EL 7 de enero de 2015, Luz volvió a nacer y también empezó a morir como dibujante de prensa. Ese día, Renald Luzier (éste es su verdadero nombre) cumplía 43 años. Se quedó más tiempo de lo previsto en la cama con su compañera, que le había llevado el desayuno, y eso le salvó la vida. “El amor de una mujer me salvó”, dijo hace poco al canal France 4. Lo dijo porque, mientras él se demoraba, en la redacción del semanario Charlie Hebdo, en el que trabajaba desde 1992, dos islamistas radicales asesinaban a sus colegas y amigos.

Desde entonces, Luz no dejó de dibujar. Fue el autor de la tapa del número de Charlie Hebdo posterior al ataque, en la que se ve a un Mahoma llorando, con el título “Está todo perdonado”. Según explicó al semanario francés L’Express, quiso decir: “Como autor, lamento haberte metido en ésta, y él, como personaje, me lo perdonaba”.

Siempre hubo tensiones, debates y discusiones en Charlie Hebdo, pero la situación actual es más delicada. El ataque dejó al semanario satírico sin cinco de sus principales dibujantes y con muchísimo dinero, surgido de las inesperadas ventas millonarias y de las donaciones. A esto se suma que los medios hacen públicas todas las discusiones que se dan en el equipo.

En abril, 15 de los 20 asalariados que tiene Charlie Hebdo pidieron que se cambiara el funcionamiento de la publicación, que quedó en manos de dos trabajadores-accionarios (el director financiero, Eric Portheault, y el caricaturista, director de la redacción, Laurent Riss Sourisseau) y de los padres de Stéphane Charb Charbonnier, dibujante y director de la publicación, asesinado en enero. Además, los trabajadores reclamaron ser “accionistas asalariados” con partes iguales y cuestionan el uso de los fondos de la publicación. Antes del ataque, Charlie Hebdo había llamado a que la gente se suscribiera porque corría peligro de cierre.

Ahora, la dirección emitió un comunicado para desmentir “números fantasiosos” que se manejan y confirmar que los “4,3 millones de euros” (y no más) que recibieron en donaciones enviadas desde “84 países” irán en su totalidad a las víctimas, de acuerdo con el “compromiso asumido”.

Luz decidió dejar el semanario en setiembre, fecha para la que está previsto lanzar una nueva versión del periódico, según anunció en una entrevista con el diario Libération, en cuya sede sigue funcionando Charlie. “Ya no seré Charlie Hebdo, pero siempre seré Charlie”, dijo. Negó que su decisión se deba a las tensiones en la redacción, y la atribuyó más bien al trauma por el ataque. Dijo que está “fagocitado por 1.000 cosas, el duelo, el dolor, la bronca” y también “por los medios”. Explicó que para él “cada semana dura diez meses ahora”, y que hubiera necesitado tomarse más licencia después del ataque, pero que sólo se tomó dos semanas “por solidaridad, para no dejar a nadie tirado”.

Explicó que “se le hizo demasiado difícil”, que “cada cierre es una tortura”, porque son pocos los que siguen estando para dibujar, y que pasa “noches de insomnio invocando” a sus colegas fallecidos y preguntándose qué hubieran hecho. Además, dijo que ya no está inspirado, que la actualidad ya no le interesa. Hace poco, Luz anunció que ya no dibujará a Mahoma; respecto de las críticas que eso le valió, respondió: “No somos héroes, nunca lo fuimos, nunca quisimos serlo”. Consideró: “Todo el mundo invoca el espíritu de Charlie por todo y cualquier cosa. En Charlie, al final, somos los únicos que no lo hacemos; somos pudorosos y quizá no esté mal”.