En varias elecciones recientes, en su mayoría a diputados y senadores, el Tea Party se dio el gusto de ver ganar a los políticos que apoyó con militancia y con financiación para sus campañas. Pero su buena racha pareció interrumpirse el martes con el triunfo de candidatos que representan aquello que combaten, dentro y fuera del Partido Republicano.

El caso más emblemático es el de Bill de Blasio, de 52 años, que se impuso como alcalde de Nueva York. Su triunfo significa el regreso de los demócratas a ese cargo, que estuvo por 20 años en manos de los republicanos, y también un cambio político que promete dejar atrás la era de Michael Bloomberg. Tan lejos está De Blasio del actual alcalde que se lo apodó el “antibloomberg”.

Mientras que el gobernante saliente es una figura con un perfil muy marcado a favor de las finanzas y las empresas, el entrante centró su campaña en las desigualdades sociales que existen en la principal ciudad del país. Citando el título de una novela de Charles Dickens, habló de la “historia de dos ciudades” para referirse a una Nueva York rica, en la que encajan Bloomberg y sus intereses, y a otra pobre. Para reducir esa brecha, De Blasio se propone aumentar los impuestos que pagan los más ricos, aquellos que ganan más de 500.000 dólares al año, y destinar esos recursos a la educación.

“Estamos muy orgullosos con lo que hemos logrado en esta campaña. Esta noche empezamos a caminar juntos como una sola ciudad”, dijo De Blasio el martes de noche, cuando el recuento de votos avanzaba y se confirmaba su victoria. “No se equivoquen. La gente de esta ciudad ha elegido un camino progresista y esta noche nos ponemos en ese rumbo, juntos”, agregó.

Aunque el escrutinio no se había completado ayer, con 56% de los votos escrutados De Blasio acumulaba un respaldo de 73% frente al 24% de su rival republicano, Joe Lhota. Desde su sede de campaña, en Manhattan, este ex banquero, que ocupó altos cargos junto al alcalde Rudolph Giuliani, reconocía su derrota y aseguraba: “Pese a lo que puedan haber escuchado, somos una sola ciudad. Espero que el alcalde electo entienda esto antes de que sea muy tarde”.

Otro estilo

De Blasio está lejos de Bloomberg y también de los candidatos ultraconservadores que el Tea Party había promovido. Durante toda su campaña se presentó como progresista, defensor de los derechos de los inmigrantes y de los pobres, de la igualdad racial y del reconocimiento de los derechos a las parejas homosexuales.

Una imagen proselitista recurrente fue la foto del candidato, blanco, abrazado a su esposa afrodescendiente y a los hijos de la pareja, Chiara, de 18 años, y Dante, de 15. Los cuatro se mostraron así también el martes, al esperar los resultados en su sede, en Brooklyn. Allí se dirigió a sus seguidores en inglés y en español.

Entre sus planes de gobierno incluyó la creación de una tarjeta de identidad para todos los residentes de la ciudad, incluso para los inmigrantes indocumentados. Otras metas que se fijó son la construcción de 200.000 viviendas sociales en la próxima década, mejorar el acceso a la salud y garantizar la cobertura de los niños en guarderías y en la educación preescolar.

Como medida para combatir la discriminación racial ha prometido acabar con la práctica policial de detener y revisar a personas en la calle, avalada por Bloomberg y que, según se ha denunciado, se aplica con mucho mayor frecuencia a negros y latinos que a blancos.

Si bien De Blasio nació en una zona rica de Manhattan, se mudó de allí con su madre, de quien adoptó el apellido. Su padre era un ex combatiente afectado por la Segunda Guerra Mundial, alcohólico, que se suicidó.

Comenzó a militar políticamente en la universidad, participando en la campaña del demócrata David Dinkins, el primer y único alcalde negro de Nueva York. En esos tiempos conoció a su esposa, Chirlane McCray, activista y escritora, autora de un artículo que publicó en 1979 en el que se declaraba lesbiana. Cuando se casaron, en 1994, la ceremonia estuvo a cargo de dos pastores homosexuales, dijo De Blasio a la revista New York. Otro dato de la biografía del demócrata que estuvo presente en la campaña fue un viaje que hizo en 1988 a Nicaragua, en tiempos de la revolución sandinista y de la guerrilla de la “contra”. Por entonces, De Blasio apoyaba a los sandinistas, y aunque después tomó distancia de ellos y del actual gobierno nicaragüense, este hecho sirvió para que algunos lo criticaran. Su rival independiente Alfonso Carrión llegó a decir que De Blasio apoyó “una dictadura brutal en América Central”.

Pese a las críticas, De Blasio fue electo, y su victoria debe haber alegrado, entre otros, al ex presidente Bill Clinton y la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, cuyo nombre suena fuerte para competir por la presidencia en las próximas elecciones. Durante la presidencia de Clinton, el alcalde electo fue director de una oficina regional del Departamento de Vivienda, y más tarde, en 2000, se encargó de la campaña para la reelección de Hillary como senadora por Nueva York. Desde 2009, De Blasio es el defensor del pueblo de Brooklyn.

Uno y uno

En los otros dos comicios que se celebraron el martes, el demócrata Terry McAuliffe fue electo gobernador de Virginia y el republicano Chris Christie, con 60% de los votos, reelecto en Nueva Jersey. Este dirigente, que no ha descartado la posibilidad de competir en las internas del Partido Republicano para las próximas presidenciales, no contó con el patrocinio del Tea Party, que lo considera un moderado.

Virginia es uno de los estados cuyo peso es importante para ganar una elección presidencial, por lo que el triunfo de McAuliffe frente al republicano Ken Cuccinelli fue otra buena noticia para los demócratas. También en este caso los Clinton tenían motivos para festejar, ya que son amigos personales de McAuliffe y respaldaron su campaña incluso marcando presencia en varios actos.

La derrota de Cuccinelli fue también la del Tea Party, que promocionaba a este opositor al aborto y al reconocimiento de los derechos a las parejas homosexuales. A este respaldo se refirió el presidente, Barack Obama, que respaldó a McAuliffe días antes de la elección y alertó: “Ya han visto que una facción extrema del Partido Republicano ha demostrado que está dispuesta a sabotear al país y a la economía si no logra el 100% de lo que quiere. No pueden permitirse tener un gobernador que piensa del mismo modo”.