Decenas de legisladores, periodistas y sabelotodos han atacado con dureza a la intendenta de Montevideo, Ana Olivera, porque entregará hoy las llaves de la capital a la presidenta argentina, Cristina Fernández. Estas reacciones despiertan algunas preguntas: ¿Es posible que toda esta gente ignore normas elementales de protocolo y diplomacia? ¿Conocen el Manual de ceremonial público y diplomático, o sólo leen los artículos correspondientes antes de asumir un cargo? ¿Conocen los antecedentes milenarios de este tipo de reglas, cuando tenían la finalidad de impedir guerras y sellar alianzas, que aún tienen?

Es imposible que tanto legislador, periodista y sabelotodo ignore que es de uso entregar las llaves de Montevideo a jefes y jefas de Estado y de gobierno en visita oficial, a menos que la agenda esté muy apretada. Esta costumbre, adoptada desde hace siglos en casi todas las capitales del mundo, le sugiere al visitante que tiene las puertas del país abiertas para regresar porque no es considerado una amenaza sino un amigo.

No hay misterios. Ya es rutina que las cancillerías, al coordinar la agenda de una visita, consideren realizar esta ceremonia. Es más: según las reglas diplomáticas, la entrega de las llaves de Montevideo es ineludible cuando se trata no sólo de una “misión oficial” sino también de una “de Estado”, en cuyo caso también se debe realizar una sesión solemne de la Asamblea General y de la Suprema Corte de Justicia en honor del o la jefa de Estado o de gobierno extranjero.

Algunos hechos del pasado reciente pueden refrescarles la memoria a los legisladores, periodistas y sabelotodos empeñados en oponerse a la ley de gravedad.

  • En diciembre de 1990, el intendente de Montevideo, Tabaré Vázquez, le entrega las llaves de Montevideo al presidente de Estados Unidos, George H W Bush, en visita de Estado. Lo hace obligado por el protocolo, y tan a disgusto que aprovecha el discurso para “rechazar enérgicamente cualquier forma de imperialismo” y reafirmar “los principios de convivencia pacífica […], de autodeterminación y de no intervención”. Los diputados Hugo Cores, Sergio Previtali y Helios Sarthou se retiran de la sesión de la Asamblea General para repudiar al visitante.

  • En marzo de 1997, al participar en la entrega de las llaves de Montevideo al presidente francés, Jacques Chirac, el presidente de la Junta Departamental, Jorge Zabalza, condena las pruebas con armas nucleares del país europeo en el océano Pacífico y las prácticas antisindicales de la empresa Gaz de France en su filial uruguaya, Gaseba.

  • En julio de ese año, el gobierno del chileno Eduardo Frei elimina de la agenda de su visita de Estado la entrega de las llaves, temeroso de que Zabalza se desbocara en la ceremonia. Este desaire a la intendencia encabezada por Mariano Arana detona un pequeño escándalo diplomático.

  • En marzo de 2003, Arana aprovecha una cumbre del Mercosur para entregarle las llaves de la ciudad a los presidentes de Argentina, Néstor Kirchner; de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva; de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos; y de Bolivia, Carlos Mesa. Cuatro al hilo.

  • En marzo de 2007, Vázquez, ahora presidente de Uruguay, recibe a su par estadounidense George W Bush, hijo de aquél a quien él mismo le había entregado las llaves de Montevideo. La visita se acuerda en carácter de “misión oficial” y no de “misión de Estado”, por motivos de seguridad y para evitar protestas. La mayor parte de la estadía de Bush transcurre en el departamento de Colonia, lejos de la capital y hasta de localidades pobladas, y excluye también las visitas a la Suprema Corte de Justicia y a la Asamblea General, así como la entrega de las llaves. Todos contentos, menos los que protestaron igual y fueron reprimidos.

Los protocolos y el ceremonial diplomático no son otra cosa que normas de buena educación que aceitan la relación entre los países. Hace diez años que un presidente argentino no recibe las llaves de Montevideo. Esta vez, la Intendencia y los dos gobiernos vieron un hueco en el programa de la inauguración de la planta desulfurizadora, proyecto al que ambos consideran importante, y lo aprovecharon.

Pretender que la ceremonia se retire de la agenda es una actitud bien infantil. Un pataleo, un berrinche. Pero artificial. Lo que pasó es que decenas de legisladores, periodistas y sabelotodos vieron juntas en la misma noticia a la intendenta Olivera y a la presidenta Fernández, dos figuras cuya impopularidad les rinde, y se mandaron unas moñas para la tribuna. Se trata de una jugada opositora que resulta indigna de tan ignorante, y que contrasta con las actitudes de Cores, Previtali, Sarthou, Vázquez y Zabalza en circunstancias similares.

Estos legisladores, periodistas y sabelotodos deben tener cuidado. Negar la realidad puede dar inicio a delirios tales como creer que todos los argentinos son una manga de chorros, del primero al último. Negar la realidad puede hasta hacerte llorar de vergüenza.