En Lausana se pactó que Irán se comprometerá a reducir las reservas de uranio de los 10.000 kilos actuales a 300 kilos durante los próximos 15 años, a disminuir el número de centrifugadoras de uranio operativas de 20.000 a 5.000 y a rediseñar algunas de sus instalaciones para que no queden operativas para fines militares. El cumplimiento del acuerdo será supervisado por el Organismo Internacional de Energía Atómica, e Irán accedió a que este organismo pueda hacer inspecciones sin previo aviso.

Por su parte, el Grupo 5+1 se comprometerá a retirar las sanciones que pesan sobre Irán, tanto las aprobadas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como aquellas que aprobaron unilateralmente Estados Unidos, la Unión Europea y los países que integran este bloque.

Para que todos estos compromisos entren en vigor debe firmarse el acuerdo final, ya que el viernes llegaron a firmar sólo una declaración conjunta en la que se enumeran las “soluciones sobre los parámetros claves sobre un Plan de Acción Conjunto y Completo”.

Todos los diplomáticos presentes en las negociaciones se congratularon por los avances y por el texto final al que llegaron, aunque algunos se mostraron cautos y advirtieron que queda mucho camino por recorrer. Para el 30 de junio deberán estar cerrados todos los detalles técnicos sobre el acuerdo y se decidirán de forma más precisa los plazos para su puesta en práctica.

Frente a sus países, los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Irán, Hassan Rohani, se mostraron como los vencedores por el preacuerdo alcanzado. Obama utilizó su discurso semanal del sábado para aplaudir este “buen acuerdo”, que impone “estrictas limitaciones al programa nuclear de Irán y corta cualquier vía mediante la cual pueda desarrollar armas nucleares”. Por su parte, Rohani destacó que para Irán “es el primer paso hacia interacciones productivas con el mundo”, y advirtió: “Si hemos hecho una promesa, actuaremos de acuerdo con esa promesa. Por supuesto, esto depende de que la otra parte actúe de acuerdo con sus promesas”.

A su vez, tanto el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, como el canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, fueron moderados en su entusiasmo y advirtieron que queda camino por recorrer. También se pronunció en este sentido el ayatolá Ali Jamenei, que es la máxima autoridad iraní y por lo tanto tendrá la última palabra acerca del compromiso que asuma Irán. Si bien públicamente Jamenei se ha mostrado escéptico acerca del acuerdo y de la confianza en que las potencias cumplan con su parte, ha brindado a Rohani el apoyo político necesario para que su gobierno avance en las conversaciones.

Negociaciones pendientes

El acuerdo del viernes fue la señal de partida para que Obama saliera a buscar apoyos políticos para el acuerdo tanto en el terreno nacional como en el internacional. El gobernante tenía presentes a los opositores al acuerdo y el mismo viernes hizo gestiones para intentar convencerlos.

Habló con los presidentes de las dos cámaras del Congreso, y con los líderes de las bancadas republicanas y demócratas en Diputados y en el Senado -ambos del opositor Partido Republicano-. En el Congreso, el rechazo a un acuerdo con Irán es fuerte entre los republicanos, pero también está presente entre los demócratas. Los opositores han amenazado con aprobar una ley que le dé al Congreso capacidad de veto sobre este tipo de acuerdos y otra para aprobar nuevas sanciones contra Irán.

Obama también se comunicó con los países del Consejo de Cooperación del Golfo y con Arabia Saudita, que han mostrado su preocupación ante la reinserción de Irán en la comunidad internacional y las posibilidades que esto le brindaría de aumentar su influencia en la región. A su vez, el subsecretario de Estado, Antony Blinken, viajará esta semana a varios países de Oriente Medio para explicar los términos del acuerdo.

Conversó además con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que el mismo viernes exigió que un acuerdo entre Irán y el Grupo 5+1 incluya un compromiso “claro e inequívoco” por parte de Irán sobre “el derecho de Israel a existir”. Para Netanyahu, el preacuerdo alcanzado es una “amenaza para Israel y sus vecinos” y “legitima” el programa nuclear iraní, que a su entender es “ilegítimo”. El gobernante anunció que seguirá presionando para que se obtenga “un mejor acuerdo”.