia, drogas como la grifa -uno de los nombres que se utilizó para referirse a la marihuana- llevaba al usuario a rechazar “su sexo, su masculinidad, su papel protagónico familiar”. Esta tarde, en la presentación del trabajo de Garat -hoy en Brecha y durante algunos años periodista de la diaria- también estarán la doctora Raquel Peyraube, el psicólogo social Juan Enrique Fernández Romar y Sebastián Aguiar.