La presidenta argentina, Cristina Fernández, felicitó ayer a Bergoglio. “En mi nombre, en el del gobierno argentino y en representación del pueblo de nuestro país, quiero saludarlo y expresarle mis felicitaciones”, dijo en una carta pública en la que le deseó una “fructífera tarea pastoral”. A pesar de la difícil relación que Bergoglio mantuvo con el kirchnerismo en sus años de arzobispo de Buenos Aires y de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, la presidenta le escribió: “Le hago llegar a su Santidad mi consideración y respeto”.

El ex presidente Néstor Kirchner llegó a calificar al sacerdote como “el verdadero representante de la oposición”. Durante el gobierno de Fernández, la relación fue apenas mejor. El obispo llegó a reunirse con el ex vicepresidente Julio Cobos cuando éste recién había votado en el Senado contra un proyecto del gobierno, y a encabezar una marcha contra el proyecto de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y pedir que en las misas se reforzara la postura oficial de la Iglesia en contra de esas uniones.

Un poco antes

La actuación de Bergoglio en décadas anteriores, durante la dictadura que se extendió en Argentina desde 1976 hasta 1983, también ha sido cuestionada. El periodista Horacio Verbitsky escribía en 2010 que el sacerdote argentino intentó en su autobiografía, El jesuita, “lavar su imagen en espera de un eventual nuevo cónclave” en el que se lo considerara papable. En el cónclave de 2005, cuando fue elegido papa Joseph Ratzinger, Bergoglio había sido su más fuerte rival por el liderazgo de la Iglesia Católica.

En ese artículo, “Operación cónclave”, Verbitsky acusaba a Bergoglio de haber entregado a sacerdotes jesuitas a la dictadura. El periodista citaba las denuncias de dos de ellos, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que estuvieron secuestrados en centros de detención clandestinos por cinco meses en 1976, luego de perder el apoyo de la Iglesia. Sospechan que fue Bergoglio quien los entregó. En el mismo operativo desaparecieron cuatro mujeres catequistas y los esposos de dos de ellas. Por ese entonces, el nuevo papa tenía un cargo en la Compañía de Jesús (el de “provincial”, que ocupó desde 1973 a 1979).

Verbitsky recordó que en su defensa, Bergoglio dijo que todas esas acusaciones provenían todas de una serie de artículos periodísticos y que se ventilaban cada vez que su nombre sonaba fuerte en el Vaticano. Sin embargo, el periodista recordó que la información sobre aquellas detenciones surgió del libro Iglesia y dictadura, de Emilio Mignone, padre de Mónica, una de las catequistas desaparecidas. Ese libro, informó Verbitsky, recoge testimonios de uno de los sacerdotes detenidos. Señala que distintos comentarios que Yorio escuchó durante los meses que estuvo secuestrado, lo llevaron a concluir que para la Armada, la decisión de la Iglesia de retirarle su documentación, y “posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio” fueron interpretadas como “una autorización para proceder contra él”.

En otro artículo también publicado en el diario Página 12, “Mentiras y calumnias”, Verbitsky cita el testimonio que el otro jesuita detenido, Jalics, dio en una entrevista con Mignone. El sacerdote dice que pidió ayuda a una persona -a la que Verbitsky identifica como Bergoglio por otros testimonios- y que ésta se comprometió a aclarar a los militares que eran falsas las acusaciones que circulaban acerca de la presencia de jesuitas en las villas miseria y su supuesta relación con grupos guerrilleros. Pero finalmente, Jalics se enteró de que esa persona no cumplió “su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”. En su defensa, Bergoglio ha dicho que cuando se enteró de la detención de los dos sacerdotes comenzó a moverse de inmediato para lograr que los liberaran.

Verbitsky también vincula a Bergoglio con la Guardia de Hierro, una agrupación peronista de derecha que fue fuerte en los años 70. Además, lo acusa de haber recortado en su libro Iglesia y democracia en la Argentina partes de documentos oficiales de la Iglesia con el objetivo de “ocultar el apoyo episcopal a la dictadura”. En particular lo acusa de esconder un segmento de un documento fechado en 1976 en el que los obispos sostienen: “De ninguna manera pretendemos plantear una posición de crítica a la acción del gobierno”. Agregan: “Los obispos somos conscientes de que un fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo, y, por lo mismo, acompañamos el actual proceso de reorganización del país”.

A todo esto se suma que Bergoglio tuvo que declarar en la causa judicial por el robo de bebés de detenidos durante la dictadura, y si bien dijo que se enteró de esa práctica después del regreso a la democracia, testigos han sostenido que abogó mucho antes por la situación de una niña apropiada.

Ahora sí

Distintos testimonios recogidos ayer por la prensa argentina definen a Bergoglio, de 76 años, como un argentino sencillo, que se toma el ómnibus o el subte, que es hincha de San Lorenzo y peronista, y que lee el diario tomando mate.

Nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, hijo de un empleado ferroviario, Mario Bergoglio, y su esposa Regina. Antes de convertirse en sacerdote en el seminario del barrio Villa Devoto, se graduó como técnico químico. Después se formó como sacerdote en Argentina, Chile y España, fue docente en varios colegios y seminarios, así como en facultades de teología. Se convirtió en obispo en 1992, en arzobispo de Buenos Aires en 1997, y en cardenal en 2001.

En ese cargo tuvo que dar su bendición a cinco presidentes en pocas semanas, los que pasaron sucesivamente por el gobierno argentino después de la caída de Fernando de la Rúa. Durante la crisis económica y política que comenzó en 2001, Bergoglio creó la Vicaría Episcopal para las Villas de Emergencia, y desarrolló así ese costado social que muchos le reconocen.

Sin embargo, en sus discursos es tan capaz de mostrar sensibilidad ante la pobreza o la trata de personas, como de alertar por la presencia del diablo en iniciativas sociales como el matrimonio homosexual o la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, incluso en los casos de violación. “El aborto nunca es una solución”, dijo.

Así como aseguró que “la deuda social es inmoral, injusta e ilegítima”, fue también capaz de afirmar que el casamiento entre personas del mismo sexo es “la pretensión destructiva del plan de Dios”, y que la iniciativa para legalizarlo (que se presentó en 2010 y se convirtió en ley) no se trató de “un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Para dejarlo más claro, Bergoglio agregó: “Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra”.

Palabras menos polémicas tuvo ayer el nuevo papa, que eligió el nombre de Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís, después del humo blanco, cuando pidió a los fieles que rezaran por él.