La publicación fue realizada por Edison Lanza, Rosario Radakovich y Gustavo Buquet, con el apoyo de la fundación alemana Friedrich Ebert. El trabajo buscó caracterizar la oferta de contenidos de la televisión abierta en Montevideo y el área metropolitana mediante el estudio de la programación ofrecida por los tres canales privados comerciales y Televisión Nacional de Uruguay (TNU).

En primer lugar, en los canales privados se registró una concentración en materia de géneros. 90% de la programación de estos operadores se divide en cuatro géneros: ficción, informativos, entretenimiento y programas periodísticos. TNU incorpora en mayor medida programas infantiles, documentales, programas de arte, de cultura y educativos, que junto con los periodísticos representan más del 50% de su programación. Al mismo tiempo, TNU no incorpora contenidos de entretenimiento.

Dentro de la ficción, 25% es cine. Canal 4 es el que emite más cantidad de horas de telenovelas; Canal 10 privilegia las series, y Canal 12, el cine. Los autores no registraron emisión de cine nacional en ninguno de los canales privados; en cambio, el cine nacional representa el 10% de la programación de ficción de TNU.

En horario central predominan los informativos, el entretenimiento argentino y la ficción estadounidense, que está siendo “paulatinamente sustituida” por la ficción argentina.

No hagan olas

En segundo lugar, se constató que ningún canal, ni siquiera el público, llega a 50% de producción nacional. Además, la producción nacional está concentrada fundamentalmente en informativos y programas periodísticos, que son de bajo costo en comparación con otros géneros. En cambio, sólo 4% de la ficción es de origen nacional; 30% proviene de Estados Unidos, 14% de Europa, 11% de Argentina y 16% del resto de la región. En entretenimiento, más del 50% es de origen argentino.

Respecto de esta carencia de producción nacional en ficción, los autores indican que “las apuestas en ficción de los canales no resultaron exitosas en ningún caso y no se mantuvieron”, y recuerdan que “Canal 10 había construido un estudio para impulsar la producción propia de ficción, pero lo desmanteló”. Más allá de que señalan la necesidad de políticas públicas de promoción de la producción nacional en ficción, concluyen que el comportamiento de los canales está dirigido a “obtener la máxima rentabilidad con el mínimo riesgo y esfuerzo”, y que “la ausencia de diferenciación importante en la pantalla de los canales comerciales” muestra “una acción cuasi cartelizada que ha desincentivado la generación de formatos innovadores y de mayor riesgo”.

Tampoco existe, prácticamente, producción de programas infantiles nacionales, que representan tan sólo 5% de los programas infantiles emitidos. 40% de los programas infantiles son de origen estadounidense.

Un capítulo aparte merece el arrendamiento de espacios a programas religiosos, místicos y de contactos personales. Los canales 10 y 12 arriendan tres horas diarias cada uno en la madrugada a programas de este tipo, es decir, un quinto del total de su programación. Los autores advierten que este tipo de contenidos “poco aportan a la diversidad cultural, pero generan una renta a los permisarios de un bien público como son las frecuencias de televisión”. “El arrendamiento de espacios de los canales con ausencia de responsabilidad editorial del permisario permite la emisión de programación de muy baja calidad, casi en el límite de la legalidad”, señalan. Proponen una “discusión en profundidad sobre los tiempos y las condiciones de arrendamiento de las señales”.

En las conclusiones, los autores evalúan que el trabajo “demuestra cómo una estructura de medios concentrada y privatizada, que operó sin regulación sustantiva durante seis décadas, ha demorado el surgimiento de una industria televisiva nacional y ha extranjerizado la pantalla, sobre todo en los géneros de ficción, entretenimiento, documentales y programas infantiles”.