Hace un mes, un grupo de personas lanzó en las redes sociales la convocatoria a una marcha en reclamo por mayor seguridad pública, y la idea tomó una trascendencia mayor a raíz del tiroteo del lunes, pasado en Pocitos. En medio de acusaciones por supuestas motivaciones político partidarias y en un panorama de polarización creciente -que incluye el reclamo de que renuncie el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, por parte de la oposición-, finalmente el viernes se llevó a cabo la marcha por 18 de Julio.

A la hora de la convocatoria ya estaba todo armado. Unas 20 motos encabezaban la manifestación, una gran pancarta pedía seguridad y atrás, una cuadra de gente y muchos curiosos que miraban desde la vereda pero no se decidían a participar. Más cerca de la gran pancarta era donde más velas encendidas y carteles se veían.

Las consignas de los letreros caseros eran de este tenor: “Estoy de duelo por mi país”, “basta de charlas con medidas a largo plazo”, “sólo quiero volver a casa”, “pena de muerte a los que matan”, “narcos pena de muerte”, “mano dura”, “libertad para los ciudadanos”, “leyes más duras”, “violencia en TV fuera” y “cantis [sic] fuera de Montevideo”.

Entre los manifestantes estaban Yamandú Castro, ex jefe de Policía y dirigente nacionalista de Canelones, el diputado nacionalista Martín Elgue, el senador Jorge Saravia, el ex legislador blanco Alem García y representantes del Sindicato Único de Policías del Uruguay. En la primera fila se encontraban familiares de víctimas de hechos delictivos y era posible acceder a ellos con facilidad, ya que los organizadores preguntaban con insistencia a los periodistas si tenían interés en entrevistarlos.

La propuesta era acompañada con algún dato de tal o cual episodio delictivo, como para orientarse. Mientras, un vendedor de velas se metía entre la gente y su negocio adquiría buen ritmo.

Un cambalache

Desde antes de arrancar se podía percibir cierta división de intereses entre los manifestantes. Una gran mayoría parecía haber concurrido a manifestarse por seguridad, sin otro interés que expresar su reclamo. Éstos esperaron conversando entre ellos y luego marcharon en silencio. En cambio, a un sector minoritario, fundamentalmente conformado por quienes estaban ubicados en la cabecera de la marcha, tras la gran pancarta, se los podía ver muy enfervorizados, nerviosos. Gritaban consignas violentas, pidiendo renuncias del gobierno y otras medidas contra la inseguridad, y arengando, no siempre de buena forma, contra quienes no respaldaban sus dichos. Un conocido militante del Partido Uruguayo (PU) fue uno de los más efusivos, al grito de “Somos pueblo, carajo; que se vayan todos”, “griten uruguayos, ¿o no tienen huevos? ¿Están cagados?” y “la culpa es nuestra porque nadie tiene los huevos para sacarlos”.

Cuando ya estuvo todo pronto para que la marcha comenzara, el concejal colorado Ruben Jorge Castro se paró delante de la marcha y arengó a los manifestantes. Les explicó por qué estaban allí, qué debían pensar del gobierno, quiénes eran a su juicio los responsables de “esta situación” y cómo iba a ser la marcha. Otro manifestante, visiblemente envalentonado, también quiso dirigirse a la concurrencia al grito de “muerte a los hijos de puta que nos roban la vida”, “que se vaya el hijo de puta de Bonomi”, y la remató con un “no peleemos como los españoles de mierda, peleemos de verdad”. En ese momento, la gran mayoría de los manifestantes, que no gritaban consignas ni insultos, lo mandó callar y Castro le pidió que no repitiera esas consignas.

Tires y aflojes

La marcha arrancó y a los pocos metros se detuvo. Valiéndose de un megáfono, Castro pidió a los presentes que aplaudieran a Miguel González, el organizador de la marcha, quien lloraba al tiempo que era rodeado de abrazos. Luego marchó junto al grupo que coordinaba, integrado por Castro y Elgue, entre otros. A esa altura habría una cuadra de gente, y cerraba la marcha el conocido camión de publicidad del PU.

Los que marchaban a la cabecera comenzaron a entonar cánticos pidiendo la renuncia de Bonomi: “Que se vayan todos”, “sí a la baja”, “autodefensa”, expresaban. Los arengadores motivaban a la gente y la alentaban a que cantara, pero luego pedían tranquilidad y decían por el megáfono que “la marcha no es contra nadie”.

Una señora golpeaba, con un cartel de cartón que decía seis veces la palabra “basta”, en la cabeza al fotógrafo de la diaria porque le había sacado una foto; el militante del PU continuaba gritando, con reflexiones del estilo “viva la Policía”, “que saquen el Ejército a la calle”, “en Argentina lograron que el presidente se fuera en helicóptero, acá podemos lograrlo también” o “Mujica, salí a dar la cara, viejo de mierda”. Se generaban cada vez más discrepancias entre los dos grupos de la marcha: los pacíficos y los nerviosos.

Alem García se puso delante de la pancarta y empezó a hablar con la prensa: “Uruguay es un país en guerra; en otra época, con esa situación, el ministro del Interior se iba, pero éste está atornillado”. La marcha siguió avanzando pero se trancó por la ubicación de García para dar declaraciones; Castro pidió a los manifestantes que se detuvieran pero uno de ellos le recriminó y otros debieron interceder para evitar una pelea.

Finalmente llegaron a la plaza Independencia, donde los organizadores leyeron una proclama. Esto también generó protestas, porque muchos no escuchaban bien lo que se decía. La proclama manejó básicamente las mismas ideas de los cánticos y de los carteles de la marcha.

“Estamos aquí sin banderas políticas, porque el delincuente antes de perpetrar su acción, no pregunta de qué partido son sus víctimas ni su ideología. Que no haya más familias destrozadas en este país”, decía en un pasaje. A eso alguien respondió: “Acá hay uno, mi yerno tiene siete tiros”. Se solicitó además al gobierno “soluciones y que se desaliente la reincidencia con penas acordes, dotar a la Policía de herramientas y de mando para cumplir con éxito su tarea, mejoras en el sistema educativo, formar ciudadanos en las virtudes del estudio, del trabajo, del esfuerzo personal y familiar que lleven a elevar la dignidad del hombre” y se agregó que se debe “generar ciudadanos útiles para la sociedad y no delincuentes que sean una carga para todos nosotros”.

Confusiones

Posteriormente, Yamandú Castro expresó: “No quiero que mi nieta crezca en un país de drogadictos, en un país de delincuentes, por eso estamos hoy, esto tiene que cambiar de una vez por todas”. Afirmó que “la rápida respuesta de la Policía está, sólo que la Policía debe recibir clases de carrera policial como se hacía antes. No se sigue la práctica policial actualmente, el ministerio está lleno de particulares, hay gente muy capacitada dentro de la Policía para asesorar al ministro. Que lo asesore la gente que sabe sobre seguridad”.

Luego de la proclama los manifestantes se fueron retirando lentamente. Quedó apenas un reducido grupo de 50 personas que gritaban: “Policía, amigo, el pueblo está contigo”, “ejército a la calle”, “que hagan razias”, “que maten a los delincuentes” o el comentario, que involucraba injustamente al entrenador de la selección con una medida en la que no tuvo nada que ver: “Tabárez, vos liberaste a los presos”. Un manifestante sin camiseta y bañado en un líquido anaranjado hizo una intervención, portando un cartel que decía: “No más sangre inocente derramada”. Los organizadores terminaron el acto prometiendo que ésta será la primera de muchas marchas y ya convocaban para la próxima, que será el 25 de agosto.