Radiante. Así estaba ayer Carlotto en la conferencia de prensa que dio, rodeada de su familia e integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo. “Lo que yo quería era no morirme sin abrazarlo”, dijo.

Esta maestra de 83 años empezó su larga lucha buscando primero a su marido, Guido Carlotto, que fue secuestrado durante 25 días en una dependencia de la Policía que funcionaba como centro de detención clandestino, y por el cual le exigieron que pagara un rescate. “Reapareció un día, con imagen fantasmal por las vejaciones y torturas sufridas durante su cautiverio, donde insistentemente le preguntaban por nuestras dos hijas mayores: Laura y Claudia. Su silencio no salvó de la cacería a Laura, que fue secuestrada a los pocos meses. Su compañero y un hijo que llevaba en su vientre la acompañaron ese día”, escribió en una columna publicada por el diario Página 12 a 30 años del golpe de Estado.

Carlotto, que tiene 14 nietos, soñó muchas veces con el día que vivió ayer. Lo escribió en varias columnas y lo dijo en distintas ocasiones. “Yo pedí por Laura al principio. Pero hubo una liberada que tuvo el valor de venir a decirnos que Laura estaba embarazada de seis meses en 1978, que estaba esperando ese bebé, que si era varón le iba a poner el nombre de mi marido -que es el nombre que tiene- y que yo lo fuera a buscar a la casa cuna”, relató ayer. Pero Guido no estaba en la casa cuna, y así comenzaron los 36 años de búsqueda. En 1978 Carlotto se integró a la naciente organización Abuelas de Plaza de Mayo, de la que pasó a ser presidenta en 1980. Hoy sigue en el cargo, 114 nietos recuperados después.

La hija

Laura Carlotto nació el 21 de febrero de 1955. Era estudiante de Historia de la Universidad Nacional de La Plata e integrante de la Juventud Universitaria Peronista, el brazo estudiantil de Montoneros, donde se la conocía como Rita. Fue secuestrada el 26 noviembre de 1977, embarazada de tres meses, y estuvo detenida en los centros clandestinos El Casco y La Cacha, en la ciudad de La Plata. Según testimonios de sobrevivientes, la trasladaron al Hospital Militar Central de Buenos Aires para que pudiera dar a luz a su hijo Guido, que nació el 26 de junio de 1978.

De acuerdo con esos testimonios, le quitaron su hijo después de unas cinco horas y la devolvieron a La Cacha. Dos meses después, el 25 de agosto de 1978, cuando tenía 23 años, fue asesinada de varios disparos por la espalda en una ruta del gran Buenos Aires, en un simulacro de enfrentamiento armado con la Policía, de acuerdo con la agencia de noticias Télam. En 1985 sus restos fueron exhumados en el Cementerio de La Plata e identificados.

“Camino disfrutando lo que otras Abuelas abrazan como propio, pensando cuándo me tocará oír un timbre, una voz, la sangre comparada que diga: soy tu nieto Guido”, escribió también. En esa nota recuerda que cuando Laura fue enterrada le prometió buscar toda su vida “verdad y justicia y a su hijito Guido”.

“Laura debe de estar sonriendo desde el cielo. ‘Mi mamá no se va a olvidar de lo que están haciendo y los va a perseguir’, les había dicho [a los militares]. Y ahora estará diciendo: ‘Mamá, ganaste una batalla larga’”, dijo ayer.

El nieto perfecto

Carlotto relató que fue su nieto quien empezó a investigar porque tenía sospechas sobre su identidad. “Él me buscó, vino a Abuelas y fue recibido. Y hoy me dicen: ‘Es tu nieto, en un 99,999%’”, dijo. Aclaró que desde Abuelas no iban a dar muchos detalles sobre la identidad de Guido, “por respeto”.

“Algunos le dijeron que se parecía a nosotros, pero todavía está muy conmocionado”, agregó. Sin embargo, la prensa de La Plata y luego la jueza María Servini de Cubría, a cargo de la causa por la desaparición de Laura, confirmaron que se trata de Ignacio Hurban, un pianista y compositor de jazz, profesor y director de una escuela de música.

“Se parece a los Carlotto, se parece a los primos que están acá”, dijo la activista, y agregó que “también” se parece a los Barnes. Contó que Guido tocó en el ciclo Música por la Identidad, organizado meses atrás por Abuelas. “Hay algo que le hacía pensar si no sería. Venía acercándose”, relató.

Contó también que, cuando le revelaron su verdadera identidad a su nieto, “se encajó en su lugar esa pieza que él no entendía por qué no encajaba. La historia completa no se sabe todavía: la vamos a armar”. Agregó: “Sabemos quién lo entregó, sabemos quiénes lo cuidaron, bien -afortunadamente-, quizá inocentemente”. Cuando se comunicó con la organización, después de recibir la noticia, Guido dijo que estaba “bien y feliz” y que en breve nieto y abuela se iban a reunir.

Guido escribió en marzo una canción titulada “Para la memoria”, cuya letra dice: “Si lapidando al poeta se cree matar la memoria, qué más le queda a esta tierra, que va perdiendo su historia”.

En referencia a la imponente cobertura mediática que recibió la noticia, Carlotto señaló: “No hay ningún medio -por más que no nos quieran mucho- que no diga que esto es un triunfo de los argentinos. Es un triunfo de todos”. Consideró que encontrar a su nieto “es una reparación” para su familia y para la sociedad. “Otras abuelas tienen que sentir lo que siento yo hoy”, reflexionó, y prometió que seguirá su lucha.

Luego, la abuela le pasó el micrófono a su hija, Claudia Carlotto, que es presidenta de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. Ella relató que debido a que su hermana vivía en la clandestinidad, su familia no sabía quién era su compañero, y que hicieron investigaciones que permitieron presumir que se trataba de Oscar Montoya, un militante montonero que se había refugiado en La Plata, huyendo del sur de Argentina. Ante la duda se le pidió a la familia de Montoya que dejara muestras de ADN en el Banco de Datos Genéticos. Ahora que se comprobó la identidad de Guido, también se comprobó que Montoya era su padre y que tiene “otra abuelita de 91 años”, que ayer exclamaba: “¡Tengo un nieto, tengo un nieto!”. “Tenemos”, corrigió Carlotto, entre risas, durante la conferencia. La tía de Guido concluyó: “Se encontró también la verdad de la historia de amor de mi hermana, que dejó este fruto tan amado”.