Ángela Lita Boitano tiene 84 años y dos hijos desaparecidos en 1976 y 1977, respectivamente, cuando ella ya era viuda. El mes pasado presentó, en el teatro Solís, el libro Cielo libre: imaginar la libertad, una recopilación de poemas que fueron escritos por presos políticos en hojillas de las que se usan para armar cigarros, y entregados en secreto a quienes los visitaban en la cárcel. Los autores armaban con los poemas bolitas envueltas en cera, a las que llamaron “caramelos”, que se tragaban o escondían en la boca para evitar que se los requisaran. Lita, que preside la organización de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, le entregó al papa en abril una edición especial de ese libro y le pidió que reconociera oficialmente las responsabilidades de la iglesia en la dictadura.

En conversación telefónica con la diaria, Lita dijo que los textos reproducidos en esta tercera edición no están firmados, por lo que adquieren un carácter universal. La primera edición de esa obra, en 1981, fue clandestina y la segunda se hizo en Italia. Desde entonces el libro es bilingüe, en español e italiano, y mantuvo su curador, el periodista y ex exiliado en Italia José Luis Tagliaferro.

-¿Su presencia en la presentación se debió sólo a su cargo de presidenta de Familiares o hizo algún tipo de aporte personal a la obra?

-Participé como presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos. Éste fue el primer organismo de afectados por la dictadura, formado en setiembre de 1976. Se fundó en una oficinita que nos había cedido la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En 1981 se compiló en un librito muy sencillo, hecho a mano, una serie de poesías de esos papelitos que los familiares sacaban [de las cárceles]. Se llamaba Cielo libre. En 1982, una compañera de Familiares que viajó a denunciar en el exterior lo que estaba pasando en nuestros países estuvo en Milán, donde estaba exiliado José Luis Tagliaferro, que es el curador del libro. Al ver el libro, que dejaron para que se divulgara, José Luis pidió autorización para que se hiciera bilingüe. En 2014 se pensó esta nueva edición, se le dio una belleza de impresión, de diseño, y además un dibujante italiano, Christian Mirra, hizo una historieta acerca de cómo escondían los poemas [ver www.ladiaria.com.uy/UIY]. Para una cantidad determinada de ejemplares, un artesano italiano, Gabriele Candelori, hizo una cubierta de cuero blanco tiza. Uno de esos ejemplares se lo entregamos al papa Francisco el 22 de abril con Dora Salas [periodista y amiga íntima de Lita]. Fue el número cero, con una dedicatoria especial para él.

-De Argentina se conocen mucho otras organizaciones, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. ¿Por qué Familiares corre por su propio lado?

-La Liga Argentina por los Derechos del Hombre era una oficina de denuncia de presos políticos de muchos años, muy allegada al Partido Comunista. Yo, que era de simpatía peronista -y mis hijos eran militantes peronistas-, a veces llegué a pensar si les estaría haciendo bien a ellos al buscarlos o si los podía perjudicar. Entonces algunas madres empezaron a reunirse en una iglesia. Mi madre, por ejemplo, iba a ese grupo, y yo quedé en Familiares, pero cuando empezaron las rondas [de Madres de Plaza de Mayo], el 30 de abril de 1977, íbamos todas las que queríamos acompañar. Sin embargo, yo siempre sentí que Familiares fue un organismo más político, porque había personas politizadas y los documentos que se hacían eran más políticos. Al principio se trabajaba en conjunto con Madres, que tardó en tener un lugar para funcionar. Familiares es el organismo que tiene el archivo más rico, tiene intactas las denuncias, con los nombres casi borrados, porque están firmados de puño y letra por los familiares que denunciaban. La lucha por la libertad de los presos políticos no la tomó nunca ni Madres ni Abuelas. Nosotros, de alguna manera, heredamos parte de la lucha de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, pero después fue exclusivamente una lucha de Familiares. Los presos políticos realmente sufrieron mucho, pero como fueron sobrevivientes, nunca hablaron, incluso dentro de nuestro organismo. Sintieron que al lado de los desaparecidos ellos tenían suerte al estar vivos.

-Uno de sus primeros reflejos cuando desaparecieron sus hijos fue acudir a la iglesia católica.

-Exactamente. Por supuesto, también acudí a la comisaría, a parientes militares. Recién cuando entré a Familiares -que todavía no se llamaba así-, me di cuenta de toda la gente que pasaba por lo mismo. Con la iglesia muchos tuvimos contacto -y muchos lo hicieron aunque no fueran creyentes-. Mandábamos al Vaticano testimonios de cómo había sido el secuestro, pero no recibíamos respuesta. De un total de más de 80 obispos, apenas cinco o seis habrán sido solidarios con nosotros y nos contestaban. Cuando mi hijo todavía estaba terminando la secundaria, el cura del colegio bilingüe italiano-argentino al que iba ya hacía un análisis del Evangelio desde el punto de vista de la iglesia tercermundista. A mí me parece que ésa es la verdadera iglesia, la Iglesia del Tercer Mundo, por eso mataron a curas y obispos, no sólo en Argentina. Fuimos a [la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de] Puebla en 1979, y allí el único que hizo algo fue [Leónidas] Proaño, que era el arzobispo de Ecuador. Así que el 22 de abril fuimos al Vaticano, a un lugar de acceso prioritario para las personas que lleva la embajada, a la audiencia general de los miércoles para entregarle el libro al papa. No le pedimos audiencia, porque ya lo habíamos hecho todos los años del papado de Juan Pablo II y nunca nos recibió de manera privada, así que yo ya estaba harta.

-¿Qué pensaba usted del Vaticano hasta ese encuentro con el papa Francisco?

-Yo estuve cinco años exiliada en Roma, desde 1979 hasta 1983, y creo que es el único lugar donde se puede perder la fe. Yo le dije a Francisco: “Agradezco a Dios por haber conservado la fe”. Él me entendió perfectamente, y una vez que dejó de mirar el libro, yo lo tomé de los brazos y le dije: “Ahora, como papa Francisco, permítame hacerle dos pedidos: la apertura total de los archivos [de la iglesia durante la dictadura] -de hecho, el mío lo vi en 1979- y que me diga cuándo vamos a tener la autocrítica del comportamiento de la jerarquía eclesiástica durante la dictadura”. Yo estaba muy enojada como católica, y decía: “[Jorge Mario] Bergoglio trabajará con los pobres, hará esto y lo otro, pero como arzobispo [de Buenos Aires, antes de ser papa] no sacó ningún documento de autocrítica”.

-¿Se lo dijo a él en abril?

-No. Eso él lo sabe. Pero cuando le dije lo de la autocrítica, nos dijo a Dora y a mí: “Yo hablé hace un mes y medio con [Giuseppe] Laterza [de la Secretaría de Estado del Vaticano] y en eso también se está trabajando”. Tuvimos una entrevista al día siguiente con él [Laterza]. Estuvimos una hora y media hablando del proceso de digitalización de los archivos en el que hace un año están trabajando. Cuando se tocó el tema del documento de reconocimiento de responsabilidades, dijo: “Eso es más difícil, porque no hay pruebas”. Yo le respondí: “Pero las pruebas somos nosotros”. Me dijo: “Ustedes hablan de Pío Laghi, el nuncio apostólico [denunciado ante la Justicia italiana como cómplice activo de la dictadura], y yo le puedo mostrar las cartas de gente que le agradece que la haya salvado”. Le repetí lo que nos dijo Laghi a cinco madres en Puebla, cuando le dijimos que hacía tres años que no sabíamos nada de nuestros hijos y familiares, y él nos contestó: “Claro, tres años es mucho tiempo y si están muy torturados no los van a dejar en libertad”. Al principio Laterza estaba muy duro pero Cuando le dije lo de Laghi se puso de todos los colores. Entonces puso la mano sobre la mía y cambió el ambiente.

-¿Tuvo noticias de los avances de cara a la publicación de ese documento y la publicación del archivo?

-Estamos atrás de ese tema. De alguna manera, el libro casi que nos abrió una puerta de diálogo. Ellos postergaban todo esto para 2016, porque es el año del bicentenario [de la declaración de la independencia argentina]. Nosotros le dijimos a Laterza que el 8 de diciembre se inaugura el Año de la Misericordia, y que necesitamos por lo menos tener los archivos, aunque sea un anticipo, sin esperar a 2016. Es ahora.