Los votos cordobeses siguen siendo un botín valioso para los candidatos a la presidencia argentina. Después de las elecciones primarias, Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri se disputaron en Córdoba el voto que había recibído el gobernador José Manuel de la Sota. Si bien la lógica indicaba que iría para Massa, su competidor en las internas, finalmente se repartió entre los tres, y en particular fue para Macri, que en la Ciudad de Córdoba logró un histórico 60%, porcentaje que pudo justificar tanto interés por ese caudal. Para esta segunda vuelta, sin Massa en carrera, otra vez esos votos son disputados por Macri, de Cambiemos, y Scioli, del Frente para la Victoria (FpV).

La estrategia de Cambiemos, con la ayuda de la prensa opositora al gobierno de Cristina Fernández -que en Córdoba es encabezada por La Voz, el periódico de mayor tiraje-, se apoya en dos principios básicos: por un lado, mantener el electorado y, por otro, conquistar el voto massista, lo que allí equivale a conquistar al delasotismo. Para lograr lo primero, los diarios opositores publican un sinfín de notas, basadas siempre en fuentes anónimas, para dejar en claro que en un eventual gobierno de Macri tendrán un lugar de importancia tanto los referentes del radicalismo cordobés (en especial Oscar Aguad y Ramón Mestre) como otros líderes en alianza con Cambiemos, como el ex intendente Luis Juez.

También se han valido de la prensa para conquistar al delasotismo, subrayando en los medios una y otra vez que De la Sota no piensa votar a Scioli. Pero más allá de eso, comprenden que el voto peronista tradicional puede ir al FpV, por lo que reproducen constantemente declaraciones del gobernador cordobés remarcando que el kirchnerismo le hizo daño a Córdoba y, sobre todo, que kirchnerismo no es sinónimo de peronismo.

De la Sota sabe que esta situación le devuelve algo de vida, luego de la derrota que sufrió en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), y trata de aprovechar su breve resurgimiento. Los medios afirman que Macri lo tiene en cuenta, y él se hace el indiferente. Si bien critica al kirchnerismo, parece no cerrarle la puerta a nadie y explota al máximo su protagonismo.

La estrategia del kirchnerismo consiste en insistir en la importancia que va a tener Córdoba, el corazón del país, en un nuevo gobierno del FpV. Pero una frase circula entre la gente desde hace tiempo: “Córdoba nunca va a apoyar al FpV”.

La gente también juega su partido. Al día siguiente de la primera vuelta, el anti K estaba radiante, el kirchnerista desconcertado y el resto sorprendido. Pero cuando el lunes de duelo, reflexión o festejo pasó, llegó el martes, y entonces se puso movido. Los votantes de Cambiemos se mantuvieron triunfalistas pero tranquilos. Los votantes de Scioli se dispusieron a hacer una autocrítica y a pensar una estrategia para revertir la situación, en el mejor de los casos, y en el peor, iniciaron una búsqueda de los culpables externos de la magra votación. Entre éstos, los más castigados fueron quienes votaron a la izquierda, en blanco o anularon su voto, reacción que se recrudeció cuando el candidato del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño, llamó a votar en blanco. A partir de ese momento, empezó un fuego cruzado entre kirchneristas y votantes de la izquierda, mientras en Cambiemos disfrutaban en silencio.

Cuando el FpV vio que era inconveniente perder tiempo en ese tipo de reproches, se atenuó el enfrentamiento y se intentó una fuerte estrategia para frenar el avance de Cambiemos. Arrancó entonces una campaña que hizo énfasis en cuestionar la gestión del partido de Macri, Propuesta Republicana, en la Ciudad de Buenos Aires, principalmente en áreas como la salud, la educación y la cultura, y se divulgaron los planes económicos y los perfiles de su equipo. La prensa opositora denominó esta estrategia del FpV “campaña sucia”, aunque lo que se divulgaba eran datos de la realidad, muchas veces basados en declaraciones de los propios integrantes de Cambiemos.

Por otra parte, los fuertes cuestionamientos que en la previa Cambiemos le hizo a Massa se interrumpieron de repente: los medios ya no los mencionaron, y se comenzaron a tomar en cuenta temas de la agenda de Massa para mostrar las coincidencias. La idea a defender es que, más allá de las diferencias, los unen el antikirchnerismo y la consigna de cambio.

Los sectores de la población que apoyan a Scioli comenzaron a llevar adelante campañas en las redes y en las calles. En diferentes partes de la ciudad se empezaron a ver carteles caseros que criticaban el modelo económico propuesto por Macri, a quien asociaban al menemismo, así como otros que relacionaban la reciente suba del boleto, impuesta por el gobierno de Ramón Mestre (intendente radical de Córdoba en alianza con Cambiemos), como muestra del carácter impopular de sus políticas. En ese sentido, la estrategia anti Macri consiste en convencer a los sectores que sentirán cambios en un eventual gobierno de Cambiemos (trabajadores, estudiantes y jubilados) de la inconveniencia e incoherencia que implicaría votar a un candidato que podría perjudicarlos.

En esa tónica se realizó el sábado, igual que en otras ciudades, el evento Amor sí, Macri no, en el que, sin oradores partidarios ni identificación con ningún sector, artistas y colectivos diversos se congregaron para manifestar su apoyo a Scioli. En el caso de Córdoba, poetas, músicos y artistas en general se dieron cita en un evento que no contó con una gran concurrencia pero que tuvo el valor simbólico de que se realizó en el corazón del voto macrista, el barrio de Nueva Córdoba, zona de estudiantes donde los llamados “hijos de la soja” son amplia mayoría.

El triunfalismo de Cambiemos se atenuó en los últimos días, fruto de la campaña enérgica del FpV y de algunas adhesiones fuertes que ha sumado Scioli y que parecerían emparejar la elección. Eso ha motivado que el candidato de Cambiemos haya dejado su estratégica ausencia de la campaña y entrado de nuevo en el juego. El FpV mantiene una esperanza que se apoya principalmente en tres premisas: que Scioli y Macri compartirían los votos de Massa, que la izquierda no votaría nunca a Macri, y que la influencia del aparato sindical, volcado a Scioli, favorece al oficialismo.

El cambio abrupto de estrategia de Cambiemos no es el único indicio de que la elección empezó a emparejarse. Se puede ver también cómo ciertos dirigentes, de esos que suelen acomodar el cuerpo para caer siempre parados, luego de haber apoyado abiertamente a Macri han empezado a coquetear con Scioli; el ejemplo más notorio es el de De la Sota.

Falta cada vez menos, y la pelota está en el aire. Está por verse si se dará el triunfo cómodo que adelanta Cambiemos, o la victoria de penal en la hora, según expresión de Scioli. Con respecto a los votos de Córdoba, algunos aseguran que el antikirchnerismo furibundo del votante cordobés hará que la tendencia no se revierta, mientras que para otros la fidelidad peronista y el trabajo de aparatos poderosos como el sindical pueden darle a Scioli el triunfo. Mientras tanto, todo parece indicar que el objetivo es conquistar a Massa, unos con globos y otros con lealtad peronista. Veremos con quién se queda, si es que elige por uno y no se queda con los dos.