Antes de que comenzara el funeral, los policías formaron una fila, que por momentos se extendió por cinco cuadras, para despedir a Ramos. Llegaron al lugar delegaciones de distintas ciudades estadounidenses, entre ellas Boston, Atlanta, Saint Louis y New Orleans. La muerte de Ramos despertó una oleada de solidaridad con su familia y con la Policía: una aerolínea puso a disposición de los funcionarios de esa institución sus aviones, varias empresas ofrecieron sus ómnibus, una organización civil se ofreció a pagar las hipotecas de las casas de las familias de Ramos y de Liu Wenjian -su compañero, también asesinado- y los New York Yankees anunciaron que pagarán los estudios de los hijos de Ramos.

El policía fue asesinado el sábado 20 junto a Liu mientras estaban en su patrullero. Los baleó Ismaaiyl Brinsley, que antes, en Instagram, había publicado: “Ellos matan a uno de los nuestros... vamos a matar a dos de los suyos”. Mencionaba en esa publicación los nombres de dos afrodescendientes asesinados por policías, Eric Garner, en Nueva York, y Michael Brown, en Missouri. Después de los asesinatos, Brinsley se suicidó.

En el funeral dio un discurso el vicepresidente Joe Biden. Dijo que el Departamento de Policía de Nueva York “es probablemente el mejor del mundo” y que confía en que “esta gran fuerza de esta ciudad increíblemente diversa puede y va a mostrarle a la nación cómo reducir las diferencias”. Aplaudió la labor de la Policía y no mencionó los abusos que se han denunciado en las últimas semanas ni las muertes de hombres negros en manos de sus funcionarios, incluso en Nueva York.

Además de Biden hablaron el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, quien sostuvo que “un ataque contra el Departamento de Policía de Nueva York es un ataque a todos”, y el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, quien mantiene por estos días una tensa relación con los policías. Tal es así que miles de esos funcionarios dieron la espalda a la pantalla gigante en la que se transmitían los discursos cuando fue el turno de De Blasio. Lo mismo había sucedido la semana pasada; decenas de policías le dieron la espalda cuando ingresaba al hospital en el que se custodiaban los cuerpos de Liu y Ramos.

El comisionado del Departamento de Policía de Nueva York, William Bratton, reconoció en una entrevista con el canal NBC que De Blasio perdió el apoyo de “algunos oficiales”. El alcalde demócrata ha sido crítico con la actuación del Departamento de Policía de Nueva York desde que comenzaron las manifestaciones en contra de éste, y reconoció que esa institución incurrió en conductas abusivas. Dijo que le advirtió a su hijo que debe cuidarse en la interacción con la Policía porque es negro, como su madre. Estas críticas le han valido el rechazo por parte del sindicato de policías de la ciudad, e incluso el dirigente de una de sus corrientes internas, Patrick Lynch, dijo que De Blasio tenía “sangre en las manos” por el asesinato de Ramos y el de Liu, cuyo entierro está previsto para los próximos días.

Desde que asumió su cargo, De Blasio intentó sustituir las políticas de “mano dura” impulsadas por el anterior alcalde, Michael Bloomberg, por otras que contribuyeran a un acercamiento entre la Policía y las minorías. Este cambio de enfoque no fue bien recibido por el sindicato, que durante décadas se apoyó en ese discurso para defenderse ante las denuncias de abuso de fuerza del Departamento de Policía de Nueva York. Se interpretó como una demostración de ese malestar que en agosto una de las grandes corrientes del sindicato de Policía se opusiera a que De Blasio organizara la Convención Demócrata en Nueva York, argumentando que el alcalde “no se ha ganado el derecho a ser anfitrión”, informó el diario español El País.

A ese cambio de política, De Blasio sumó en las últimas semanas una postura favorable a los manifestantes que critican a la Policía de la ciudad, lo que terminó de tensar una relación que ya era complicada.