Esta semana se perfiló una creciente internacionalización de la guerra civil en Siria. El lunes Rusia estrenó participación en el conflicto al intervenir por primera vez -al menos de manera oficial-, con una serie de bombardeos aéreos que lanzó en respuesta al pedido de ayuda del presidente sirio, Bashar al Assad, para enfrentar al grupo jihadista Estado Islámico (EI). A la intervención rusa se sumó la de tropas iraníes que también respaldan al gobierno de Siria.

Los ataques aéreos de Rusia serán respaldados por la intervención por tierra de cientos de soldados iraníes, que ya no están en Siria como meros consejeros, sino que están armados y listos para combatir junto con las fuerzas de gobierno sirias.

Ayer, en la segunda jornada de ofensiva aérea, Rusia negó rotundamente las acusaciones que relacionan su acción con la muerte de civiles. “La primera noticia sobre víctimas entre la población civil apareció antes de que despegaran nuestros aviones”, dijo el presidente Vladimir Putin, quien consideró que su país enfrenta un “ataque informativo”. En el mismo sentido se manifestó el general ruso Ígor Konashenkov en un parte militar, al afirmar que “no se efectúan ataques contra infraestructuras civiles ni contra edificios que podrían acoger población civil”. Agregó que antes de bombardear confirman por distintos canales la exacta ubicación de los jihadistas, “para excluir los ataques contra la población civil”.

Según el Ministerio de Defensa ruso, los principales bombardeos fueron dirigidos contra centros de mando y arsenales de EI en las provincias de Homs, Hama e Idlib, al oeste de Siria. Entre los objetivos de los aviones rusos se encontraron el centro de mando del grupo jihadista en Al Latamna; un puesto de control, un almacén de munición y una fábrica de proyectiles en distintas localidades de Homs; y un puesto de mando y un campo de entrenamiento en la provincia de Idlib.

Sin embargo, activistas y opositores sirios afirman que la fuerza aérea rusa asaltó áreas controladas por rebeldes, sin presencia de jihadistas. De acuerdo a lo que declaró a la agencia de noticias Reuters Hassan Haj Ali, jefe del grupo rebelde Liwa Suqour al-Jabal, uno de los blancos de Rusia fue su base en Idlib, atacada en dos ocasiones. Los combatientes de esa organización fueron entrenados por la CIA en Qatar y en Arabia Saudita como parte de un programa estadounidense de apoyo a grupos que enfrentan a EI y a Al Assad.

También el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización civil opositora, confirmó esos ataques. El miércoles había explicado que la mayoría de las zonas atacadas por los cazas rusos está bajo el dominio del Frente al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, y otros grupos aliados que luchan contra el ejército de Al Assad.

Por su parte, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, reconoció que los bombardeos no se dirigen sólo contra EI, sino que también apuntan contra el Frente al Nusra y otras organizaciones asociadas que, según aclaró, son también el blanco de Estados Unidos.