Dos semanas antes de la celebración del referéndum escocés, cuando el Sí a la independencia parecía capaz de convertirse en la opción más votada, los tres principales partidos británicos -el Conservador, el Laborista y el Liberal-Demócrata- se comprometieron a cederle a Escocia una mayor autonomía.

Después de la victoria del No, que es atribuida en gran medida a esta promesa, Cameron cambió los términos de ese compromiso: más autonomía para Escocia y también para los demás países que integran Reino Unido, que son Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra. Este último es el menos autónomo, básicamente porque no cuenta con un parlamento propio integrado por ingleses que definan las leyes para Inglaterra. Éstas son definidas en Westminster, el Parlamento de Reino Unido, en el que votan ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses. Una de las alternativas que se manejan en estos días en Londres es que, en lugar de fundar un nuevo Parlamento, se excluyan los votos de los parlamentarios que no sean ingleses.

La promesa hecha a Escocia ya había generado oposición dentro del Partido Conservador, pero la inconformidad surgió con más fuerza después del referéndum del domingo. El alcalde de Londres, Boris John-
son, dijo que era una iniciativa “ligeramente temeraria”, mientras que David Davis, uno de los líderes de los tories, opinó que se trata de una propuesta “vergonzosa”.

Ayer Cameron se reunió en una de sus residencias con dos diputados tories, John Redwood, quien ha abogado por un parlamento inglés, y Bernard Jenkin, quien ha defendido un Reino Unido federalista. También estuvo en el encuentro el ex canciller británico William Hague, a quien el primer ministro encargó un estudio sobre una eventual autonomía inglesa. Se prevé que el de ayer sea el primero de una serie de encuentros dirigidos a concretar esta megarreforma propuesta por Cameron que afectaría a los cuatro países de Reino Unido.

La oposición que recibe la iniciativa no llega sólo desde el Partido Conservador. También los laboristas han manifestado su rechazo a una reforma de tales dimensiones. Este partido es fuerte en Escocia y cuenta con 40 diputados escoceses en Westminster, que perdería en las votaciones sobre normas inglesas si se realiza la reforma.

“Nos hemos pasado dos años [en la campaña del referéndum] tratando de mantener al país unido. Tengamos una adecuada convención constitucional. Analicemos estas cosas. Pero no forcemos a que el país se divida porque Cameron piensa que tiene oportunidad de hacerlo”, dijo el líder laborista Ed Miliband al periódico The Observer.

Laboristas y liberaldemócratas critican que Cameron quiera impulsar en simultáneo los cambios para Escocia y para el resto de Reino Unido, porque consideran que estos últimos deberían implicar una serie de negociaciones y consensos. “Siempre dijimos que el proceso escocés debe ser independiente de cualquier otra discusión política”, dijo el secretario del Tesoro, el liberal demócrata Danny Alexander. Por su parte, desde el laborismo y el Partido Nacionalista de Escocia (SNP) se considera que estas maniobras de Cameron son un intento de no cumplir con la promesa realizada a Escocia.

Alex Salmond, primer ministro escocés (hasta noviembre) y líder del SNP, dijo a la BBC: “No me sorprende que estén renegando de estas promesas, sólo me sorprende la velocidad con que lo hacen. No tienen ninguna vergüenza”. También opinó que si bien el referéndum es “la mejor ruta” para la independencia, hay caminos más directos.

Consideró que si el Parlamento escocés recibe más poderes se podría llegar a una situación en la que Escocia sea “independiente en todo sentido, menos en el nombre”. Agregó: “[En ese caso] sólo nos quedaría declarar nuestra independencia”. También mencionó la posibilidad de una declaración unilateral si cambian “las circunstancias”; por ejemplo, si Reino Unido decide abandonar la Unión Europea o si “los principales partidos británicos no honran su promesa de dar más poderes al Parlamento escocés”.